El mar y Joseph Conrad

Por Yessika María Rengifo Castillo:

 El mar es dulce y hermoso, pero puede ser cruel.

Ernest Hemingway[1]

El mar es sinónimo de libertad, amor y calamidades que han acompañado a los seres humanos a través de la historia. Ese fascinante mundo que es el mar se posicionó en novelas del siglo XVII y XIX, donde el héroe se enfrenta a esas peripecias que tiene ese escenario tormentoso y encantador. Uno de los grandes novelistas del mar es Joseph Conrad, nacido en 1857 en la ciudad polaca de Berdyczòw, hoy Ucrania, y fallecido en 1924 en Bishopsbourne, Inglaterra. Enamorado del mar, narró su fascinación desde la nostalgia, la incertidumbre y la melancolía, sentimientos que lo acompañaron gran parte de su vida de marinero en barcos franceses mercantiles, y al huir de Polonia, su país de origen, que fue invadido por los rusos.

Su vida fue el reflejo de la angustia, la cual lo llevó a España para participar en las guerras carlistas a favor de don Carlos, finalmente mudándose a Inglaterra en 1886 donde cambia su nombre Józef Teodor Konrad Korzeniowski por Joseph Conrad, que se instauro en el mundo de las letras para siempre. Escribió en inglés no porque era la lengua del imperio, sino porque era la lengua de los tripulantes. Es autor de varias obras como El corazón de las tinieblas, en la que usa la técnica de la narración dentro de la narración. La novela relata emociones y sentimientos de los personajes sobre los que se desarrolla una profunda reflexión moral acerca de la soledad y la lucha del hombre contra las fuerzas incontrolables de la naturaleza.

Este tipo de literatura expone que los europeos infirieron el mundo desde distintas tradiciones. Según Julián Muela Ezquerra:

La superficie marina sirve al hombre medieval para unir y para separar, para aislar continentes y poner límites al universo conocido, para alcanzar nuevas tierras o huir de peligros; también para provocar miedo cuando esa mole se encabrita en forma de tempestades y olas rompiendo como murallas (2007: 148).

Lo anterior indica que el mar es un universo de posibilidades para asumir la vida.

Avanzando en el tiempo, encontramos que Conrad nos presentó su novela La línea de sombra, que es una línea imaginaria evidenciando cruelmente la división de la juventud y la vida adulta, sin renunciar a su amado mar.  Algunos fragmentos de la novela:

Transcribiré algunas líneas de este cuaderno, que me parecen hoy casi irreales y que extraigo de las páginas que emborroné aquella misma tarde. Diríase que se realiza en el cielo una especie de descomposición, de corrupción del aire, que continua tan inmóvil como de costumbre.

Después de todo, simples nubles, que pueden traer o no lluvia o viento. Es extraño que esto me desasosiegue tanto. Me siento como si hubiese descubierto todos mis pecados; pero supongo que esta desazón es debida a que el barco continúa inmóvil, sin mando, ya que no tengo nada que impida a mi imaginación el extraviarse entre las imágenes desastrosas de las peores eventualidades que puedan caer sobre nosotros. ¿Qué iría a suceder? Probablemente nada. Aunque también puede suceder algo. Quizás una furiosa borrasca, para hacer frente a la cual sólo tengo cinco hombres, que en un punto de vitalidad y fuerza a penas si valen ya por dos.

Es muy posible que perdamos todas nuestras velas, que hemos mantenido desplegadas desde que salimos de la desembocadura del Mei-nam, hace quince días… o quince siglos. Paréceme como si toda mi vida anterior a este día memorable estuviese ya infinitamente lejana de una juventud despreocupada, como si ésta quedase al otro lado de una sombra. Sí, es muy posible que perdamos las velas; lo que vendría a equivaler a una sentencia de muerte para la tripulación, pues no hay suficiente fuerza a bordo para reemplazarlas.

Sí, por increíble que esto pueda parecer, hasta es muy posible que seamos desarbolados. Esto ocurre muchas veces por no poder maniobrar con la rapidez necesaria, y la verdad es que ya no nos quedan fuerzas para bracear las vergas como es debido. Es como verse atado de pies y manos antes de que le corten el cuello. Y lo que más me espanta es la sola idea de subir al puente para ordenar la maniobra. Es mi deber con respecto al barco, con respecto a los hombres que quedan sobre cubierta, algunos de ellos dispuestos a dar lo que les resta de fuerzas a una palabra mía. 

Y he aquí que la sola idea de ello me hace temblar. Y todo por una simple visión. Ahora comprendo ese extraño sentimiento de inseguridad que sentía antaño. Siempre sospeché que, llegado el caso, podría estar a la altura de las circunstancias. Y he aquí la prueba positiva. Estoy a la altura de las circunstancias (134-136).

Los anteriores fragmentos son parte de una remembranza que vivió Conrad en su mundo marino como mercante, un mundo de luchas y esperanzas que le permiten continuar.

No es extraño, pues, que el mar es símbolo universal de la literatura que inspira a los artista y escritores, como Joseph Conrad, a contar sucesos de la vida en esos ires y venires, ofreciendo múltiples significados. La invitación es a leerlo como un referente de la literatura universal que hace del mar un abanico de historias.       

Referencias bibliográficas

Conrad, J. El corazón de las tinieblas. Bogotá: Editorial Alianza, 2008.
———. La línea de sombra.Barcelona: Editorial Bruguera, 1981.
Muela Ezquerra, J. “Atributos y funciones del mar en el viaje literario medieval. Algunos ejemplos de narrativa francesa (siglos Xll y XVIII)”. Cuadernos del CEM y R 15 (2007): 145-172.

Cibergrafía

Imagen tomada de https://www.farodevigo.es/sociedad/2018/03/05/conrad-aventura-realidad-vida-16067839.html


[1] Escritor, novelista, periodista y corresponsal de guerra estadounidense, autor de Fiesta (1926), Adiós a las armas (1929), Por quién doblan las campanas (1940) y El viejo y el mar (1952).

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