El aborto y la vida

Por Alejandra Martín del Campo:

La vida es un derecho inherente para quienes ya somos, pero ¿acaso lo es para quienes no son todavía? 

Cuando una mujer se asume como individuo pensante, fuerte y responsable, toma la decisión de tener un hijo… o no. Motivos para tenerlo y motivos para no tenerlo hay muchos, y todos son válidos y deben por ello ser respetados. 

Hace escasamente tres años, en 2018, Irlanda, uno de los países europeos con mayor tradición católica, vivió uno de los momentos feministas más importantes de su historia. Con una mayoría arrolladora, los irlandeses votaron a favor de la mujer cuando está por tomar una de las decisiones más importantes de su vida: continuar con un embarazo o suspenderlo.

Han sido muchas las campañas provida que intentan, por medio de mensajes lastimosos que incitan a la culpabilidad, promulgar el derecho a la vida desde antes de nacer, sin tomar en cuenta ni el antes ni el después de un embarazo. 

Pero quienes reaccionan en contra del aborto omiten algo fundamental: no es con la concepción que se obtiene el derecho a la vida, sino con el nacimiento, y ese derecho no lo otorga ni la sociedad, ni la familia ni siquiera el padre, al final ese derecho nos lo brinda una mujer.

Si somos, si existimos, si estamos aquí y ahora, fue por decisión de una mujer.

Cuando una mujer decide tener un hijo, es una decisión egoísta que se fundamenta en sus propios anhelos, sueños, expectativas o incluso sus propios temores; sin embargo, cuando una mujer decide sobre los mismos fundamentos la interrupción de un embarazo, corre el riesgo de ser juzgada moral, social y muchas veces, penalmente. 

La decisión de tener un hijo debería ser tan controversial como la decisión de interrumpir un embarazo. Desde el momento de nuestro nacimiento tenemos derecho a la vida porque ésta ya nos ha sido dada, pero tenemos, además, derecho a la alimentación, a la salud, al bienestar, al amor y a la felicidad. Todos estos derechos, al menos en la primera parte de nuestra existencia, son responsabilidad principalmente de una madre. Empero, nadie ignora que la realidad de muchos, desde el instante mismo de su nacimiento, carece de todo tipo de bienestar y lleno está de terribles violencias físicas, económicas y emocionales. 

El aborto es una interrupción, nos guste o no, y poco probable es que exista una justificación absoluta o total, pero una vida que se otorga sin responsabilidad y sin valor tampoco se justifica mínimamente. 

Las campañas provida pueden opinar tanto como las mujeres que por propia convicción decidieron tener un hijo ; sin embargo, no es que siendo apenas concebidos podamos tomar nuestras decisiones, como nacer o no nacer, eso sólo lo puede hacer quien ya ha nacido y se ha formado. Opinar es un derecho humano para quienes somos y por consiguiente estamos, pero juzgar… A eso no tenemos derecho. 

Detengamos esa tendencia a juzgar con dolo y a dar soluciones que tan sólo provocan problemas mayores. Un niño no querido es un niño abandonado, maltratado e infeliz. No intentemos que una mujer tenga un hijo sólo porque nuestra conciencia lo dicta. Niños desgraciados que nacieron porque las madres tomaron la “decisión correcta”, en verdad que abundan. 

Ninguna mujer se embaraza con la idea de abortar, y los motivos de amor, desamor, miedo, felicidad, esperanza o tristeza que incitan a una mujer a tener un hijo, son exactamente los mismos que determinan la suspensión de un embarazo. 

Respetemos a la mujer que, mirándose a sí misma y asumiéndose como un individuo fuerte, inteligente y lo suficientemente responsable, decide tener un hijo o no.


«Imagen de portada tomada de @soysatin», https://www.instagram.com/soysatin/.

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