Qué lástima que ya no hagan mezcal «Los Suicidas».
Por Maya González:
Ay, qué lastima que ya no hagan mezcal Los Suicidas,
qué lástima que pase el tiempo, ¿verdad?,
qué lástima que nos muramos y que nos hagamos
viejos y que las cosas buenas se vayan alejando
de nosotros al galope.
Roberto Bolaño, Los detectives salvajes.
La fluidez del tiempo que transcurre aprisa insospechadamente ha habitado la reflexión y el discurrir del hombre y del pensador. Una de las cuestiones que atormenta a más de uno es su siniestra rapidez, la imposibilidad de aprehenderlo o, más aún, su inevitable y continuo paso. Ovidio, en el libro XV de Metamorfosis, se detiene a instruir al lector a través de Pitágoras, de quien suele decirse que es el pretexto bajo el cual el poeta latino enuncia en sus argumentos el tema del cambio de forma y el indetenible tiempo.
A Pitágoras le son revelados los secretos de los dioses a través del espíritu que media su palabra, de esta manera arguye sobre el cambio de forma como el aspecto más natural de cada ser y cada aspecto existente sobre la tierra y el universo. Todo cambia y nada muere según su propio pensamiento: “pues lo que fue antes ha sido abandonado y se convierte en lo que no había sido, y todos los instantes se renuevan” (Ov., Met., XV, 185); incluso el mismo tiempo es inmortal al renovarse en la naturaleza con sus ciclos.
“pues lo que fue antes ha sido abandonado y se convierte en lo que no había sido, y todos los instantes se renuevan”
(Ov., Met., XV, 185)
Pero la existencia humana no es así, al hombre se le escurre el tiempo de las manos mientras es y mientras espera, porque añora y persigue ideales, aunque eso no detiene los días, los meses o los años, y así todo el camino por delante se transforma en nada:
“tiempo devorador de las cosas, y tú, celosa vejez, todo lo destruís y todas las cosas corrompidas por los dientes de la edad con lenta muerte poco a poco las consumís”
(Ov., Met., XV, 235).
Leonard Cohen en Waiting for the miracle, canción que, entre otras situaciones, habla sobre la añoranza que es una vida humana, le dice a un ser que parece ajeno al cambio y al tiempo cómo es que este último se le va de las manos en el instante mismo en que es suyo: “Las arenas del tiempo estaban cayendo de tus dedos y pulgares y tú estabas esperando por un milagro, porque ocurriera un milagro”; imagen misma que nos regresa con Ovidio:
“el propio tiempo también se desliza en continuo movimiento, no de otro modo que una corriente fluida”
(Ov., Met., XV, 235).
Así, hay un tiempo inherente a la vida humana y al cambio y otro natural a los ciclos del resto de la naturaleza. Por tanto, recordemos que el ininterrumpido agotamiento de la existencia de los seres que esperan por milagros o de los que no notan su inadvertido andar mirando hacia los futuros no alcanzados y a la aparente largueza de la espera, pues al mirar nuevamente hacia atrás con qué tristeza uno se dice, tal cual afirma la loca de la casa de Fernando del Paso: “me parece mentira que hayan pasado tantos años y que hayan llegado y se hayan ido todos esos días que parecía que nunca iban a llegar’ (del Paso, 2012: 14); porque así es, siguiendo a la emperatriz envejecida: “todos los días llegan alguna vez (14); y, efectivamente, parafraseando a Bolaño (2017), es una lástima que ya no se haga el mezcal Los Suicidas y que las cosas se agoten al galope.
Referencias
Bolaño, Roberto (2017). Los detectives salvajes. México: Alfaguara.
Ovidio (2017). Metamorfosis. Libro XV. España: Cátedra.
del Paso, Fernando (2012). Noticias del imperio. México: Fondo de Cultura Económica.
Esta genial el post. Reciba un cordial saludo.
Muy buen articulo. Gracias por compartirlo.