“Los sueños del Dios Murciélago” de Eduardo Osorio
Por Mariana Cuevas
Relatos enfocados en lo oscuro de lo cotidiano, magnificando el sentir de problemas mundanos, añadiendo una necesidad de caos y de la aceptación de los monstruos que yacen en nuestro subconsciente para así despertar emociones nuevas y la inteligencia que toma experimentar sentimientos negativos, conduciéndonos así a la transformación desde una serie de catarsis.
La primera historia nos plantea la pérdida de la inocencia a través de los ojos de un niño cuando se afronta a la problemática de la guerra y cómo terminó siendo un producto colateral de la preocupación de su familia. Comenzamos con un soporte emocional, propio de una edad temprana, y cómo al desaparecer éste se desvanece la pureza, pues el infante deberá enfrentarse al mundo de ahora en adelante.
La segunda nos presenta la traición familiar debido a la generación de empatía y a la decisión de ser clementes con una de las criaturas más odiadas por el hombre: las ratas. Se crea la identificación con la soledad del animal al igual que el gusto por el consumo de libros, aunque sea en el sentido más literal de la palabra (se los come); la criatura en cuestión no es un adversario sino un aliado en esta narración.
La tercera nos muestra la perspectiva de un pueblo primitivo ante una desgracia, el cual se deja llevar por el desconocimiento de las cosas nuevas en un entorno bastante controlado por las tradiciones; se presenta un choque entre la lógica y el fanatismo religioso, que se elige como respuesta a todo. También se incluye a la figura femenina, únicamente, como una madre, la elección de parir es inexistente. Podemos catalogar esta miniatura dentro del terror cósmico, o lovecraftniano, aunque sea en menor grado. Cerramos con que el contexto, en la mayoría de los casos, define…
La cuarta nos adentra en una historia de desamor y lazos poco sanos, en la que el hombre en cuestión fue enamorado, controlado y amarrado por los dotes culinarios de la pareja. La cocina se convierte en una zona de guerra, en un juego sádico de humillaciones, castigo, ego y toxicidad.
El quinto es el menos atractivo personalmente, pues trata el tema de la sexualización en las escuelas y cómo está preocupantemente normalizado. Habla de un instinto primitivo que no se regula, ni se controla y termina mal.
El último nos ofrece la presentación del dios murciélago en la vida de un niño que ama empaparse de historia, cultura y arte a partir de una genuina curiosidad y atracción por el conocimiento. Presenta simbolismos en animales, el tótem personal, que nos lleva a que el protagonista se pierda en un delirio, cuestionando su sanidad mental y dependiendo de la figura de la mítica lagartija negra.