De cuando Auster se codeó con los mortales
Por Oliver Miranda:
El escritor estadounidense Paul Auster es una de las voces más celebres de la literatura de su país y a nivel mundial. El recientemente fallecido literato dejó huella de su maravilloso ingenio en algunas de sus obras más celebres, como la autobiográfica La invención de la soledad (1982), La música del azar (1980) y La trilogía de Nueva York (1985), entre una larguísima bibliografía, en donde a su estilo retrataba los recovecos de la vulnerabilidad humana, mientras hacía un paisajismo sobre su país y sus costumbres.
Sobre esto último, en un arriesgado ejercicio decide hacer la invitación a los radioescuchas del programa semanal en el que participaba, Weekend All Things Considered de la Radio Nacional Pública, a que enviaran sus historias. Más de cuatro mil relatos llegaron a sus manos y luego de una larga selección es que 180 llegan a su resultado final, la antología de relatos Creía que mi padre era Dios (2002).
Es en estas postales sobre la cotidianidad de la sociedad norteamericana, divididas en temas tan variados como animales, familia, guerra, amor, que Auster desde su pedestal de escritor consagrado le cede la palabra al público, a la gente que en ocasiones no tiene oportunidad de contar su historia. Podemos encontrar relatos que van desde lo genuinamente maravilloso que encontramos en la aparente normalidad, hasta los más bizarros e inverosímiles.
En cada una de las historias, se va creando un crisol de imágenes que componen el panorama estadounidense desde la gente común y es una invitación que hace el mismo Paul Auster a abrirnos al mundo para escuchar con atención las historias que nos rodean, de los que menos esperamos y que están ahí, a la espera de un espectador, porque al final del día, ¿quién de nosotros no tiene alguna gran historia para contar?