“Del colapso gravitacional, al Dios solar”

Por Ignacio Santibañez:

Cuenta la historia que hace aproximadamente 4,500 millones de años se generó un colapso gravitacional provocado por una intensa acumulación de materia, esta formó una gran nube molecular, de la cual una parte se agrupó en el centro, creando al sol, y la otra parte se distribuyó al rededor, formando la galaxia. En términos concretos, el sol representa un elemento que ha sido aprovechado por los seres fotosintéticos[1] para la obtención de la vida. La estrella central de nuestra galaxia emite el calor que constituye la gran fuente de energía de la que depende la materia para componerse, ya que ésta se forma de átomos o moléculas en constante movimiento o vibración.

Por el efecto del sol fuimos capaces de determinar el concepto de tiempo, establecido por el día y la noche, también nos beneficiamos del ciclo hidrológico, que permite tener agua en estado líquido, elemento vital del cual se compone “en promedio” el 70% de nuestro cuerpo; su irradiación estimula las terminaciones nerviosas de la piel , desencadenando un aumento de la producción de serotonina, sustancia que está presente en las neuronas y realiza las funciones de neurotransmisor impactando nuestro estado de ánimo; además, la exposición a la luz solar estimula la producción de glóbulos rojos y blancos, entre muchos otros aspectos que son necesarios para la vida. En cuestión tecnológica, el sol es la fuente más poderosa de energía renovable, y los avances en esta materia son cada día más precisos respecto a la capacidad y eficiencia en la captación; seguramente llegaremos a un punto en el que la limitación energética no sea más un obstáculo para el ser humano, sino un potenciador de nuestras más altas capacidades.

Establecido el precepto de que “estamos conformados por energía”, es posible apreciar los motivos por los cuales diversas culturas ancestrales como la egipcia, la mesopotámica, la mexica, la incaica, la china, la japonesa, la griega, y religiones como la hinduista, asociaron al astro con sus dioses más trascendentales; uno de ellos, muy enigmático, proviene de la cultura egipcia, su nombre es Ra, es símbolo de germinación, calor y luz, es el responsable de dar origen a la vida, pero así también es responsable de vigilar el ciclo de la muerte y la resurrección; otra cultura que adoptó el culto al sol fue la griega, de donde surgen Helios y Apolo, el primero, representado como un dios coronado con una resplandeciente aureola de sol, que va conduciendo un carruaje, o carro, símbolo importante ilustrado en el tarot, y el segundo, Apolo, posiblemente el segundo dios más venerado en la historia después de Zeus, quien pasó de la analogía “Apolo Helios”, para convertirse en ni más ni menos que el dios sol; Apolo era una divinidad olímpica a la más pura esencia  griega, poseía infinidad de atributos, representaba belleza, perfección, armonía, equilibrio y razón, era el dios de las artes y era temido por otros dioses, ya que así como Ra, mantenía una cualidad dualística, al ser también dios de la muerte súbita, de las plagas y las enfermedades; así también los romanos practicaron especialmente un culto al Sol Invictus, en el cual su mayor ceremonial consistía en glorificar “el nacimiento del Sol Invicto” Dies Natalis solis Invicti, mediante un ritual que comenzaba con el solsticio de invierno, cada 21 de diciembre, que tenía como significado el nacimiento del nuevo sol que vence a la obscuridad.

Huitzilopochtli

No es casualidad que muchas religiones de la actualidad celebren sus festividades más importantes durante el periodo que transcurre desde el 21 hasta el 25 de diciembre de cada año; esto sucede “por ejemplo” con la Navidad, con el nacimiento de Jesús el Nazareno; así también sucede en el imperio Azteca, donde Huitzilopochtli, dios del sol y la guerra, llegaba durante el solsticio de invierno para que todos pudieran disfrutar del espectáculo de su magnificencia plasmada en el cielo; en la cultura pagana y en las órdenes iniciáticas, el ceremonial se fundamenta en los solsticios, el de verano y el de invierno, eventos que representan la apertura de las puertas solsticiales, celebrados con la finalidad de obtener satisfacción energética y espiritual. Uno de los puntos energéticos mayormente conocido en el mundo es Stonehenge, monumento que se sitúa en Wiltshire, Inglaterra, en el que durante estas fechas solsticiales puede apreciarse la aparición del sol justo atravesando el eje central de la edificación; en una práctica similar, es curioso notar lo que sucedió en la cultura inca, que se asienta sobre lo que hoy es Perú, Ecuador, Bolivia, parte de Chile y Argentina, países que compartían la idealización del Dios Sol, Inti, y que, sin embargo, a los incas con la colonización española y la evangelización, les fue prohibido continuar adorando al astro. Lo llamativo es que estamos precisamente viviendo la repetición en la historia en esa región. En conclusión, el sol es una fuente inagotable de energía que alimenta los distintos anhelos que se tengan sobre el, ya que su luz irradia a todos sin distinción.


[1] Los organismos fotosintéticos son aquellos capaces de capturar la energía solar y usarla para la producción de compuestos orgánicos.

Si te gustó, ¡Espero nos puedas compartir!

Ignacio Santibañez

Libre pensador, adogmático, hermetista, financiero, mercadólogo, que busca el equilibrio entre lo material y lo intangible

3 comentarios sobre ““Del colapso gravitacional, al Dios solar”

  • el 20 noviembre, 2019 a las 4:05 pm
    Permalink

    Buen articulo, mas cientifico que filosofico, por cierto, mi nombre significa sol en euskera.

    Respuesta
    • el 21 noviembre, 2019 a las 1:16 pm
      Permalink

      ¡Muchas gracias por leernos! que bonito nombre. Esperamos disfrutes de nuestras columnas.

      Respuesta
  • el 9 enero, 2020 a las 9:31 am
    Permalink

    Un articulo muy interesante. Gracias por la ilustración. Saludos.

    Respuesta

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *