El viajero
Por Alejandro Martínez Jiménez:
Capítulo I. El salto
Sin querer nos preparamos durante toda la vida para un solo instante, siguiendo el manual de fabricación nos hacemos hombres antes que humanos, la piel de bestia nos deja de cubrir en el exterior y cambia su intención al interior, como si el vello primigenio comenzara a crecer de pronto hacia el interior de la piel y los colmillos se retrajeran al interior del hueso; al interior se esconde el origen del mismo hombre oculto por los tumores viscerales con los que nos arropamos para convivir en sociedad…
Carmen me quiere persuadir para no ir, quiere pasar toda la vida a mi lado, pero ¡bah! ¿Qué significa lo ordinario de envejecer con alguien cuando la inmortalidad espera en la orilla del universo? La grandeza no es para los sumisos ni los débiles, eso me decía mi padre desde pequeño, hoy el viejo estaría orgulloso de mí, es una lástima que haya muerto sin ver la clase de héroe que soy.
El viaje que está por comenzar no es para cualquiera, se debe ser libre y sin ataduras humanas. Ni familia ni amantes pueden comprender que serán décadas para ellos a mi regreso si es que acaso puedo encontrar la forma de volver. La nave parte en unos momentos hacia los confines del universo. Es incierto lo que allá voy a encontrar, lo verdaderamente sorprendente será lo que encuentre a mi regreso. Habrán olvidado mi rostro, pero no mi viaje. Valdrá la pena si de esta forma obtengo la grandeza, pasaré a la historia como un hombre casi inmortal y no será en sentido figurado.
Mi madre ha venido a despedirse, para cuando pueda volver ella simplemente habrá muerto; mientras mi madre llora, la enfermera inserta bajo la lengua el controlador de soporte vital, con ternura se despide de su único hijo, la he encargado con Carmen, espero que cuide bien de ella o al menos como yo la hubiera cuidado; los patrocinadores del viaje me han asegurado que la trataran lo mejor posible en mi ausencia, mantengo la esperanza de encontrarla a mi regreso, pero seamos honestos, no vivirá tanto. No puedo decirle mucho del viaje, la enfermera debe apresurarse con los últimos procedimientos, el lanzamiento está cercano. Con mi única mano libre acicalo el cabello de mi madre, sus lágrimas mojan mi bata, sé que entiende lo que pasa conmigo porque con mi padre fue igual, aun así no se resigna; no me puedo quedar, toda mi vida me preparé para esto y lo sabe.
El público espera en el vestíbulo para presenciar el evento, no me han dicho cuántas personas son, por el bullicio que escucho deben ser muchas. Seré un hito en la historia del que hablarán durante años, escribirán artículos sobre mí, seré todo un rockstar. Hasta la enfermería puedo escuchar el ruido, todos están emocionados, escucho cómo por ratos aclaman mi nombre.
Mi madre por fin se ha ido, llega el jefe de control de misión, el Dr. Mackie, debemos ultimar algunos detalles antes de que me lleven a la cabina. Está muy nervioso y no es para menos, nunca se había hecho algo de esta magnitud, él es muy capaz a pesar de ser casi tan joven como yo… pero… ¿Qué pasa? Viene acompañado de un anciano raro, debe ser otro científico loco con peticiones para mi viaje, siempre me molestan con observaciones y registros de fenómenos de espacio-tiempo, piden que guarde cualquier dato sobre la antimateria y otras cosas, ya estoy acostumbrado.
¡Qué sorpresa! El Dr. Mackie resultó ser un hombre de fe, su nerviosismo esta vez poco tiene que ver con el lanzamiento, los escuché murmurar cómo casi lo descubren cuando hizo pasar por seguridad a ese hombre. El anciano no es un astrofísico, es un monje, uno de esos dementes que me piden confesarme y además quiere que me arrepienta de mis pecados, está loco, la magnanimidad de mi esfuerzo valió la pena y arrepentirme ahora ante un dios de simios es una locura, ¡pero qué buena puntada de este cura y el Dr. Mackie!, además, aunque quisiera participar de su rito ya no puedo, se me ha adormecido la lengua y ya me colocaron la escafandra simbiótica para el viaje; el amalgamiento simbiótico es un proceso doloroso, me han asegurado las manos a la camilla, así que el monje debe conformarse con mi silencio, de verdad me causan pequeñas risas que muy bien disimulo por la anestesia y la escafandra.
Ahora sí estoy algo nervioso, escucho los últimos sermones del Dr. Mackie, creo que se molestó conmigo por no obedecer al cura, qué raro se ha puesto, parece muy preocupado… Han llegado sus asistentes para llevarme al cuarto de inserción antes de ir al vestíbulo; les indica cómo deben colocarme el resto del traje simbiótico para la supervivencia en el espacio-tiempo. En minutos mi gran destino me espera.
Para mí no pasará el tiempo al mismo ritmo que aquí en la Tierra, en realidad no sabemos qué encontraré una vez dado el salto, nadie había logrado impulsarse con antimateria dentro del entramado del espacio-tiempo, todo son sólo especulaciones. Me prepararon para el dolor intenso del salto, para la enorme fuerza de compresión postaceleratoria. En caso de fallo en el centrador gravitatorio podría terminar en algún otro punto inexplorado del universo y debo saber sobrevivir, el traje simbiótico me provee lo necesario sólo por un tiempo gracias a su batería biológica, una vez que la batería se agote tendría que alimentarme por mí mismo, nadie sabe qué clase de criaturas evolucionaron allá afuera, es parte del entrenamiento comer lo que esté disponible y si es necesario lo haré de nuevo, tal cual me preparó el Dr. Mackie.
Los asistentes del Dr. me retiran la bata sin liberarme las manos, comienzan por cerrar totalmente la escafandra simbiótica dejándome en oscuridad, me reconforta saber que la visión se restablecerá después del salto; colocan las botas magnéticas que aquí en la tierra me impiden moverme, pero después del salto facilitarán el desplazamiento por la cabina mientras la nave se desplaza por el horizonte entre el tiempo y el espacio; las botas ya colocadas me lastiman un poco, una vez que el viaje comience yo mismo las tendré que reajustar. Me colocan las partes que cubren el torso y los brazos, las siento más apretadas ahora que están activadas, lo más doloroso son los protectores de las piernas, son como cilicios, pero todo sacrificio vale la pena por la gloria venidera.
Ya estoy listo, se acerca el momento del salto, los asistentes del Dr. Mackie me cambian a la plataforma de control y la conducen conmigo arriba al vestíbulo de la cabina. Escucho la euforia alrededor, el murmullo crece, hay gritos de apoyo, cómo me gustaría ver el rostro de los científicos que me acompañan en esta última etapa. Me introducen a la cabina de mando, el Dr. Mackie me informa que es hora de enlazar el control biónico, es el dispositivo que me permitirá controlar todo en la nave después del salto. La sonda simbiótica entra en mi brazo derecho, me avisan que comenzará la sincronización de simbiosis de tres etapas… Mi corazón palpita fuerte, siento que sale del pecho, sudoración intensa, las voces de los técnicos y los gritos de los asistente al evento me llenan de euforia, todos están aquí para ver mi partida, puedo oler sus cuerpos llenos de adrenalina; desde algún lugar lejano puedo escuchar música, conozco la pieza, es Gloria de Vivaldi, la habitación se vuelve tibia, la oscuridad de la escafandra da paso a un sin fin de colores que se mueven alrededor de mí con formas de ondas y explosiones, todas al ritmo de la música, es como si fuera el director de la orquesta creando magia mientras las personas están eufóricas por el evento, algo entre sexual y divino.
El final está a punto de comenzar, Mackie da la orden, inicia la cuenta regresiva, mis últimos momentos en este universo, y son maravillosos.
5, mis ojos se llenan de lágrimas de felicidad, no hay palabras inteligibles en mi mente, sólo letras arremolinadas girando alrededor de una sola idea, mi piel suprasensible a cualquier estímulo me avisa que pronto las drogas inundaran mi sangre.
4, mi padre llega desde algún lugar en el infinito lejano, su voz y sus pasos se acercan por mi espalda, siento su palmada en la espalda, me abraza por el hombro como si fuéramos amigos, me habla de los planes que tenía para mí, me mira con alegría, sus planes, todos los he superado.
3, escucho a mi perro jugar a lo lejos, ladra fuerte y se mueve sigiloso como en mitad de la cacería, lo escucho jadear y el chillido de pronto, su presa ha caído en sus fauces, la ha atrapado y la trae a mis pies, huelo su sangre fresca y siento su cuerpo tibio en mis pies desnudos, mi perro lame mi pantorrilla con su lengua suave y tibia, escucho su último ladrido, le disparan en la cabeza.
2, mi cuerpo se sumerge en un mar oscuro mientras los juegos de luces permanecen en la parte superior casi llegando a un cielo negro y artificial, la música se suaviza, los agudos se pierden en un eco profundo, al norte sólo se observa una enorme luz blanca primero destellante y luego es tan fuerte como la luz de día, pero tan lejana como la estrella más brillante del Cinturón de Orión, mucha calma afuera, pero yo sigo inundado de emociones, potentes y humanas, comienzo a girar a lo largo de mi cuerpo, veo la luz blanca rodear la bóveda sobre mí incontables veces, de pies a cabeza todo gira, las luces multicolores y la música permanecen con brillos constantes en el cielo negro, lejano, cielo artificial, ¡Gloria!…
1, las últimas agujas penetran mi piel, la simbiosis con el universo da inicio, luz blanda y aire seco sobre mi frente, la ternura de mi madre, el dolor del nacimiento, la suave brisa en la que reposa mi alma,
0, el viaje inicia… Tiopental sódico, bromuro de pancuronio, y cloruro de potasio, así los han nombrado…
Pauso la grabación hasta después del salto…