¿Por qué la poesía griega?

 El poeta se asoma a la alberca del poema y ve el mundo reflejado a su alrededor; toma conciencia de su existir y accede al espacio íntimo del ser. Todo lo que el poema puede lograr es que esa experiencia llegue a ser compartida por los lectores. Pero no garantiza que algo cambie.

Seamus Heaney [1]
Por Yessika María Rengifo Castillo:

Históricamente la poesía griega se instauró como sencilla; esto no quiere decir que carece de sutileza y sugestión, sino que en la obra del artista más frío y elaborado el sentido se manifiesta con tanta coherencia y sencillez, acompañados por matices de verdad y armonía musical. Recordemos que la sencillez fue un obsequio de la poesía griega desde el inicio, caracterizada por modificaciones y excepciones a lo largo del periodo clásico que duro hasta los siglos de la sofisticación y el talante erudito.

Entonces, la poesía griega es el reflejo de una consciente economía de medios que favorece la elegancia y la brevedad. En ese sentido no es asombroso que gran parte de la poesía griega develara un teorema en una cultura en que las matemáticas tenían un alto prestigio, como tampoco que fuera concisa y eufónica en una cultura que comprendiera que las Musas eran las hijas de la Memoria.

Desde esa perspectiva, la poesía griega es el recorrido de lo universal y lo básico en los seres humanos y la vida, dejando de lado lo excéntrico y lo anómalo que pueden ser en el carácter del poeta los temas y la preocupación constante por la verdad que frena los vuelos de la fantasía y los excesos retóricos. Además, los poetas griegos no siempre vieron la vida uniforme y en conjunto, como Arnold Hauser afirmaba de Sófocles, aunque a menudo procuran ver las cosas, otra de las manifestaciones de Arnold, utilizadas para exponer sus observaciones.De esa manera su sentido de la forma puede ser tranquilizador y en ocasiones exquisito, lo cual se encuentra vinculado con el contenido.

Es así como existe en algunas ocasiones —en algunos poemas— dos tensiones gratificantes entre dos fuerzas: la modulación y la flexibilidad de un discurso individual o una voz que canta, y la perfección de palabras impersonales como talladas en piedras; todo esto teniendo en cuenta que siempre hay una clara conciencia de lo que se dice, donde el sentido de la proporción, concepto ético al igual que estético, demandaba una relación eficaz entre la forma y el contenido.

Hablar del contenido era centrarse en la vida humana. Sin embargo, hay poemas griegos que honran o describen los principios divinos del universo, pero la mayoría trataba de los sujetos que habitaban la tierra, aquellos que se pensaba que llevaban una vida melancólica y sombría. Al respecto conviene decir que los seres humanos debían respetar a los dioses y manifestar un sentido de la moderación arraigado en los conocimientos propios, sin olvidar vivir la vida a plenitud.

De esa noble sencillez y serena grandeza que consideró Johann Joachim Winckelmann como la mejor esencia del arte griego, sin olvidar que no es la única, se aclara todo esto porque muchos de los poemas líricos de las etapas arcaicas y clásicas que hoy leemos fueron escritos para cantarse y en ocasiones para bailarse en eventos públicos, acompañados de liras y flautas, a partir de que el poeta componía los poemas y la música llevando un ritmo más complejo que hablado o declamado como el de la epopeya y los yambos, que se habían perdido en siglo III a. de C.

De estas circunstancias nace el hecho de que la poesía que se lee hoy en día en silencio logre hacer que el lector se pierda en ella. Usando una variedad de tipos y metros, la poesía griega se compone de un sistema de expansión de idiomas modernos, en que los ritmos no se basan en la intensidad, sino en la duración o cantidad musical de elementos o silabas largas o cortas, acompañada de los acentos. Esos acentos señalan los tonos agudos, graves y circunflejos, que fueron utilizados por los alejandrinos del siglo III a. de C., y hasta la fecha existen constancias de que la variación tonal entre una silaba acentuada equivalía al intervalo musical moderno de quinta.

Debe quedar bastante claro que la relación entre el tono y la intensidad en el idioma griego fue cambiada durante varios siglos, lo que no permite dar un concepto claro de sonoridad, pues no había rima.

En medio de ese universo, los poetas franceses de la alta Edad Media Guillaume de Lorris y Jean de Meun en su obra El Libro de la rosa evidencian algunas de esas características mencionadas anteriormente en la poesía griega; un ejemplo de eso es el siguiente:

El Libro de la rosa

Algunos dicen que en los sueños
no hay sino engaño y mentira;
pero a veces se pueden tener sueños
que no mienten y que, con el paso
del tiempo se revelan como ciertos.
Para demostrarlo puedo acudir a un
autor que se llamaba Macrobio; no
tomó los sueños como cosa de
broma, antes bien, escribió una obra
sobre el sueño que tuvo el rey
Escipión.

Si a pesar de todo, alguien piensa o
dice que es locura y necedad creer
que sucede lo soñado, quien así lo
considere, que me tenga por loco,
pues por mí mismo sé que el sueño
advierte del bien y del mal que le va
a sobrevenir a la gente; y son
muchos los que durante la noche
sueñan cosas oscuras que después se
les presentan con claridad.

El vigésimo año de mi vida – a la
edad en que Amor cobra peaje a los
jóvenes -, me acosté una noche,
como de costumbre, y me dormí
profundamente. Tuve un sueño hermosísimo,
que me agrado mucho: no hubo nada en
él que después no haya ocurrido tal como el sueño
me había mostrado. Ahora quiero contarlo en
verso para alegrarnos los corazones, pues así me lo
pide y ordena el amor.

Si alguien desea saber cómo debe ser llamado el
libro al que ahora doy comienzo, este es el Libro
de la Rosa, y en él se encierran todas las artes de
Amor. El asunto es bueno y nuevo; Dios quiera que
Lo acoja con gusto aquella por quien empiezo
obra: vale tanto y es tan digna de ser amada, que se
debe llamar Rosa.

Finalmente, leer la poesía griega es un abanico de posibilidades de ver esa dicotomía que nunca existió entre la filosofía y la poesía, generando diferentes formas de concebir el mundo.


[1] Escritor, poeta, dramaturgo, ensayista, traductor, crítico literario y profesor irlandés, galardonado con el premio Nobel de Literatura (1995)y autor de Muerte de un naturalista (1966), Trabajo de campo (1979), El nivel espiritual (1996), Beowulf (1999), Distrito y círculo (2006) y Human Chain (2010).

Referencias bibliográficas

Lorris, Guillaume de, y Jean de Meun. Libro de la Rosa. Madrid: Siruela, 1986.
Finley, Moses I. El legado de Grecia. Barcelona: Grijalbo, 1983.
Hausser, Arnold. Historia Social del Arte y la Literatura. Barcelona: Labor, 1983.
Winckelmann, Johann Joachim. Historia del arte de la antigüedad. Madrid: Akal, 2011.













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