El ojo de Henri Cartier-Bressom

Por Leto Gómez:

Uno de los grandes pioneros del fotorreportaje es el fotógrafo francés Henri Cartier-Bresson. En sus inicios se enfocó en ser pintor, tenía como propósito retratar el mundo, lo que despertó su interés por el arte contemporáneo y así experimentó con la pintura surrealista. Nunca llegó a estar del todo satisfecho con sus obras, sin embargo, él siempre tuvo en la mente, y fue uno de sus principios para su futura carrera fotográfica, captar la esencia del momento e inmortalizarlo.

En 1931 viajó al continente africano donde sobrevivió como cazador, una actividad que según él le enseñó a moverse con discreción. A su regreso a Francia entabló contacto con otros colegas que habían trabajado en el continente, uno de ellos era Martin Munkácsi. Fue un fotógrafo húngaro especializado en tomas en movimiento, le mostró a Henri la foto que había tomado de tres chicos corriendo a orillas del lago Tanganyika y se quedó impactado por el resultado. En ese momento entendió que una fotografía podía fijar la eternidad en un instante. Se compró una cámara Leica, que sería su compañera durante muchos años; gracias a su practicidad y dimensiones, le permitió pasar desapercibido y, para más discreción, pintó de negro las piezas brillantes de la misma.

En su trabajo podemos observar la importancia de capturar, de forma exacta, la acción del momento. Para ello Henri, como fotorreportero, sabe localizar la acción, congelar la imagen y retratarla de forma exacta y técnicamente armónica, transmitiendo un mensaje, que en este caso es la vivencia de la gente o del suceso. Creo que como fotorreportero es la parte difícil, poder retratar y transmitir ese tipo de sensaciones y hasta cierto punto convertirlo en un símbolo. Eso hace que la fotografía cobre vida y hable por sí sola. Bien dijo, “fotografiar es poner la cabeza, el ojo y el corazón en el mismo punto de mira”.

“fotografiar es poner la cabeza, el ojo y el corazón en el mismo punto de mira”

Cartier-Bressom fue testigo de diferentes hechos históricos, como la Segunda Guerra Mundial. En esa época trabajó para un periódico del Partido Comunista Francés, en el que coincidió con dos fotógrafos que iban a ser sus compañeros durante muchos años: David Szymin y Robert Capa. Al finalizar la guerra capturó a unos niños en Alemania, en el año de 1962, imagen que en lo personal me impactó, ya que muestra y retrata de una forma inocente y casual la vida de la posguerra de unos niños jugando con su scooter a lado del famoso muro de Berlín, que durante años dividió la ciudad en dos partes. Suma una técnica implacable aprovechando el mismo entorno, el cual da ese dramatismo a la misma fotografía, más el juego de contrastes y que sea una fotografía en blanco y negro. Simplemente el resultado es perfecto. 

Independientemente de su trabajo de fotoperiodismo, se adentró no sólo en plasmar y ser testigo de acontecimiento históricos, sino que también experimentó su lado artístico. Tiene dos fotografías famosas, en una se puede apreciar a una persona vestida de traje y sombrero saltando en lo que parece ser una fuente. Lo estético de esta imagen es la técnica de barrido que utiliza como centro de atención y la composición de la misma. De cierta forma cobra vida la imagen y a la vez denota cierto congelamiento de la acción por el mismo entorno en el que se encuentra; como resultado da ese momento fugaz plasmado en una fotografía. La otra obra es del mismo concepto de un hombre trajeado con un paraguas saltando, esta vez junto a una pareja de enamorados y de fondo la Torre Eiffel. Henri no sólo capturó el movimiento, sino el momento en el cual se desenvuelven todos estos elementos.

En 1947 se reunió con sus compañeros Szymin y Capa, y junto a George Rodger y William Vandivert pusieron en marcha un proyecto que Capa llevaba un tiempo madurando: la creación de una agencia de fotografía de modelo cooperativo, la cual fundaron con el nombre de Magnum Photos. Esta agencia tuvo como propósito repartir los encargos por áreas geográficas, así Cartier-Bresson se ocuparía de India y China. Allí realizó algunos de los trabajos más célebres de su carrera, como el funeral de Gandhi, la conquista de Pekín y la independencia de Indonesia; no sólo eso, sino que a lo largo de su carrera tuvo la oportunidad de retratar a personajes como Pablo Picasso, Henri Matisse, Irène Joliot-Curie, Édith Piaf, Fidel Castro y Ernesto «Che» Guevara.

A pesar de su éxito como fotorreportero, Cartier-Bresson al final de su carrera se concentró en retratos de personas y paisajes. En 1966 dejó Magnum para dedicarse a los libros de fotografía. Se centró en un género conocido como fotografía cándida, caracterizada por la naturalidad de los sujetos y los temas sencillos de la vida cotidiana, siguiendo el principio de “captar el momento”. En la década los 70 se retiró poco a poco de la fotografía, considerando que ya había expresado todo lo que podía a través de ese medio, y un 3 de agosto de 2004 fallece en su Francia natal aquel que fue llamado el ojo del siglo por su capacidad de inmortalizar la historia con su objetivo.


Si gustas leer sobre Robert Capa, que se menciona en esta columna, aquí te dejamos el enlace:

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Leto Gómez

Transmito conocimiento de como los grandes fotógrafos y corrientes percibían el mundo, a través de una imagen pintada con luz.

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