La perspectiva pop en la cotidianidad: William Eggleston

Por Leto Gómez:

La fotografía a color ha sido predominante desde 1970. A lo largo de la historia surgieron los primeros fotógrafos que dejaron de lado las imágenes monocromáticas y se introdujeron en el plasmar tal cual lo que percibe el ojo humano, conservando en su mayoría una perspectiva artística. Así es el caso del fotógrafo William Eggleston, considerado uno de los principales pioneros en el uso del color en la imagen.

La sensibilidad y la composición en sus obras lo sitúan como uno de los principales artistas visuales referentes del siglo XX. Su ojo se centra no sólo en la armonía del color sino que también equilibra lo banal y la cotidianidad rural de los Estados Unidos de América, dando a conocer al público fotografías muy particulares.

William inició su carrera como artista que pinta con luz de forma independiente. En 1966 realizó sus primeras imágenes a color de objetos cotidianos y detalles arquitectónicos. Cabe mencionar que, durante la década de los 60, el color era exclusivo para la publicidad, mal visto por muchos artistas visuales de la época y sólo los fotógrafos aficionados experimentaban con esta nueva modalidad en la imagen; pero Eggleston no pretendía seguir las reglas. Pronto se cambió al color y su obra se volvió icónica.

En 1976 tuvo su primera exposición en el Moma, el cual fue totalmente criticado: su arte era diferente, con una perspectiva que no todos comprendían en el momento, ya que su trabajo plasma una sociedad americana trivial, pero a la vez oculta la cultura y la identidad del pueblo.

Hablando de temas de composición de color, entre 1973 y 1974 estuvo enseñando en Harvard y descubrió el proceso conocido como Dye-transfer: es una sucesión continua de impresión fotográfica a color. Esta técnica llamó su atención, se dirigió al laboratorio con el fin de averiguar cómo era el procedimiento y quedó impresionado por la saturación de colores y las calidades de las tintas; este nuevo proceso lo ayudó capturar y dar vida a una de sus obras más conocidas: The Red Ceiling.

Eggleston imprimió su obra y observó que el resultado era notable, extraño y rico en pigmentación, incluso más que el negativo a color y la película Kodachrome que había estado usando desde mediados de los años sesenta. Inmediatamente se lo envió a John Szarkowski, el legendario director de fotografía del Museo de Arte Moderno, quien reconoció su genio inusual.

La obra The Red Ceiling adquiriría un gran significado simbólico. Este momento menor e inexplicable, en el que un fotógrafo había reflexionado sobre una bombilla, llegaría a entenderse como un disparo a través de la involución del mundo del arte. Muchos artistas y espectadores consideraron la obra como algo vulgar, ya que parte del entorno se encontraba ciertos elementos como un cuadro de posiciones sexuales correspondientes a los signos del zodíaco; el color rojo enfatizaba el tema de la sexualidad; se percibe el desorden y decadencia dentro del mismo entorno. Fue tan reconocida está imagen que la banda de Memphis Big Star la utilizó como portada del disco Radio City de 1974.

Sus obras siempre han causado cierta controversia y entran en una paradoja entre lo que es visible y lo que es invisible. Por ejemplo, Eggleston raramente fotografía personas, sus imágenes generalmente dan una sensación de ausencia de individuos que han estado dentro del entorno y luego han desaparecido. Esta característica impregna sus fotografías de una extrañeza que abre camino a una sensación inquietante; pero cuando la ausencia se vuelve presencia, captura al sujeto con la misma maestría. Hay una sensación del momento robado en el quehacer de la vida diaria, estos personajes muchas veces ni siquiera se han dado cuenta de que están siendo retratados en el avance de su día a día. Parte de la escena está llena de simbolismos profundos, creando imágenes que en un inicio desconciertan, luego te atrapan y después te obsesionan.

En el documental The Colourful Mr. Eggleston se puede apreciar su forma de trabajo y su forma de ser: es un aristócrata excéntrico que nunca se ha preocupado por que sus obras y su misma perspectiva se integren o le agraden al mundo. Este dogma lo convirtió en alguien único y con un punto de vista respetable y diferente. Fotografió a color cuando nadie lo hacía y disparó su Leica hacia perspectivas inesperadas sin planear anteriormente lo que pretendía capturar en el momento, sólo hacia clic a algo que le llama la atención y como saliera en el primer intento era más que suficiente, sin seguir encuadres y planos como muchos fotógrafos que están acostumbrados a hacerlo al realizar la toma de sus fotografías. Su estilo fotográfico siempre denota esa libertad honesta que refresca y encanta, que ya muchos artistas que pintan con luz han dejado de lado o quienes simplemente tienen otra perspectiva que también es de respetar.

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Leto Gómez

Transmito conocimiento de como los grandes fotógrafos y corrientes percibían el mundo, a través de una imagen pintada con luz.

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