Colección de horrores insanos, deseos bajos y transformación

Por Mariana Cuevas

Rostros y leyendas enmohecidas, anocheceres y locura reprimida que brota desde la sien de la primera y la última víctima, dioses con retos imposibles que obligan a sus devotos a cometer canibalismo y autoflagelación, ambición, traumas, proyección de deseos a través de pesadillas amenazantes y miedos en individuos ajenos a la razón. Quimera de neblina por Awen Lyf es impulsada por el terror cósmico en compañía de breves cuentos cual poemas al aire, aludiendo a lo siniestro y a lo sobrenatural, entremezclándose en un perfecto goce de terror infundado y retomado.

La búsqueda del origen puede llevar a la demencia cuando las pruebas no pueden ser comprendidas. Aquí se enfatizan las emociones primitivas que chocan con la clara idea que pretende mostrar lo avanzados que estamos como civilización, ya que las creencias antiguas siguen rigiéndonos en poca o gran medida, probando así que el ser humano está dispuesto a hacer lo que sea por la sabiduría de un dios, aunque esto implique el sufrimiento del resto; la curiosidad es castigada severamente en distintas líneas.

Las historias toman lugar en situaciones y sitos considerados clásicos como el bosque, que pinta horrores detrás de la oscuridad que lo gobierna, un faro, que distorsiona la cordura con la sal marina, un psiquiátrico, área predilecta para la locura y la distorsión de las enfermedades mentales, un vecino molesto y repugnante e, incluso, un demonio con parálisis. La narración te guía como una danza al fuego a través de detalles atrayentes, mientras deja que una duda se hunda en el estomago, estimulando el morbo y la imaginación.

La referencia a criaturas míticas es uno de los pilares de esta colección, el cual es acompañado de un dibujo ilustrativo de las mismas al final de cada escrito (hechas por el mismo autor), resaltando su repugnancia y estética de pesadilla. Se señala, también, el elemento que prueba que los niños siempre se encuentran más vulnerables ante lo sobrehumano, ahondando en el hecho de que los miedos que surgieron en nuestra niñez los acarreamos a hasta nuestra adultez.

Dejando de lado las narraciones de terror, este escrito es un viaje de introspección que nos lleva a abrazar nuestros más bajos instintos y a aceptarlos como parte natural de nuestra esencia, para así llegar a la transformación y sublimar hasta perdernos en la inspiración.

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