De consumidor a creador
Por Félix Barquera:
“A quien madruga, dios le ayuda”, pero “no por mucho madrugar amanece más temprano”; “mala hierba nunca muere”, pero “no hay mal que dure 100 años”; y, el que se para solo, “la verdad absoluta no existe”, y, sin embargo, éste presume de ser verdad absoluta.
Los dichos siempre nos enseñan algo, para cada situación hay uno y para cada visión también, pero creo que la mayor enseñanza que estas frases nos pueden dar viene cuando se juntan dos: el mundo no es sólo uno ni sólo hay un par de ojos que lo miren. La estabilidad no es siempre la opción ni es siempre buena. Como bien dijo Heráclito, todo fluye. Todo está en un flujo constante. Es tonto e inútil pensar que todo va a ser igual en la vida, que nada va a cambiar. En cuanto a personas, el ejemplo está en aquellas que iniciaron un proyecto ya adultas y en el cual tuvieron éxito, como, por mencionar algunas, la escritora J. K. Rowling, el fabricante de autos Henry Ford o el empresario Harland Sanders. En cuanto a la vida y el mundo, el claro ejemplo es lo que estamos viviendo, una pandemia que nos saca de las calles y nos recluye en nuestras casas.
La principal afectación para la mayoría de las personas está en el trabajo, porque, aunque el teletrabajo empezó a florecer en los años anteriores de la mano de la tecnología, las condiciones actuales impiden ejercer un trabajo netamente presencial en constante contacto con la gente, lo cual deviene en un auge de los medios digitales para las relaciones laborales: el trabajo presencial está en crisis empujado por el digital.
Lamentablemente no todas las personas pueden entrar a este mundo digital por las complicaciones que ello presenta, partiendo de instrumentos que a lo mejor no usan tan frecuentemente como una computadora o un celular, hasta los distintos programas que cada empresa maneja con sus propias interfaces de usuario. Si bien hay un lenguaje común, o que trata de ser común, con ciertos íconos como el de guardar, abrir, cerrar, configuraciones, ajustes o menú, no todos han pasado el mismo tiempo usando este tipo de lenguaje y acostumbrándose a él. Lo podemos pensar con el español mismo: hay quien maneja aun siendo nativo un lenguaje común o estándar porque sus ocupaciones y lugares de desarrollo no le exigen un nivel más alto, pero también hay quien además de ese lenguaje común maneja incluso un lenguaje técnico de diferentes ramas del estudio; además de las relaciones personales, creo que ese es otro beneficio de asistir a una universidad, pero eso es tema para otro artículo.
Sin embargo, hay un sector de la población que ha manejado toda su vida, o al menos gran parte de ella, el lenguaje digital: los jóvenes. Son ellos quienes viven día con día, hora tras hora, con un celular en la mano e inmersos en un ambiente digital, como lo son las redes sociales, aplicaciones de negocios o compras por internet y aplicaciones de entretenimiento, mas no siempre con aura bidireccional, es decir, sólo disfrutando los beneficios que dan éstas, pero sin ser quienes ofrecen esas comodidades en los servicios. En pocas palabras, o paucis eloquar como pone Plauto en la Aulularia, sólo son consumidores, no son creadores.
En esto es en lo que se basa la mayoría de las aplicaciones, el uso, goce y disfrute de contenido, lo cual también ha creado un consumo vacío, carente de emociones: tan fácil es descargar una aplicación como tan fácil es eliminar esa misma aplicación. El consumidor promedio, o al menos el promedio que yo he visto, no piensa en el trabajo que hay detrás de ese contenido que consume, de ese video que deja a la mitad, de esa canción a la que ni atención presta.
La batalla por la atención de ti como usuario se viene librando desde hace muchos años ya, con la televisión, la radio y ahora con los medios digitales. Anteriormente la gente que se dedicaba a crear algo que te atrapara y se quedara con tu atención estaba en empresas, detrás de aquellos sellos de televisoras, radiodifusoras, productoras audiovisuales y cinematográficas que podrían parecer lejanas, de las cuales se sabe poco y para las cuales trabajar es un sueño; pero hoy ya no lo es tanto.
La cuarentena, por un lado, al detener las ocupaciones de muchas personas, les dio una oportunidad de volverse creadores de la noche a la mañana. Un día veías a una persona hacerles una broma a sus amigos, en la tarde de ese mismo día ya estabas pensando qué broma poder jugarles a los tuyos para subirla a internet. Por otro lado, la cuarentena ha obligado a muchas otras personas a aprender a manejar los medios electrónicos para mantenerse a flote principalmente por trabajo. Así, aquello que parecía cosa de jóvenes y que no eran necesario, ahora es indispensable.
Los jóvenes han dado un paso pequeño al volverse creadores en plataformas como Tiktok, Facebook, YouTube y Twitter, mismas que ya usaban; los adultos han dado un paso grande al entrar en un mundo que no les pertenece de origen, pero del cual se han ido apropiando, ya solos ya con ayuda de aquellos, para enfrentarse al mundo actual; y esto sólo nos regresa al inicio, al cambio, al flujo constante, como un uróboros.
Los viejos y los jóvenes, unidos por el constante cambio, pero separados por el imparable tiempo, se cruzan, se intersecan, cambias ideas, métodos, enseñanzas, lecciones de vida, y así todos cambiamos. Nada está hecho para durar sin intervención, perene; es decir, todo tiene un inicio y un fin
De una u otra forma, hemos tenido que evolucionar en esta cuarentena. ¡Enhorabuena!, si has aprendido a hacer algo nuevo, si reforzaste algo que ya sabías, o si simplemente descansaste. Para todas estas opciones se necesita tiempo, y sin quererlo lo obtuvimos. Ocúpalo como te sea conveniente, pero, eso sí, aprovéchalo.