El valor del tiempo, antes del fin del mundo…
Por Ignacio Santibañez:
La humanidad, durante su proceso evolutivo, se ha visto en la necesidad de cuantificar todo cuanto percibe, el tiempo no es la excepción. La primera concepción que se tiene de este se fundamenta en el Big Bang, teoría mayormente reconocida que plantea que todo surgió a partir de una gran explosión provocada por la acumulación masiva de materia y energía, ocurrida hace aproximadamente unos 13,700 millones de años, evento que marcó el inicio de la historia y por lo tanto, el inicio del tiempo.
La medición más precisa que se conoce del tiempo se obtiene con un reloj atómico configurado bajo la unidad de medida de un segundo, la cual equivale exactamente a 9,192,631,770 (nueve mil ciento noventa y dos millones, seiscientos treinta y un mil setecientos setenta) periodos de la radiación correspondiente a la transición entre los dos niveles hiperfinos del estado fundamental del átomo de cesio 133 a una temperatura de 0 k, según lo que establece el Sistema Internacional de Unidades;[1]es realmente interesante conocer este dato ya que a partir de esta medida se determinan los minutos, las horas, etcétera.
En otra acepción, el tiempo biológico cuantifica la duración del transcurso entre el nacimiento y la muerte, elemento indispensable de considerar ya que en términos concretos determina un principio y un fin, por lo tanto, manifiesta que en la medida en que la vida avanza, escasea; esto es también observable en términos económicos, podría considerarse que el bien más valioso que posee una persona es su propio tiempo, este representa la moneda de cambio, y estará tan bien o mal apreciada en tanto que se posean habilidades de especulación dentro del mercado de la sociedad durante un periodo de tiempo biológico específico.
Más allá de las mediciones, el tiempo también se percibe desde otras manifestaciones, como se puede apreciar en la Teoría de la Relatividad, formulada por Albert Einstein, la cual describe que la geometría que compone el espacio-tiempo se ve afectada por la presencia de la materia, provocando una deformación de su composición;[2] actualmente bajo este principio se desarrollan investigaciones muy avanzadas que pretenden materializar los viajes en el tiempo y la teletransportación.[3]
El tiempo puede contextualizarse de dos formas, una objetiva y exacta como se describió, y otra subjetiva, porque su elemento más importante se concentra en la individualidad con respecto a la percepción del tiempo, ya que ésta depende de la interpretación del propio observador, como es evidente en el ejemplo de que no pasa el tiempo de la misma manera para dos distintas personas en una situación de emergencia o prisa que en una situación de tranquilidad o reposo, por lo tanto, la interpretación al ser individual es subjetiva, más no por ello irreal.
Además de lo anterior, podemos apreciar otras connotaciones inmateriales, grabadas en lo más profundo de nuestra información genética, que se expresan a través de los sentimientos, principalmente de los afectivos, y que en esencia son los que alimentan al espíritu, manifestados en conceptos como el amor, el respeto, la valentía y todos aquellos sentimientos que engrandezcan al ser humano así como sus capacidades, sus ideales, y que dadas las circunstancias actuales estén dirigidos a perseguir lo que realmente trasciende en el tiempo. Estos valores con respecto a la evolución nos han impulsado como especie a cuidar de nuestros semejantes y de hacer todo lo que sea necesario con tal de asegurarles la supervivencia, esta circunstancia es un reflejo de la imperante necesidad de colaboración para sobrevivir, estableciendo categóricamente el hecho de que “juntos somos mejores”, está grabado en nuestra genética y comprobado tras el paso del tiempo; metafísicamente, Platón planteó la reminiscencia,[4] consistente en el recuerdo de lo que el alma sabía cuando habitaba el mundo de las ideas, antes de caer al mundo sensible por medio de un cuerpo, lo cual observamos analógicamente en el hecho de que nuestra genética contiene el recuerdo inconsciente de todo lo que ha existido en ella desde el momento de su creación.
Este no es el fin del mundo, aunque algunos así traten de presentarlo, más convenientemente es la marca del inicio de lo que las culturas antiguas vaticinaron hace mucho tiempo, fundamentadas por la información astronómica observada desde distintos puntos del planeta. La incursión de un nuevo virus en la historia de nuestra especie está determinando el momento crucial de la historia moderna en el que el planeta se tomó un descanso de los seres humanos, y nosotros, recluidos en aislamiento, nos encontramos con la oportunidad de hacer un ejercicio de introspección para determinar inicialmente quiénes somos, y a partir de ello desarrollar nuevas capacidades e ideales que estén en consonancia con la nueva forma que requieren los tiempos para habitar un nuevo mundo.
El capitalismo puede determinar un valor para nuestro tiempo, por la asignación de un salario, o en el rendimiento de una inversión de recursos durante un periodo específico, sin embargo, hay otro tipo de tiempo que está más allá de los preceptos económicos ya que puede considerarse invaluable. En la medida en que se tenga la capacidad de conocerse a sí mismo, en la misma medida se tendrá la posibilidad de identificar nuestras mejores capacidades para la contribución de la reconfiguración social, en la búsqueda de la trascendencia y de lo que es invaluable se encuentra una gran oportunidad para fundamentar con mejores bases un ciclo que empieza, la rutina nos ha impedido por mucho tiempo contar con un espacio para la reflexión y el recogimiento espiritual; visto desde cualquier tipo de creencia, ya sea religiosa o no religiosa, se entiende que existen anhelos que no pueden ser satisfechos por ningún bien material, sino sencillamente por la autorealización del ser.
A lo que asignamos tiempo resume lo que somos, esta es una oportunidad de apreciar el tiempo recibido y retomar lo que algún día dejamos pendiente, algunos disfrutan de pintar, otros de bailar, escribir, tocar un instrumento, leer, filosofar, hacer ejercicio. No es el fin del mundo, pero si lo fuera por cualquier circunstancia, ¿te sientes satisfecho con la forma en la que te dejó la vida al momento?, ¿tienes asuntos pendientes, o dejaste algún amor inconcluso?, ¿te quedaste algo sin decir?, la vida es efímera, por eso hay que utilizar el tiempo de la manera más sabia posible, es hecha a la medida de cada persona, el tiempo y la persistencia son los que brindan la maestría.
Lo que podemos comprobar tras la experiencia de un aislamiento es que lo que realmente importa no es la materia, sino la vida misma, la plenitud de disfrutar cada momento, el de una charla, una compañía, un abrazo, la simple experiencia, el “estar”. Separarnos de las personas nos ha hecho nuevamente valorarlas, valorar el tiempo que nos dedican o que les dedicamos, hacerlo selectivamente entonces no está mal. Este experimento social tan complejo pone a prueba nuestras mejores capacidades como especie, entre éstas está la capacidad de unión porque siempre hace la fuerza.
¿Qué tenemos de frente?, un cambio de ciclo en el que se rompen paradigmas y se abre la oportunidad para plantear nuevas formas de habitar al planeta, más limpias, más eficientes; se requieren nuevas formas de entender la economía, las relaciones interpersonales, de mayor respeto hacia la otredad en la configuración de una mejor sociedad.
El estado de emergencia provocado por la pandemia nos obligó a recluirnos en aislamiento, situándonos en nuestra realidad más esclarecedora, en una situación de crisis e incertidumbre, de miedo, desesperación, y otros elementos negativos, que al final son los más determinantes por representar la fuente misma del conocimiento por la experiencia, tal cual se describe en un proceso iniciático, pero en esta ocasión masivo, que abre la oportunidad de crear nuevas reglas más congruentes con las expectativas actuales, y que nos obliga a replantearnos el tipo de personas que seremos la próxima vez que salgamos a la calle y nos veamos cara a cara.
El secreto ya lo vimos, está en dirigir el propósito hacia las cosas
que al final más importan; adquirir conciencia de la importancia del tiempo nos
permite reflexionar acerca de lo que vale cada segundo otorgado para cumplir
con nuestros objetivos; determinar quién soy y hacia dónde me dirijo, quién o a
qué le entrego mi tiempo; lo que nos trajo este fenómeno fue la posibilidad de descubrir
en dónde estamos parados ante una circunstancia de crisis, y todo lo vivido
hasta el momento nos hizo darnos cuenta de que al final gana el amor. El
distanciamiento es temporal ya que siempre encontraremos maneras de estar
juntos, de comunicarnos y sobrevivir a como dé lugar.
[1] https://es.wikibooks.org/wiki/F%C3%ADsica/Sistema_Internacional_de_Unidades_(SI)
[2] https://es.wikipedia.org/wiki/Teor%C3%ADa_de_la_relatividad
[3] https://www.elmundo.es/blogs/elmundo/apuntesnasa/2015/11/26/cuanto-viaja-en-el-tiempo-un-astronauta.html
[4] https://es.wikipedia.org/wiki/Teor%C3%ADa_de_la_reminiscencia