A las orillas del mar de Abdulrazak Gurnah

Escribir: es lo único que llenaba mi vida y la hechizaba. Lo he hecho. La escritura nunca me ha abandonado.

Marguerite Duras[1]

Por Yessika María Rengifo Castillo:

Tanzania es uno de los países del continente africano con un alto índice de pobreza que se caracteriza por su lucha continua frente a la dominación inglesa a tal punto que no acepta que su idioma oficial sea el inglés. Recordemos que el país se ha propuesto implementar valores africanos como una estrategia para convertirse en un estado autónomo y soberano acudiendo al suajili como única lengua oficial que une a la nación.

Descendiente de esa escenografía, pero recorriendo tierras británicas, el ganador del Premio Nobel de Literatura 2021 Abdulrazak Gurnah[2] nos presenta su libro A las orillas del mar bajo el sello editorial Salamandra. Antes de iniciar un recorrido por la sexta novela del escritor tanzano, cabe resaltar que fue seleccionada para los premios Booker y Los Ángeles Times Book Prize.

Retomemos, A las orillas del mar se caracteriza por presentar elementos que han acompañado a la historia como la colonización europea, el exilio y el sentimiento de culpa, que se intentarán definir como una alternativa para que el lector empiece a familiarizarse con el mundo de Abdulrazak Gurnah.

Para iniciar, se dirá que la colonización europea fue un proceso de barbarie y desconocimiento que sigue frecuentando algunos episodios en el siglo XXI. En Discurso sobre el colonialismo, Aimé Césaire determina:

Una civilización que le hace trampas a sus principios es una civilización moribunda.
El hecho es que la civilización llamada “europea”, la civilización “occidental”, tal
como ha sido moldeada por dos siglos de régimen burgués, es incapaz de resolver los
dos principales problemas que su existencia ha originado: el problema del proletariado
y el problema colonial. Esta Europa, citada ante el tribunal de la “razón” y ante el
tribunal de la “conciencia”, no puede justificarse; y se refugia cada vez más en una
hipocresía aún más odiosa porque tiene cada vez menos probabilidades de engañar (p. 13).

Lo anterior indica que un proceso de civilización instaurado desde el proletariado y la colonización es el reflejo de un desconocimiento. Es decir, una falta de razón y de conciencia ante múltiples caminos se traduce en una falsedad aborrecida.

En esa misma línea, el exilio se convierte en una opción ante la crueldad de la colonización, creando heridas que suelen ser difíciles de sanar. O en palabras de Olga Amaris Duarte:

Hablar del exilio incita, en un primer momento, a hablar del desierto, del no lugar, del átopos imposible que se presenta en forma de una imprecación a tener que transitarlo sin descanso, sin poder morar en él (La mística del exilio en la obra de Hannah Arendt y de María Zambrano, p. 17).

La idea es que el exilio es una huida permanente del sitio de origen, en donde se encuentran capítulos primordiales de la vida de los individuos, que se utiliza para salvaguardar su existencia.

Se observa cómo esos dos ítems mencionados anteriormente causan un sentimiento de culpa. Sentimiento por un desarraigo o abandono ante una vida construida en un contexto determinado, un accionar mal ante los cánones establecidos. Freud define el sentimiento de culpa así:

Sólo se produce un cambio fundamental cuando la autoridad es internalizada al
establecerse un Superyó. Con ello, los fenómenos de la conciencia moral son elevados
a un nuevo nivel, y en puridad sólo entonces se tiene derecho a hablar de conciencia
moral y de sentimiento de culpabilidad (El malestar de la cultura, p. 66).

Lo que lleva a decir que los sujetos presentan sentimientos de culpabilidad cuando sus niveles de conciencia moral están elevados ante los sectores socioculturales.

Con todo lo que se ha dicho hasta aquí, Gurnah empieza a contar que un antiguo comerciante de 65 años, Saleh Omar, huye de los conflictos que presenta su país de origen aterrizando en el aeropuerto de Gatwick con un pasaporte falso, un cofre de caoba con incienso y algo más. Teniendo en cuenta las instrucciones de la persona que le vendió el pasaporte del avión y siendo educado en una escuela inglesa, Saleh finge no saber el idioma. Frente a esta situación, los agentes de los servicios sociales recurren a Latif Mahmud, un poeta de su misma ascendencia, maestro y exiliado que habita en un departamento en Londres, quien se convierte en un medio para comunicarse con él.

Cuando los dos protagonistas se encuentran en una pequeña ciudad a las orillas del mar, emergen historias de traiciones, amores, seducciones, migraciones y luchas de años atrás. Estrategias que harán que el lector se introduzca en un relato cautivador de las culturas milenarias de la India, Arabia, Persia y África, sin olvidar las experiencias desgarradoras y traumáticas que el colonialismo ha traído.

Los recuerdos se me escurren entre los dedos, e incluso mientras los evoco para mis adentros me llegan ecos de algo que estoy reprimiendo, algo que he olvidado recordar, lo que complica el relato, mal que me pese. No obstante, puedo contar algunas cosas y siento el impulso de hacerlo, de dar cuenta de los dramas menores que he presenciado y de los que he formado parte, aunque los finales y los principios se hayan difuminado. No creo que sea un impulso noble; quiero decir que no conozco una gran verdad que me muera por divulgar, ni he vivido una experiencia ejemplar capaz de arrojar luz sobre nuestras circunstancias y el tiempo que nos ha tocado vivir. Aunque he vivido lo mío. Aquí todo es tan distinto que me parece como si una existencia hubiese llegado a su fin y estuviese empezando otra, por lo que quizá debería decir que he vivido otra vida en otro lugar, pero ha quedado atrás. Sin embargo, sé que esa existencia anterior bulle, palpita y goza de buena salud en mi pasado y en mi futuro. No tengo sino tiempo en las manos y estoy en manos del tiempo, con que más me vale rendir cuentas. Al fin y al cabo, todos tenemos que hacerlo tarde o temprano (p. 13).

Lo anterior quiere decir que los recuerdos son el reflejo de un colonialismo que hace sentir al sujeto perdido en medio de prácticas culturales que no son las suyas, por ende la identidad no tiene un punto de origen.

Vivo en una pequeña ciudad a orillas del mar, como he hecho siempre, aunque la mayor parte de mi vida haya transcurrido muy lejos de aquí, junto a un gran océano de cálidas aguas esmeralda. Ahora llevo la semivida de un forastero, atisbando interiores a través de la pantalla del televisor e imaginando las infinitas cuitas que afligen a quienes veo durante mis caminatas. No tengo la menor idea de qué les inquieta, pese a que los observo con atención y me fijo en todo lo que puedo, pero me temo que reconozco poco de lo que veo. No es que sean misteriosos, sino que su extrañeza me desarma. Apenas entiendo el esfuerzo que parece acompañar sus acciones más cotidianas. Parecen agotados y distraídos, se frotan los ojos como si les escocieran mientras se enfrentan a calamidades incomprensibles para mí. A lo mejor exagero o simplemente no puedo evitar recrearme en aquello que nos distingue, en subrayar los contrastes; puede que simplemente resistan el embate del viento frío que sopla desde el tenebroso océano, aunque yo me emperre en encontrarle sentido a lo que veo, pero a estas alturas de la vida es difícil aprender a no ver, aprender a callar el significado de lo que creo ver. Me fascinan sus rostros. Se burlan de mí, o al menos eso creo (p. 14).

Esto quiere decir que los exiliados suelen vivir en lugares que no son lejanos a su memoria en algunas ocasiones, pero siguen siendo distantes a su lugar de origen, tradiciones y costumbres.

Finalmente, deseo, en ese contexto, subrayar la importancia de leer al escritor poscolonial Abdulrazak Gurnah quien ha logrado en su novela A las orillas del mar evidenciar los procesos de colonialismo, de exilio y de sentimiento de culpa que abordan los migrantes en ese abismo intercultural que no suele ser en ocasiones placentero. ¡A leer!


Referencias bibliográficas

Duarte, Olga Amaris. La mística del exilio en la obra de Hannah Arendt y de María Zambrano. Edición Biblioteca de la Ludwig-Maximilians-Universität, 2020.
Césaire, Aimé. Discurso sobre el colonialismo. Traducción de Mara Viveros Vigoya.Akal, 2006.
Freud, Sigmund. El malestar de la cultura. Internationaler Psychoanaystischer Verlag Wien, 1930.
Gurnah, Abdulrazak. A las orillas del mar. Salamandra, 2022.

Cibergrafía

Imagen tomada de: https://www.youtube.com/watch?v=cSgMlqonQvo


[1] Fue una novelista, guionista y directora de cine francesa.
[2] Es un novelista tanzano que escribe en lengua inglesa y reside en el Reino Unido desde su adolescencia. Sus novelas incluyen Paraíso (1994), que fue preseleccionada tanto para el Premio Booker como para el Premio Costa Book, Desertion (2005), y En la orilla (2001), que fue seleccionada para el Premio Booker y preseleccionada para el Los Ángeles Times Book Prize.​ Fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura de 2021, el cual fue comunicado oficialmente por la Academia Sueca indicando que “Gurnah ha publicado diez novelas y varios cuentos. El tema de la perturbación del refugiado recorre todo su trabajo. Comenzó a escribir a los 21 años en el exilio inglés, y aunque el suajili fue su primer idioma, el inglés se convirtió en su herramienta literaria”.

Si te gustó, ¡Espero nos puedas compartir!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *