El conflicto judío-palestino: Un conflicto por la existencia.

Por Alejandra Martín del Campo:

Todo lo sucedido desde el s. I hasta nuestros días ha ido definiendo poco a poco el destino de una convivencia que históricamente ha sido siempre muy complicada hasta convertirse en una de las guerras más terribles de nuestra historia reciente.

En el año 70 de nuestra era, lo que hoy llamamos Tierra Santa recibía el nombre de Judea y era gobernada por el Imperio romano. En aquellos tiempos, por diversos motivos, los judíos fueron sometidos a un largo exilio de siglos que se conoce como diáspora, lo que los orilló a buscar refugio en distintas partes tanto de Europa como del mundo entero, pero siempre manteniéndose fieles a su origen y a sus tradiciones.

El exilio del año 70 no fue ni el primero ni el último. En su largo recorrido por el mundo, los judíos, siempre orgullos de su origen y apegados a sus tradiciones, se convirtieron en poderosas minorías económicas, lo cual provocó que fueran en muchos momentos y lugares perseguidos, muchas veces asesinados y mayormente exiliados.

Tanto exilio y tanto rechazo forjó en los judíos un anhelo de propiedad, y cuando Napoleón Bonaparte, a finales del s. XIX, en su intento por conquistar el Imperio otomano (conformado por los actuales Bulgaria, Grecia, Hungría, Siria, Israel, Líbano, Cisjordania, Gaza, Egipto, Jordania, partes de Arabia y la costa norte de África), ofreció a los judíos radicados en Tierra Santa la creación de un Estado judío a cambio de su apoyo, la idea fue bastante bien recibida.

Y aunque Napoleón no venció los judíos no se olvidaron de la posibilidad de tener una nación propia. A partir de ahí, muchos acaudalados judíos, principalmente europeos, comenzaron a adquirir cientos de terrenos que fueron comprados y pagados tanto a autoridades otomanas como a agricultores y pastores árabes palestinos de la región, al mismo tiempo que incitaban a los judíos del mundo a regresar a su tierra ancestral, comenzando así un proceso que ellos denominan la alía o el ascenso, que no significan más que el retorno paulatino a su “Tierra Prometida”. El resultado fue que para 1886 ya exista Rishon LeZion, uno de los primeros grandes asentamientos judíos de la región.

El sionismo y Gran Bretaña

En los albores del s. XX, diversos factores y actores se entrelazan para lograr que cada vez más judíos lleguen a Tierra Santa; entre éstos está el surgimiento del “sionismo”, un movimiento político, intelectual y económico que invoca la creación de un Estado judío en Medio Oriente, así como los anhelos colonialistas que sobre Medio Oriente tienen Gran Bretaña, Francia y Rusia.

Pero Medio Oriente no era el rompecabezas de naciones que conocemos en la actualidad. Todos estos vastos territorios formaban parte del otrora poderoso Imperio otomano que a inicios del s. XX estaba en total decadencia, y, cuando más Francia, Rusia y Gran Bretaña necesitaban de un pretexto para intervenir en Medio Oriente, éste vino gracias al mismo Imperio otomano y a la Primera Guerra Mundial. 

1914 marca el inicio de la Primera Guerra Mundial y el Imperio otomano decide unir fuerzas con el Imperio austrohúngaro y Alemania. Gran Bretaña, conociendo la debilidad de los otomanos y aprovechando que sus fuerzas militares participaban en la contienda europea, busca a líderes árabes para derrocar a la autoridad imperial, ofreciéndoles a cambio su propia nación; pero ésta no es la única oferta hecha por Gran Bretaña: a los judíos ya residentes en Tierra Santa les hace saber de la importancia de crear una nación occidental dentro de Medio Oriente, avivando con ello las ya existentes esperanzas de forjar un Estado judío.

Es poco probable que Gran Bretaña tuviera intención de cumplir los compromisos adquiridos con los árabes. Con la caída del Imperio ruso, Gran Bretaña debe tan sólo acordar con Francia el manejo de Medio Oriente. En 1916, dos años antes de finalizar la Gran Guerra, ambas naciones firman el Acuerdo Sikes-Picot, en el que se estipula entre otras cosas que, tras el fin del conflicto, los territorios que actualmente ocupan Siria, Irak, Líbano y Palestina se convertirían en áreas de administración británica y francesa, conocidos como Mandatos.

Aunque de manera oficial los Mandatos inician en 1922, poco antes de finalizar la contienda europea, en 1917 para ser más precisos, y ante el inminente desmoronamiento del Imperio otomano, la Sociedad de Naciones, predecesora de la Organización de las Naciones Unidas, decide ceder los territorios otomanos a Gran Bretaña y Francia para su administración temporal y posterior independencia.

De esta “partición” administrativa, Gran Bretaña obtiene el control de los actuales territorios de Palestina, Jordania e Irak, mientras que Siria y Líbano son asignados a Francia. 

A comprar tierra se ha dicho

Aun antes de iniciar la Primera Guerra Mundial, Gran Bretaña muestra gran interés por la migración judía a Medio Oriente. Gracias a la intervención británica, los judíos gozan de puertos migratorios de fácil acceso, de permisos de residencia, de concesiones en bienes raíces como la obtenida por Chaim Weizman, quien para 1910 ya había adquirido más de 42 km2 de terrenos, y hasta obtienen un permiso para la creación de un organismo nacionalista denominado Hashomer, cuyo objetivo principal es brindar protección a los asentamientos judíos ya existentes y, claramente, a los que están por existir.

Poco tiempo después del finalizar la Gran Guerra, con el Imperio otomano pulverizado y con el control administrativo “oficial” de buena parte de Medio Oriente, Gran Bretaña, ante su necesidad de contar con un aliado que vigile de sus intereses, entre ellos el Canal de Suez, apoya con mayor ahínco la formación de una nación judía en Medio Oriente.

Es quizás en este momento, en los primeros 20 años del s. XX, cuando puede establecerse un origen del conflicto judío-palestino que se vive en la actualidad.

Debe destacarse que las oleadas migratorias judías a Medio Oriente que inician a finales del s. XIX y se intensifican en los primeros años del s. XX no pueden considerarse ilegales, tanto porque cuentan con los permisos migratorios de la autoridad imperial como porque sobre las tierras en las que se asientan tienen un título de propiedad.

Está también el hecho de que durante más de tres décadas los árabes palestinos no se opusieron abierta o violentamente a la migración judía, quizás en parte porque las tierras adquiridas no eran otra cosa que terrenos pedregosos y secos rodeados de pantanos, pero los judíos las convirtieron en fértiles campos agrícolas y de pastoreo gracias a un intenso trabajo y a la introducción y aclimatamiento del árbol del eucalipto con el que lograron “limpiar” el agua estancada de los pantanos y, de paso, erradicar a los mosquitos pantaneros causantes de graves enfermedades como el dengue y la malaria.

Es cierto, además, que antes de la Gran Guerra, pero principalmente después de ésta, los judíos que arribaron a Tierra Santa eran comerciantes, empresarios, intelectuales, científicos, médicos y militares experimentados durante la Primera Guerra Mundial y que mucho ayudaron todos ellos en la consolidación del futuro Estado de Israel.

También puede apreciarse que desde las primeras migraciones o aliás de finales del s. XIX, conscientes los judíos de que tarde o temprano intentarían exiliarlos de estas tierras tal y como les había sucedido tantas veces, se afanaron en crear una economía de autosuficiencia tanto en lo agrícola y lo ganadero como en lo comercial, medicinal, científico e intelectual, pero especialmente en lo militar.

Y los árabes se quejan

En 1920 comienzan las primeras revueltas violentas de árabes contra la migración judía. Las autoridades británicas, sin embargo, no detuvieron la migración, tan sólo la transformaron y la llenaron de “aparentes” obstáculos.

Con el apogeo de la Europa nazi a inicios de la década de los 30 del s. XX, la migración judía a Tierra Santa se intensificó considerablemente. En un principio los alemanes nazis permitieron a los judíos salir de Europa a cambio de dejar sus propiedades y riquezas. Ya para 1939 las migraciones masivas de judíos generan fuertes problemas en las relaciones británico-árabes, lo que obliga a Gran Bretaña a impedir la llegada de más judíos a Tierra Santa, justo en el momento en que más necesitaban los judíos huir de Europa.

Ante la persecución nazi, la Sociedad de las Naciones intenta en 1937 que los judíos europeos sean refugiados por distintas naciones, pero no se logró; esto motivó entonces a sugerir por primera vez la partición de Palestina para así dotar de un Estado propio a los judíos, pero esto tampoco se logró.

El término de la Segunda Guerra Mundial en 1944 produce nuevamente grandes oleadas migratorias de judíos europeos hacia Tierra Santa en tanto que los árabes se fortalecen ante una Gran Bretaña debilitada por la contienda misma. En 1945 la ya llamada Organización de las Naciones Unidas pone nuevamente sobre la mesa la necesidad de un Estado judío, pero es hasta el 29 de noviembre de 1947, por medio de la Resolución 181, que se decide la partición de Palestina en tres Estados, uno judío, uno árabe y la zona de Jerusalén como región de administración internacional.

No obstante que el territorio fuera menor que lo propuesto en 1937, los judíos representados por David Ben-Gurión aceptan públicamente, aunque se dice que en privado se organizaban para la guerra.

14 de mayo de 1948 nace el Estado de Israel

El 14 de mayo de 1948 David Ben-Gurión proclama el establecimiento del Estado de Israel al tiempo que se anuncia como su Primer Ministro. Sólo un día después, el 15 de mayo, mientras Gran Bretaña, incapaz de poner orden en Medio Oriente, prefiere retirarse, un ejército conformado por tropas árabes, egipcias, sirias, iraquíes, libanesas, transjordanas, libias, sauditas y yemeníes inicia la primera guerra árabe-israelí, la cual culminará un año más tarde.

Los árabes palestinos, los verdaderos perdedores

A pesar de su desventaja numérica, Israel resulta vencedor; sin embargo, quienes en verdad perdieron fueron los árabes palestinos. 1948 es el comienzo del desarraigo de 700 000 palestinos que deben iniciar un largo peregrinaje hacia Cisjordania (bajo control de Jordania) y la Franja de Gaza (bajo control de Egipto); son ellos, los árabes palestinos, quienes se quedan sin hogar, sin tierra y sin nación, concentrados en zonas marginales y semipermanentes donde sus descendientes permanecen hasta el día de hoy, en parajes ruinosos y pobres a los que se niegan rotundamente a considerar su hogar.

Otras guerras ha habido. La Guerra de Suez (por el canal) de 1956 contra Egipto significó una nueva victoria para Israel, con lo que se apropia de la península del Sinaí. La Guerra de los Seis Días de 1967, continuación de la Guerra de Suez, enfrentó nuevamente a Israel contra la Liga Árabe conformada por Egipto, Siria y Jordania; nuevamente Israel vence y se adjudica más territorio: Gaza (Egipto), los Altos del Golán (Siria), Jerusalén del Este y Cisjordania (Jordania).

Cada nueva guerra le genera a Israel mayor territorio (actualmente ocupa más del 90% de la Palestina histórica) y cada nuevo territorio significa una mayor presencia militar y mayores asentamientos judíos, en tanto que para los palestinos representa cada vez menor territorio y más lejanas las posibilidades de convertirse en una nación.

Y cada vez que un Estado árabe reconoce al Estado de Israel la probabilidad de una defensa en favor de Palestina se reduce drásticamente, pues al reconocer a Israel se reconoce su derecho a la Palestina histórica.

Desde 1948 los palestinos han tenido que pelear palmo a palmo el derecho de existir como nación. Fue hasta 2012 que el Estado de Palestina es reconocido por la mayoría de los países integrantes de la Organización de las Naciones Unidas, pero no por todos; Estados Unidos, por ejemplo, no ha reconocido a Palestina como país independiente.

La Organización para la Liberación de Palestina

En esta lucha incesante han surgido movimientos palestinos en pro de lograr su independencia, su tierra y un gobierno propio. En 1964 surge la Organización para la Liberación de Palestina, que busca a través de una solución armada lograr lo que políticamente parece imposible, lo cual le valdría el calificativo de organización terrorista. 

Otro movimiento palestino viene acompañado del nombre de intifada, rebelión palestina surgida en Cisjordania y Gaza en contra de los judíos. En la primera, en 1987, surge en la Franja de Gaza el Movimiento de Resistencia Islámica Hamás, cuyo objetivo principal es la creación de un Estado islámico en la Palestina histórica. 

Tras la primera intifada de 1987 es cierto que han existido intentos de paz. El más cercano sucedió en 1993, cuando Yasser Arafat, líder de la Organización para la Liberación de Palestina, y el Primer Ministro israelí, Isaac Rabin, firmaron el Acuerdo Oslo 1, que consideraba factible la creación de un autogobierno palestino así como el retiro de las fuerzas armadas israelitas de territorios ocupados, y el Acuerdo Oslo 2, con el que se otorga autonomía a Palestina en ciertas zonas de Cisjordania y la Franja de Gaza, aunque sin otorgarle la condición de Estado.

Es improbable que exista otro acercamiento de paz, al menos en el futuro inmediato. Cada enfrentamiento entre judíos y palestinos se caracteriza por una mayor violencia. En la primera intifada, en 1987, los palestinos cuentan tan sólo con un arsenal de piedras y bombas caseras; sin embargo, para la segunda intifada, en el año 2000, los palestinos son capaces de una violencia más brutal con atentados suicidas (hombres/coches bomba), misiles y francotiradores, a los que Israel contesta de manera aún más letal. 

El día de hoy existen más de 7 millones de refugiados palestinos, todos ellos descendientes de los 700 000 desplazados en 1948. Palestina exige con justa razón que en cualquier intento de paz debe preverse el retorno de los palestinos a los hogares que sus ancestros abandonaron en 1948. Lograr esto significaría que tanto judíos como palestinos convivieran en un mismo Estado, y quizás sean muchos los civiles judíos y palestinos que no tengan mayor problema, pero detrás de esto existen motivos de mayor peso que definitivamente impiden que una convivencia tan cercana sea factible.

La intención de este escrito no es otro más que tratar de acercar al momento de inicio del conflicto judío-palestino y a los posibles motivos que lo incentivaron. El por qué continúa no se va a tratar en este escrito, pero quizás pueda ser tema para más adelante.

Para ambas naciones, Israel y Palestina, este conflicto es una guerra totalmente justa. Ambos defienden el derecho histórico de permanecer y existir en Tierra Santa, y es claro que ambos, judíos y palestinos, van a seguir enfrentándose unos a otros, porque esta guerra va más allá de la tierra, es una guerra en defensa de su propia existencia.

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