Ianvarivs

Por María del Carmen Rivero Quinto

A Rubén Carlos Rivero Díaz.
Sol ausente.

Sol de enero poco duradero.

Refrán popular

5 844 días.

El 21 de diciembre pasado apliqué examen extraordinario a mis alumnos en Historia. Luego de la revisión, les pedí que firmaran de conformidad y que anotaran la fecha. Cuando uno de ellos lo hizo, reparó en el día y dijo: “hoy es el cumpleaños de Huitzilopochtli”. Todos reímos, y yo pregunté si esa afirmación está sustentada desde la historia, a lo que el alumno respondió: “históricamente no, pero míticamente, eso se dice”.

Al día siguiente, compartí la anécdota con Alfonso Sánchez Arteche, maestro y querido amigo, quien con la bondad que lo caracteriza explicaba que, en efecto, Adonis, Atis, Huitzilopochtli, Mitra, Osiris, entre otros nombres de los panteones antiguos, son deidades solares que se pensaba que habían nacido en el día del solsticio de invierno, cuando el Sol está más alejado de la Tierra, y la oscuridad de la noche se prolonga. Después vienen los días con más horas de luz. “Viven poco tiempo”, sentenció Alfonso, “mueren en la primavera”.

Huitzilopochtli. Códice Telleriano-Remensis.

En efecto, fue el cristianismo el que les dio muerte, en la primavera, con la muerte de Jesús en cruz que se celebra por esas fechas. Sin embargo, hoy hablo de los inicios y nacer es uno de ellos al igual que morir, aunque esta idea nos sea aún abstracta. Así, el nacimiento del Niño-Sol, como Alfonso llama a Huitzilopochtli, recuperando el mito mexica en su cuento “Solsticio hiemal”, culmina con la promesa del inicio de otra vida después de atravesar el umbral misterioso para todos los seres vivos, el de la muerte.

En la entrega anterior de Ianvs comenté que mi capacidad lectora se ha fortalecido gracias al estímulo que supuso el libro que dio tema a aquella columna. Con mi habilidad vigorizada, durante el pasado periodo de fiestas decembrinas leí Cosmovisión agrícola y muerte en el Valle de Toluca, obsequio de Antonio Enríquez, su autor, mi exalumno en la licenciatura en Historia, y con quien eché a andar las jornadas sobre historia y literatura en la Facultad de Humanidades de la uaemex.

En su texto, Antonio recupera testimonios de miembros de las comunidades de la zona, en especial del grupo mazahua, quienes comparten que es bueno que los seres humanos mueran en el mes de enero. Así, un relator dice que, si a principios de año hay un número significativo de decesos, ello se debe a que la Madre Tierra los llama para que sean su pronto alimento. En ese mismo tenor, una mujer explica que es de buen augurio que las personas fallezcan en enero, pues de este modo, el ciclo agrícola es estimulado porque desde las entrañas de la tierra hay más seres que trabajan por el sustento de los que siguen con vida, empujan al maíz para que éste salga a la superficie.

Estas anécdotas, de alguna manera, me hicieron reparar en que la historia, y antes que ella el mito, me estaban ayudando a comprender mejor por qué tú moriste en enero, en el mes de Jano, el dios romano de los inicios. A decir de la cosmovisión mazahua, los decesos ocurridos en este mes tienen una connotación positiva. El libro de Antonio me recordó qué ritual practiqué cuando tú moriste e inauguró mi vida sin ti. Coloqué una piedra sobre tu lápida, lloré por mucho tiempo y, debo ser justa con los recuerdos, fue después de tu muerte que conseguí mi primer empleo. Desde la tierra, siguiendo esta cosmovisión, tú empujaste esa oportunidad.

         De este modo, un elemento más se suma a las reflexiones acerca de los vínculos entre historia y literatura, esencia de Ianvs. La tesis que propongo ahora (aunque ya he ensayado con ella en otros ámbitos) es que el mito es el origen común de la historia y de la literatura. El mito, a decir de Mariano Rodríguez, docto filósofo en el tema y amigo, es insondable. Intentar reducir su esencia a una explicación llana resulta una tarea fallida. Para los fines de esta columna, sin embargo, diré que el mito es la narración poética que habla de la configuración humana. Si el mito es narración, entonces, su discurso genera sentidos simbólicos sobre el origen, es decir, eso remoto que ha dejado de ser, pero cuyo efecto determina y permanece.

Historia y literatura, se sabe, son cada una, a su manera, narraciones. El discurso de la narración histórica pretende dar una representación adecuada de la realidad que ha dejado de ser, a decir de Roger Chartier, mientras que el discurso literario informa de lo real sin pretensión de representarlo o de adecuarse a ello. De este modo, cuando el alumno respondía que el nacimiento del dios mexica no puede explicarse con la razón histórica, el mito explica con la razón metafórica la causa de una acción natural: por qué el Sol se aleja de la Tierra en el tiempo hiemal y por qué es necesario hacerlo nacer.

Para el mito, los significados han estado ahí siempre. Tal vez por ello la historia se le rebela, pues pregunta por las causas (el origen) de algún proceso social (Heródoto dixit), y el historiador relata el suceso, “la crónica puntual de lo acontecido, con lujo de detalles, amén de otras precisiones”, confiesa Alfonso en su calidad de historiador disfrazado de narrador en uno de los cuentos de Génesis apócrifo, también leído durante la recuperación.

La literatura, en cambio, conserva más intacta su relación con el mito al recuperar fórmulas como el “había una vez”, el “hace mucho tiempo”, o el “cierto día, es decir, en aquel preciso día en que ocurrieron todas las historias”, según otra cláusula alfonsina. Así, estos inicios de relato han configurado el imaginario que las identifica en tanto frases características de la ficción. Uno es el tiempo histórico, y otro es el tiempo antes del tiempo. Uno es el tiempo de la historia y otro, el ahistórico, el tiempo del mito y, por tanto, el de la literatura. Por ello, Vladimir Propp sentencia que el mito renace en el cuento.

La mitología de los dioses solares, al igual que la de Jano, hace sentido. Historia y literatura buscan el sentido también, sólo que con una pretensión más modesta porque conocer la causa primera supone llegar a la verdad y eso sólo el mito, quizá, lo hace. La respuesta a la pregunta por qué es válida para el mito, pero sólo es el motor de la indagación para la historia y un enigma que se dice en palabras iterativas para la literatura.

Representación medieval de Jano con dos llaves.

Ianvs, el que mira de forma simultánea lo sucedido, lo que sucede y lo que sucederá, ha sido proclamado en esta columna como el emblema de la relación historia y literatura, y es precisamente desde un relato literario que esta tesis encuentra su sustento. Ahora me rindo y eso es todo, novela histórica de largo aliento de Álvaro Enrigue (la historia siempre tiene el aliento largo), inicia con el nombre que los romanos pronunciaban antes que el de cualquier otro dios, Jano. En este libro acerca de la vida, la captura y la muerte del último indio apache, Gerónimo, el narrador comienza el relato invocando, a su modo, a Jano y con ello anuncia lo que está por venir, un relato con una doble línea discursiva, la histórico-literaria. Un relato, pues, con un doble rostro:

En el centro del llano, hay que poner a unos misioneros españoles y un templo, luego unos colonos, un pueblo de cuatro calles. Alguien pensó que ese pueblo era algo y le puso un nombre: Janos.[1] Tal vez porque tenía dos caras. Una miraba al imperio español desde uno de sus bordes, el lugar donde empezaba a borrarse. La otra miraba al desierto y su órgano, la Apachería (p. 13).

El emperador romano Julio César fijó el 1 de enero como día de Año Nuevo en el 46 antes de nuestra era. Los romanos lo dedicaron a Ianvs, dios de los portales simbólicos y de los inicios. El mes de enero (Januarius) recibe de él su nombre, pues, como el portero, con una cara mira hacia lo que está afuera o por venir y con otra, hacia adentro, a lo que ha pasado.

Ianvs sigue entre nosotros. Pronunciamos su nombre más de treinta veces en su mes. En español, enero viene del latín vulgar jānuāirō[s] y de ahí pasó al medieval como janero, según Corominas y su diccionario. En otros idiomas, Jano resuena con mayor nitidez. El inglés conserva su raíz en January y el francés lo llama Janvier. Por su parte, los cristianismos ortodoxos resaltan a este mes con una celebración fundamental. Rescato la explicación de una anécdota que Bono comparte en su autobiografía:

I had fun slagging off Bob [Geldof], a famous atheist, for writing “a Christmas carol”.[2] It was not lost on him that one of the oldest Christian churches in the world was founded by Ethiopian Copts in the fourth century who very definitely did know the date of Jesu’s birth –incidentally, being Orthodox, January 7, not December 25. (2022, p. 204)

El 7 de enero las iglesias ortodoxas celebran la Natividad, es decir, intentan hacer coincidir el nacimiento de Jesús con el inicio del año, mientras que el 6 de enero, la comunidad católica celebra la Epifanía, en la que tres magos interpretan y adoran a una aparición o a la manifestación de un misterio, en este caso un nacimiento simbólico, aunque menos novedoso por lo que se explica líneas arriba, y que va más allá de lo conocido por las leyes de este mundo.

Ángel Zárraga (1910). Los Reyes Magos. Colección: MUNAL.

Si aún fueran vigentes las cuentas de los días de la cosmovisión romana, diría que fue en el tiempo de las januales que tú partiste. En esas fiestas dedicadas a Jano, los familiares y amigos se obsequiaban aguinaldos,[3] que consistían en bultos deliciosos preparados con dátiles, higos, hojas de laurel, ramas del aromático sabino, considerado portador de la felicidad, miel o un tipo de pan llamado janual. La sencillez primitiva y el colmo de la alegría a la que los esclavos también estaban convidados.

         Las fuentes mencionan que alguien (misterio, esencia del mito) abrió las puertas del santuario de Jano para que los ostrogodos no entraran en la ciudad, defendida por Belisario. Triunfaron. La tristeza que evidencia mis días sin ti me hace pensar en que las puertas que tú abriste con tu muerte son un umbral que Jano guarda y que no puede cerrar. Abuelo, Ianvarvis significa el comienzo de la prolongación de los días. Con tu muerte en enero, comenzó la prolongación de mis días sin ti y la prolongación de tu recuerdo.

         En los Fastos, Ovidio reproduce las palabras que Jano le dicta: “Todo depende del comienzo”, en alusión a la enorme importancia que tenía para los romanos antiguos el buen inicio de una empresa fáctica o personal, es decir, simbólica. Que el janitor guarde benévolamente este año y su inicio, que vigile el tránsito de esta columna dedicada a él, en tanto emblema de la relación historia y literatura, en tanto símbolo del límite difuminado que representa el encuentro de estas dos diciplinas para unos, artes para otros.

         Abuelo, hace tiempo que has sido asimilado por la tierra, si lo pienso desde la cosmovisión indígena, para continuidad de quienes debemos seguir sin ti. Integrado a ella, tu espíritu se ha sumado a la prolongación de mis días sin ti que hoy son 5 844. Que Ianvs guarde tu recuerdo en el misterio de los días que faltan para volver a verte, si ese anhelo puede ser cumplido.

         En el diálogo que Ovidio tiene con Ianvs, el poeta recibe una respuesta que da otro sentido, menos amargo, al mes de enero, el de tu partida. A pregunta expresa sobre los regalos recibidos en el día de Año Nuevo, el dios responde que con ellos se espera que ese dulce ofrecimiento impregne con su sabor las empresas por realizar y que un año dulce prosiga al camino emprendido. El uno de enero de este año, abuelo, recibí un mensaje. Era dulce. La promesa de una dulce ilusión. En ese día favorable, sólo palabras favorables se pronunciaron. Con la venia de Ianvs, veamos qué pasa.


Fuentes consultadas

Bono. Surrender. 40 Songs, One Story. Alfred A. Knopf for Borzoi Books, 2022.
Corominas, Joan. Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. Gredos, 1987.
Enrigue, Á. Ahora me rindo y eso es todo. Anagrama, 2018.
Enríquez, A. Cosmovisión agrícola y muerte en el Valle de Toluca. foem/uaemex, 2022.
Sánchez, A. Génesis apócrifo. foem, 2014.


[1] Actualmente ubicado en el estado de Chihuahua, México. Los jesuitas dieron el nombre a partir de un grupo indígena hoy extinto llamado janos. Los españoles lo escribieron como hanos.
[2] Se refiere a la canción Do They Know It’s Christmas?.
[3] De nuevo con Corominas, el origen de esta palabra es incierto, aunque él se atreve a ubicarlo en el latín más remoto en la frase hoc in anno (en este año) que se empleaba como refrán en las canciones populares que celebraban el año nuevo romano.

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