“Frankenstein” de Mary Shelly

Por Mariana Cuevas:

Este relato es una clara muestra de cómo el hombre, en su poca humildad, quiere siempre comprobar que está por encima de todo aquello que existe, que es capaz de ser igual que un dios, aunque esto implique tomar un oscuro sendero para el que no está preparado. El jugar a crear vida siempre ha sido parte de una curiosidad insaciable en el mundo de la ciencia, aunque rara vez se toma en cuenta que existe una pequeña variante que puede afectar el proceso entero: el libre albedrío.

Frankenstein o El moderno Prometeo es tan sólo una muestra de que cualquier criatura pensante, humana o no, busca su propósito en la vida; el existencialismo es inherente a cualquier ser con consciencia. Por otro lado, éste, a pesar de ser considerado un monstruo, encuentra su parte más humana al querer compartir su camino con alguien, al no querer estar solo en un mundo que aún no termina de comprender.

El libro, pese a que es considerado parte del género de ciencia ficción, es un clásico dentro de la literatura gótica, esto debido a sus reflexiones morales y los tintes siniestros tanto en los personajes y lugares como en la naturaleza de la historia misma. Cabe mencionar que algo interesante es la ausencia del tinte machista que era parte de la época en la que fue escrito.

Aquí se juega de diferentes maneras con la perspectiva, pues un monstruo es considerado como tal dependiendo de lo visual, el comportamiento o la falta de comprensión del contexto en el que este se encuentra, puesto que, en cierta parte de la trama, él es el que considera a los seres humanos como la verdadera aberración al recibir rechazo en diversas ocasiones, cuando él sólo buscaba pertenecer y crear empatía con su existencia.

La responsabilidad también es parte importante de la trama, ya que Víctor, aunque en un principio conocía sus intenciones y sus objetivos eran claros, jamás reparó en que su creación podría ser algo malo. Es claro que se deslinda de dicha responsabilidad después de que su experimento tuvo éxito y él entró en pánico, al optar por abandonarlo y huir como si nada hubiera sucedido, lo que terminó afectando hasta a sus seres queridos y al resto de la humanidad.

Para ser más claros, después de sus varios intentos por entender el mundo en que se encontraba, el monstruo pidió a su creador que trajera a la vida a otro ser igual que él para que lo acompañara, prometiendo así que no iba a volver a lastimar un ser humano; en su desesperación amenaza a Víctor para que le cumpla, pues descubre que el miedo es un gran incentivo.

En este punto es donde se nota que la ambición de Víctor no reparó en las consecuencias y este experimento se volvió su peor pesadilla en el sentido más literal de la palabra, siendo atormentado por alucinaciones, sueños perturbadores y muertes conectadas de manera directa.

Esta historia muestra como siempre aquello que es incomprendido es por ende juzgado como algo malo por el miedo que infunde. El monstruo no nació siendo el enemigo; sin embargo, fue convertido en uno.

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