La identidad percibida.
Por Félix Barquera:
Científicamente tenemos cinco sentidos, de éstos dice Aristóteles que la vista es el más importante porque nos da más información y nos permite conocer mejor el mundo físico. No obstante, la mayoría hemos sentido ese escalofrío, a veces, o el estómago revuelto o la preocupación repentina sin causa alguna, ese sentimiento de que algo va a pasar, pero, para nuestra mala suerte, no sabemos qué ni cuándo va a pasar. Coloquialmente le decimos el «sexto» sentido, o aún más coloquial es el «no sé qué (que qué sé yo)», a veces más amplio o menos. Nos podrán decir que sólo hay cinco sentidos, pero, ¿de verdad serán solamente esos o son sólo esos los más usados o comunes?
En la antigüedad fue más conocido el ámbito profético, había personas que tenían visiones, sueños o presentimientos en los que veían algún suceso. Muy famoso es el templo de Delfos de la antigua Grecia, cuya pitonisa daba oráculos a sus visitantes. En la Edad Media la brujería o hechicería no era nada menor, todos sabemos del trágico destino de aquellas personas que estaban envueltas en alguna de éstas dos. Fuera de todo pensamiento científico actual, y tal vez hasta religioso, podemos decir que esas personas fueron mal vistas,o pudieron tener en el otro extremo una vida notable, gracias a esa cualidad poco común: percibir fuera de los cinco sentidos tradicionales. La cuestión puede ir más allá: ¿todas las cosas son percibibles únicamente a través de los cinco sentidos o será que algunas se manifiestan para ser percibidas con más que los cinco sentidos?
Esa pregunta me ha rondado aún con más temas que cuestiones proféticas y la que me trae a este escrito es la identidad. ¿Cómo podemos percibir la identidad de algo o alguien?
Toda cosa en el mundo que nos rodea tiene ciertas peculiaridades que le dan una identidad, una personalidad aunque no sean personas de las que hablemos siempre. El sol, por ejemplo, es percibible principalmente con la vista, pero ¿cómo más lo podríamos sentir? El tacto estaría en segundo lugar y el olfato en tercero, pero más alejado y en combinación con otros elementos, como cuando estamos en el campo y se levanta la tierra, el polvo, y el aire calientes, así podemos percibir estos elementos y además una característica de nuestro principal activo, el sol. Lo mismo pasa con el frío y la humedad, muchas veces, pero ésta última puede llegar valerse por sí misma. El aire puede fungir como medio de expansión para las características propias de los elementos de lo que hablamos, el sol y el frío. Entonces tenemos que la identidad de una cosa podemos no reside en una sola cualidad y, mejor aún, que una cualidad principal puede ser percibida de más de una manera. Esa combinación de sensaciones es lo que muchos abogan cuando se habla de turismo digital y es la misma que otro tanto ignora y no toma en cuenta y a la que le quita importancia o incluso existencia.
Sin embargo, cuando salimos de lo percibible y pasamos al perceptor, es decir, al humano, cambia toda la cosa, porque no es ya sólo que perciba algún fenómeno con distintos sentidos a la vez, sino que su percepción en los sentidos es diferente de otra persona. Podemos poner el ejemplo de dos personas que están en un concierto de su artista favorito y éste decide presentar una nueva canción inédita para cerrar el espectáculo; a una de las dos personas le gusta la nueva canción, pero a la otra le arruinó el espectáculo y le dejó con un muy mal sabor de boca. Ambos son seguidores del mismo artista y los dos estuvieron en el mismo concierto y escucharon el nuevo fenómeno, la canción inédita, al mismo tiempo. Por eso unos son más sensibles en diferentes aspectos, algunos alucinan con la poesía, y otros simplemente no le vemos el sentido poético, sino sólo un sentido llano a las palabras en un poema; y, al contrario, unos podemos alucinar con la producción y la musicalidad de unas canciones, y otros sólo oyen ruido en el mismo intervalo de tiempo que dura una pieza musical.
Después de pensarlo llego a la misma conclusión de siempre, a la que llegué ya hace unos años, pero que veo repetida en muchos casos y que nunca cambiará dada la complejidad humana: todo dependerá de la persona que perciba y las condiciones en que se encuentre cuando perciba. Nuestro buen amigo Wolfgang Iser, al cual ya cité en otro artículo, puede sernos de ayuda aquí; y nosotros como artistas que somos, artífices y autores de materialización de nuestras ideas en algo físico y perceptible a través de los sentidos, nos queda esperar que quien reciba nuestro arte tenga las condiciones propicias para apreciarlo como nosotros quisiéramos que no apreciara, pues, aunque sea Horacio, alguien podría pensar en la calle y no en el poeta.