José Eustasio Rivera: fragmentos de La Vorágine
Por Yessika María Rengifo Castillo:
Si la literatura es una especie de enorme expediente acerca de la naturaleza humana, la pregunta por la maldad resulta ineludible.
Ricardo Menéndez Salmón[1]
Una de las grandes novelas que ha construido los escenarios colombianos es La Vorágine de José Eustasio Rivera. Se caracterizó por ser el cantor de la naturaleza en dos formas: verso en su obra Tierra de promisión y prosa con La Vorágine. En ese sentido algunos críticos literarios posicionan a José Eustasio Rivera en el modernismo y el postmodernismo, pues en el análisis de sus obras hay esencia de ambos movimientos literarios, aunque con más tendencia al postmodernismo evidenciando: la adopción de todos los temas, el reflejo de la realidad del momento, la poesía como medio de liberación de las angustias del hombre, el lenguaje irónico y el uso del humor, y la apertura a las letras contemporáneas.
La Vorágine es el relato autobiográfico de Arturo Cova, donde la violencia es transcendental. Esto se convierte en una serie de acontecimientos en la vida del hombre en la que se mezclan pasiones, vicios, ilusiones y desesperanzas. Un poeta romántico, Arturo Cova, lucha contra las barbaries de una nación y protesta ante esas calamidades que afectan a sus compatriotas. Alguna de esas manifestaciones se presenta en:
Lentamente, el desfile mortuorio pasó ante mí: un hombre de a pie cabestreaba al caballo fúnebre, y los taciturnos jinetes venían detrás. Aunque el asco me fruncía la piel, rendí mis pupilas sobre el despojo. Atravesando en la montura, con el vientre al sol, iba el cuerpo decapitado, entreabriendo las yemas con los dedos rígidos, como para agarrarlos por última vez. Tintineando en los calcañales desnudos, pedían las espuelas que nadie se acordó de quitar, y del lado opuesto, entre el paréntesis de los brazos, destilaba agua sangre del muñón del cuello, rico en nervios amarillos, como raicillas recién arrancados (1973: p. 118).
En 1957, el crítico colombiano Antonio Altamar afirma que La Vorágine es el inicio de temas como: la protesta social, la estructura narrativa, el lenguaje, entre otros ítems. Un ejemplo de esa afirmación es:
El acierto y el nuevo aporte de La vorágine consistieron en la presentación grandiosa y fuerte de las dos tragedias americanas olvidadas desde la obra literaria de los primeros conquistadores y significadas ahora de manera artística y con emoción más sincera que nunca; tragedias que en la obra de Rivera se acoplan con maestría: la agresividad maligna y misteriosa de la selva tropical que casi como factor humano penetraba también en la tragedia del hombre contra el hombre. No fue extraño, por tanto, que en la obra de Rivera se viese la primera novela específicamente americana (p. 122).
Lo anterior indica que La Vorágine es el reflejo de los hechos trágicos que han acompañado los ires y venires de los colombianos y los hispanoamericanos.
No es mera coincidencia que en La Vorágine Colombia se presenta en tres partes geográficas: la sierra, los llanos, y la selva, que corresponden con las tres partes de la novela; no están aisladas la una de la otra, sino que se entremezclan y a través de ellas el autor da una visión nefasta del planeta y la humanidad. Se presenta al viejo cauchero Clemente Silva, un hombre que ha huido, quien posee una hija deshonrada, una mujer que agoniza, y a Alicia, el gran amor de Arturo quien reprocha sus infidelidades y la condena a vivir en la selva, sin olvidar la denuncia de los abusos de los caucheros y, finalmente, la pérdida en esas selvas de sus personajes sin un retorno.
Desde esa perspectiva, Arturo instaura sus vivencias internas así:
Por todas partes fui buscando en que distraer mi inconformidad, e iba de buena fe, anheloso de renovar mi vida y de rescatarme a la perversión; para donde quiera que puse mi esperanza hallé un lamentable vacío, embellecido por la fantasía y repudiado por el desencanto. Y así, engañándome con mi propia verdad, creí conocer todas las pasiones, y sufro el hastió de ellas; y prosigo desorientado, caricatureando el ideal para sugestionarme con el pensamiento de que estoy cercano a la redención. La quimera que persigo es humana, y bien sé que de ella parten los caminos para el triunfo, para el bienestar y para el amor (1973: p.119).
En ese sentido La Vorágine es un camino de fantasías y realidades que permean a sus protagonistas y al mundo.
Para concluir, han transcurrido noventa y seis años de la Colombia e Hispanoamérica que describe José Eustasio Rivera y no han cambiado. La corrupción y el abuso se mantienen como himnos de la decadencia humana, acompañados de una aniquilación de esas bellas selvas que se han transformado en construcciones urbanas que han arrasado con el canto de las aves, los peces del rio y las historias de los árboles. El llamado es a leer esa vorágine que aún tiene relatos que contar en un mundo chambón y jodido, pero paradójicamente con melodías de esperanza.
Referencias bibliográficas
ALTAMAR, Antonio. Evolución en la novela en Colombia. Bogotá: Editorial Instituto Caro y Cuervo, 1957.
RIVERA, José Eustasio. La vorágine. Barcelona: Losada, 1973.
VILLABONA
DE RODRÍGUEZ, Cecilia. Español Sin
Fronteras 8. Santa fe de Bogotá: Voluntad Editores y CIA. S.C.A. 1986.
[1]Escritor, novelista, ensayista, poeta, dramaturgo y filósofo español, autor de La ofensa (2007), Gritar (2007), Derrumbe (2008), El corrector (2009), Medusa (2012) y Niños en el tiempo (2014).