Tokyo Godfather: una narrativa teológico-política de la marginación
Por Héctor Fabián García:
Tokyo Godfather es sin lugar a dudas una película con una gran carga teológico-política. Es un filme de animación japonesa realizado por el fallecido director Satoshi Kon (Perfect Blue y Paprika), el cual inicia con un tema totalmente occidental, o sea, el nacimiento de Jesucristo. La historia tiene lugar en épocas decembrinas; los personajes principales que se nos presentan son tres indigentes, lo cual nos remite a pensar en una especie de alegoría de los tres reyes magos, sólo que, en vez de ser reyes, éstos son parias de una sociedad capitalista que encarna el espíritu navideño.
Lo más representativo de la película son los personajes y la vida que cada uno de ellos tiene. Tenemos a Hana, un transexual que sueña con ser madre, a Gin, un alcohólico y adicto a las apuestas, y a Miyuki, una joven fugitiva que ha bajado mucho de peso; los tres tienen algo en común: problemas personales que no han sabido confrontar y que los han orillado a vivir en la indigencia.
La trama inicia cuando Hana, en plena víspera navideña, olvida un regalo que desea entregarle a Miyuki, así que decide ir a buscarlo con sus dos compañeros entre un montón de basura; sin embargo, durante su búsqueda escuchan el llanto de una bebe que se encuentra entre estos desechos. Por un lado, Gin y Miyuki sostienen que deberían llevarla a la policía, pero, por el otro, Hana, quien anhela ser madre, no está de acuerdo. Su postura es que este acontecimiento se trata de un regalo navideño de Dios y su deber es hacer la voluntad de Dios. Ante tal circunstancia, Hana decide bautizar a la pequeña con el nombre Kiyoko («niña pura»).
Lo que vemos no es una apología de la modestia, sino de la marginación y el olvido, es la revelación política de aquello que ha sido invisibilizado en un país primermundista, que en este caso es Japón. Por ello, lo que se evidencia ante el espíritu capitalista y festivo de la navidad es la aporofobia y la vida de los vagabundos oculta en una sociedad desarrollada. La decisión de los protagonistas de buscar a los padres de la bebe y conocer las circunstancias que los orillaron a abandonarla pone sobre la mesa un ejercicio escatológico, la voluntad de Dios es la que impulsa a los seres humanos a ser libres y es en ese ejercicio de la libertad que se ven obligados a regresar a su pasado, aquello que tanto han rechazado y negado.
El olvido y la memoria juegan un papel importante dentro de la película, pues el director desarticula el espacio-tiempo en constantes flashbacks, para deconstruir en cada personaje sus recuerdos, cada evento y circunstancias caóticas que afrontan los personajes se convierten en una praxis misionera. La búsqueda de los padres de la pequeña se vuelve toda una odisea, pero esta odisea no es sino la revelación de un nuevo testamento, o sea, la teología política de los marginados. Aquellos que han renunciado a su pasado necesitan reivindicarse al igual que el apóstol Pablo, pues enfrentar su pasado no sólo es enfrentarse a sí mismo, es también repensarse políticamente. Esto no significa renunciar a su condición de paria, sino asumir su condición de ser marginado y deconstruir su presente.
Uno de los lugares más simbólicos del filme es cuando ingresan al cementerio a usurpar la ofrenda de los muertos para poder saciar su apetito ante el frío, parecería ser un pequeño giño a ese pasaje bíblico en el cual David profana el templo y el día de reposo al comer los panes consagrados; sólo que aquí los personajes profanan el aposento de los muertos evidenciando así que en una sociedad desarrollada y capitalista es mejor estar muerto que ser pobre, pues los muertos siguen presentes en la memoria, dando lugar a que sea más fácil encontrar alimento en una lápida antes que ver alimento en las manos de un ciudadano pobre.
Asimismo, se puede agregar una serie de lugares y personajes infrapolíticos que se conciben como espacios contrarios al ejercicio de la teología política, pero es precisamente en la revelación de esos espacios infrapolíticos donde vuelve a emerger el problema de la teología política, o sea, el problema de la revelación de lo oculto. Durante el filme vemos, por ejemplo, a un personaje opulento que lleva a la boda de su hija a estos vagabundos por haberle salvado la vida, al tiempo que posteriormente vemos a un asesino con rasgos latinos secuestrar a Miyuki en un barrio siniestro y perturbador donde se encuentra la familia de este asesino; consecuentemente podemos ver a Gin socorrer a un vagabundo del cual él contempla su muerte; también logramos conocer un burdel de homosexuales y travestis del que la dueña es la madre de Hana, un puente en el que una mujer intenta suicidarse, etc. En fin, hay una infinidad de espacios y lugares profanos que resguardan la odisea de estos tres peregrinos para resignificarlos y sacralizarlos.
El largometraje es una narrativa de la exclusión y no por ello se vuelve una teología política de la liberación, sino más bien se vuelve una teología política de la marginación. La película visibiliza las condiciones políticas que hacen posible reflexionar sobre cómo la miseria es un acto impolítico que busca generar un efecto catártico en el espectador sobre la aporofobia y su importancia dentro de las ciudades primermundistas. El final de la película es predecible por ser escatológica y no se trata de cumplir una profecía, sino de cumplir una promesa de salvación, los protagonistas no sólo salvan a un cierto número de personas y a una lactante de un destino trágico, sino que, mejor aún, se salvan en el instante en que se vuelven visibles y están presentes en la memoria de sus seres queridos.