La naturaleza es nuestra capilla, Björk.
Por Andrea Caballero:
Para sus fans reina, para otros nada especial y para mi es una de las joyas más resplandecientes que los años 90 nos pudo ofrecer, una joya tan bien pulida y tan exótica que bajo cualquier luz que sea puesta brilla y muestra sus cortes.
Cuando digo sus cortes no me refiero sólo a la música, sino al arte que es capaz de crear incluso al vestirse, sea ya en una aparición cualquiera, en un alfombra roja o en el intrincado proceso de dar a luz un disco. Me encantaría citar cada una de estas apariciones, pero tendría que escribir una biblia completa y no es mi especialidad.
Comenzaré con uno de los momentos que quienes fuimos testigos de las apariciones de Björk en las alfombras rojas recordamos a la perfección, éste es su aparición en la alfombra de los Óscar 2000, donde, enfundada en un vestido con forma de cisne creado por el diseñador Marjan Pejoski, caminó mientras simulaba poner un huevo demasiado grande para su cuerpo, pero con tanta naturalidad que cualquiera creería que ella es apta para llevar cualquier acto que le venga en gana, tan apta como la madre naturaleza, que es capaz de crear y destruir.
Más tarde, en 2004, fue la elegida para cantar en la ceremonia de inauguración de los juegos olímpicos de Atenas; supongo que todos esperábamos una inauguración solemne, obviamente con el toque excéntrico que la islandesa lleva a donde va, pero de la mano de la diseñadora Sophia Kokosalaki y empleando más de 200 metros de tela fue capaz de crear una fantasía marina que se extendió por todo el estadio y cobró vida mientras en carne y hueso o a través de la televisión nos mecíamos al escuchar “every boy is a snake, is a lily/ every pearl is a lynx is a girl”, parte de la letra de Oceanía; terminó su canto de sirena abisal y el mundo supo por fin de lo que Islandia está hecha. La magia de este tema se extendió hasta su video oficial, en el que nos obsequia la creación de una reina de las profundidades que cubre su cara con cristales, ciñe su piel con encajes y le canta a las medusas que danzan a su alrededor en una oscuridad donde ella es la única luz, cuando me muera me quiero ir al fondo del mar.
Björk es una mujer inteligente, sabe que su reino es la música y que colaborando con diseñadores y virtuosos de la moda puede llevarnos a tierras de utopía botánica y scifi que podrían volver loco al Bosco. Así, con un concepto claro estableció contactó con el diseñador James Merry, quien en compañía de sus creaciones bordadas conquistó la psique surrealista de la cantante y juntos han parido máscaras y atuendos protagonistas de sus videos, albumes y tours, las máscaras reflejan el alma.
En 2003, durante una alfombra roja en el Royal Albert Hall, un híbrido de ave y persona hizo acto de presencia; en esta ocasión el outfit fue más sofisticado que en los Óscar, se mostró con el rostro cubierto de cristales, el cabello hecho un nido y un vestido corte sirena de plumas negras, un híbrido listo para mascar seres rastreros y transmutarlos en alimento nutritivo para sus impacientes crías. la oscuridad es hermosa, es refugio, es una diosa.
Cierro esto con una de mis colaboraciones favoritas porque es la comunión de dos artistas que me estremecen, uno es obviamente Bjork y el otro es Alexander McQueen, diseñador británico que antes de terminar con su vida terrenal llevó su infierno interior a la alta costura, al jetset más exclusivo y a los estilosos más rebeldes. En 1997 McQueen se encargó de convertir a la islandesa en una Amaterasu Okami (diosa japonesa del sol) al envolverla en un kimono a veces gris, a veces blanco (porque soy mala para los colores) por fuera justo como ella, pero con un interior rojo, así, rojo pasión como los labios rojos de alguien dispuesto a despedazar al enemigo o el rojo corazón que a duras penas nos mantiene con vida, y coronando sus dedos con uñas capaces de cumplir las fantasías de los adictos al dolor; aquí cada quien puede concluir lo que quiera, llévame contigo, por más dolor que ahí exista.
