De la música en la modernidad líquida
Por Ray Macías:
Zygmunt Bauman fue uno de los pensadores más importantes de los siglos XX y XXI debido a sus grandes aportaciones para la comprensión del mundo actual. La “modernidad líquida” es uno de sus conceptos más brillantes y conceptualiza una época cuyos referentes sólidos se han ido perdiendo. Vivimos en una sociedad inestable, siempre cambiante y sin compromisos con ninguna institución o estructura social. Es esa liquidez constitutiva y definitoria la que obliga a los individuos a formar una nueva identidad personal, social y política basada en la fugacidad del tiempo y los cambios que se presentan constantemente.
La música es uno de los elementos culturales que ha sido sometido al proceso de licuefacción.
La distribución de la música ha pasado del vinilo, al casete y al CD para terminar en los formatos digitales como el MP3 y el FLAC. Ha pasado de lo corpóreo a lo casi intangible. La aparición de las plataformas de streaming ha permitido a las personas escuchar el álbum en el orden que deseen, empezar desde el final o en medio; pueden decidir que canciones escuchar y cuales son descartadas para siempre en el olvido.
Hanna Arendt, a quien Bauman cita en su libro Arte ¿Liquido?, menciona que la característica principal de las obras de arte es que, no importando cuantos años o siglos transcurran, siguen evocando las mismas emociones.
The Rise and Fall of Ziggy Stardust, en el que David Bowie narra la aventura de un extraterrestre que se convierte en el mesías del rock; The Lamb Lies Down in Brodway, en el cual Genesis nos transporta hasta Nueva York para acompañar a un joven puertorriqueño llamado Rael durante el rescate de su hermano; Hand. Cannot. Erase., donde Steven Wilson cuenta la historia (real) de una chica británica que falleció en su apartamento y no fue encontrada sino hasta tres años después; Good Kid, M.A.D.D City en el cual Kendrick Lammar nos lleva hasta Los Ángeles para acompañarlo en una remembranza de sus años de juventud entre las drogas, la pobreza y la decadencia; Electra Heart, que describe las vidas, historias y dilemas de cuatro arquetipos femeninos desde la perspectiva de Marina and the Diamonds; The Suburbs, donde Arcade Fire plantea para nosotros una visión diferente de la juventud y los diversos dilemas a los que los individuos deben enfrentarse durante esta etapa: son solo algunos ejemplos de álbumes que no sucumben al paso del tiempo y se mantienen en el recuerdo de las personas gracias a su alto contenido emocional y lo extraordinario de sus historias.
En contraposición a la concepción de la obra de arte como algo trascendente temporalmente, los artistas de la era liquido-moderna se centran en lo efímero, en lo pasajero, aquello que saben que no perdurará en el tiempo. La nueva generación de artistas nos bombardea con canciones que buscan ser solamente un éxito del momento. La mayoría de músicos, cantantes y autores se encuentran centrados en desarrollar temas que sean del agrado de la gente, con algún beat o coro pegajoso que posiblemente sea recordado durante algunas semanas hasta que algún otro cuyo objetivo sea el mismo lo sustituya. El deseo por crear un álbum memorable que cuente historias, que evoque las emociones más profundas y se quede plasmado en la memoria de las personas, se ha ido diluyendo hasta casi desaparecer.
¿Será qué las obras musicales que buscaban quedar inmortalizadas en la historia por su contenido artístico quedarán sepultadas por aquellas que se encuentran condicionadas por el consumismo y la carrera contra el tiempo con el objetivo de que los «artistas» no pierdan su vigencia? Esta es la pregunta que me hago mientras la plataforma de streaming elige aleatoriamente la siguiente canción que voy a escuchar esta noche.
Muy buen artículo joven Ray
¡Saludos!
Super interesante el post!!!