Kenzaburō Ōe. Remembrando los años de nostalgia
Por Oliver Miranda:
Kenzaburō Ōe es quizá el más humano de los consagrados escritores japoneses, a diferencia de otros monstruos de la literatura nipona, como Yunichiro Tanizaki, Yukio Mishima y Yazunari Kawabata. Ōe se desprende del aura cuasidivina de sus colegas y se abre para darnos una visión cruel y realista, pero no por ello menos hermosa, sobre él mismo y las cuestiones que lo formaron en la vida.
Cartas a los años de nostalgia (1987) nos presenta la obra más autobiográfica, sin apartarse del género autoficcional, del artista; su relación con el valle donde creció posterior a la Segunda Guerra Mundial, los primeros años en su camino a convertirse en escritor, su matrimonio, la relación con el hijo con problemas de retraso mental; pero el punto medular de la obra es el estrecho lazo con su amigo de infancia, adolescencia y vida en general, Gii, y a su vez cómo se entrelazan con la literatura, especialmente La Divina Comedia y la obra de William Blake.
Una de las mayores complejidades que logra capturar Kenzaburō Ōe es la de mirar el pasado sin la niebla de que los tiempos anteriores fueron mejores. El poder retratar a las figuras importantes de su vida, especialmente Gii, con los errores que todo humano comete y las situaciones turbias que se presentan en el contexto rural donde el creció crean un relato deliciosamente contado en el que el presente del autor, que regresa a su pueblo natal, convive con el pasado que lo hizo la persona que es en ese momento. La estructura, que hace un juego con La Divina Comedia de Dante, y la manera que nos cuenta la historia nos dan una historia que mezcla lo terrible con el amor y la nostalgia, nos recuerda lo importante de remembrar el pasado de manera honesta y de cómo hay sentimientos que transgreden entre el tiempo y el espacio, como bien nos lo dice el mismo Ōe en su obra:
Gii, escribo una carta tras otra dirigida a nosotros, a los que vivimos en ese círculo eterno del tiempo, dentro de los años de nostalgia. Terminada ésta, mi tarea en el mundo real en que vivo, donde tú ya no estás, consistirá en seguir escribiéndolas hasta el final de mis días.