Jean-Léon Gerôme: La verdad que sale del pozo con su látigo para castigar a la humanidad
Por Alejandro Martín del Campo Glez:
Breve exordio antes a la verdad.
La verdad es una palabra que a muchos puede encender, que ha sido motivo de análisis, tesis y filosofar entre líneas. La verdad es como es, lo que es y jamás dejara de ser, la diafanidad irrefutable sin manifestaciones lóbregas de argucia o embuste frente a un acto o un hecho; la veracidad sincera en correlación con el ente, el ser y la realidad, la alianza tricotómica que para muchos puede ser familiar, intrínseca o ajena a lo que nace desde dentro y se materializa hacia fuera. ¿La verdad vive en el ser o en lo falsario de éste? Esta respuesta sólo la tiene usted, querido lector, en lo que respecta a la perspectiva y el relativismo que le pueda dar desde la hermenéutica o la praxis.
Jean-Léon Gerôme antes de la verdad
Jean-Léon Gerôme (Vesoul, Francia, 1824-1904) pertenece a aquellos pintores-escultores que te estremecen con cada pincelada por su visión academicista plasmada en sus lienzos por medio de sus pinceladas, mismas que describen fieles escenas de acuerdo a la clarividencia del autor de carácter historiográfico-orientalista, de fábula, histórico y de una praxis cosmogónica llena de elementos sobrenaturales o espirituales de fieles devotos o practicantes al misticismo.
Hablar de la trayectoria de este artista es objeto de elaborar otro artículo sólo para profundizar en su vida laboral, pero podemos aludir algunos sucesos destacables, como que durante su estadía como catedrático en la escuela de Bellas Artes en Francia durante casi 40 años formó a más 2,000 estudiantes; que es de los artistas más representativos de su época, de la pintura académica del Segundo Imperio; y tal vez lo que más descuella es su airada hostilidad hacia otras categorías pictóricas, más puntualmente hacia el género impresionista.
“De verdad sabemos nada, pues la verdad es un bien encendido… en un pozo abismal”.
Demócrito
La verdad saliendo del pozo para castigar a la humanidad
El escenario que nos muestra Gerôme está bien proporcionado e impecable. Nos presenta un pozo esquinado en el cual se ve una enredadera de Virginia al fondo, una mujer desnuda con cara histérica saliendo de éste con un flagrum. La escena arquitectónica es tan cotidiana como cualquiera del siglo XIX; nos hace alusión a un granero de alguna campiña francesa donde se pueden pasar las horas contemplando la nada, allí donde no se puede encontrar algo extraordinario más que ese ajado hoyo húmedo.
Ante esta obra de exquisito detalle lo primero que salta a la vista es esa mujer despojada y armada que está saliendo del pozo: ella será la heroína de este cuadro representando a la Verdad. Con extraordinaria prolijidad el artista logró amalgamar en su rostro un semblante que demuestra ira, coraje y una especie de desconsuelo; sus ojos ojerosos con ceño fruncido reflejan el dolor, la desaprobación y desagrado que ella trae consigo, tal vez por estar tanto tiempo aprisionada en lo recóndito de este renegrido hoyo acuoso; su boca abierta aduce un lastimero grito de exasperación en contra del observador, mientras que el cabello negro aún húmedo y su piel extremadamente blanca sugieren a un ente casi fantasmagórico que está cobrando vida de manera violenta emanando desde este sombrío agujero.
En su mano derecha trae consigo una ralea de flagrum romano que se percibe algo sobado, pero también mojado. Podemos captar en la misma mano que la Verdad sostiene dicho objeto de manera delicada, sin ejercer alguna fuerte presión sobre él; nos da la impresión de que sabe manejar este flagrum con extrema destreza y sensibilidad, talante de un castigo punitivo idílico de un verdugo con experiencia en flagelar a los mendaces sin que éstos fenezcan: sencillamente la única e inigualable tortura de la Verdad al desnudo. El pozo está latente como una representación de la insondable oscuridad del alma, de lo abismal de las emociones o de la abisal conciencia del ser que está a punto de ser atizado y percudido por la impiedad de la Verdad.
Si bien el pozo nos avecina todos estos simbolismos arriba descritos, de igual forma el componente de la enredadera de Virginia que se aprecia al fondo y medra desde la boca del pozo parece adornar esa oscuridad para disimular una cierta belleza que crece al lado de esta oquedad que se eleva a lo alto de los muros, y estos muros a su vez no nos permiten otear el cielo, un cielo que pareciera inexistente en este cuadro. Dicha enredadera tiene como finalidad darnos esa perspectiva de profundidad al intensificar la negrura para realzar el tono pálido de nuestra heroína. También podemos apreciar en todo momento dentro del cuadro los tonos grisáceos y fríos que se compactan para enfatizar la cara y mirada de nuestra protagonista. En esta obra el escrupuloso Jean-Léon Gerôme puso todos los elementos magníficamente diseñados con belleza, perfección y armonía para realzar a la Verdad desnuda y ejecutora en todo su fulgor que ha salido del pozo para castigar a la humanidad.
La Verdad, hija de Saturno o del Tiempo, es la madre de la Justicia y la Virtud; la verdad es, por tanto, una divinidad alegórica…
Esta maravillosa obra pictórica de este pintor francés realizada a finales del s. XIX tributa a la verdad que, oculta en la oscuridad de un pozo, emerge a la luz, clara, transparente, desnuda, femenina, bella y cruel. Su flagrum destrozará cualquier asomo de subjetividad o relatividad. Ante ella sólo existe una verdad absoluta: ella misma.
Adentrarse en La verdad o cualquier obra de Jean-León Gérome es maravillarse ante el pincel perfecto y el detalle exhaustivo de las hojas, los mosaicos, los colores, las pieles desnudas, la sensualidad y el erotismo.
En el contexto histórico esta pintura es parte del ocaso de una época marcada por el academicismo escultórico y pictórico con la entrada de nuevas tecnologías. En este caso la fotografía como una nueva expresión de arte, que abre los ojos de la creatividad a un novicio grupo de protagonistas que empezarían a tener otros nombres y serian acreedores de nuevos reconocimientos mundiales, dejando de lado a esta legendaria comunidad de artistas pictóricos y escultores, por lo deslumbrante y detallista de la fotografía análoga, donde la luz ahora tiene una nueva función y es traer la verdad de la realidad a manera de revelación que se hace en una imagen. En este mismo contexto la obra como pintura marca el final de una era, tal como lo vemos al analizar el paralelismo con la aparición de la fotografía.
Lo cierto es que esta obra del genial Jean-Léon Gerôme está envuelta en un halo de misticismo: los símbolos con los cuales esta enriquecida han sido motivo de grandes debates, el estilo realista trae la alegoría de la Verdad, así como su expresión de dolor e ira extraordinariamente vivos. Jean-Léon se la llevó hasta su lecho de muerte, ya que cuando fue encontrado el cadáver en su cama, La verdad que sale del pozo con su látigo para castigar a la humanidad estaba con él al lado, tal vez dándonos un mensaje oculto que nos hace reflexionar, y ese es: ¿nacemos con la verdad y morimos con ella como algo inherente a nosotros?
La Verdad, hija de Saturno o del Tiempo, es la madre de la Justicia y la Virtud; la verdad es, por tanto, una divinidad alegórica…
“Veritas liberabit vos”
Juan 8:32