Los analfabetas o secuelas de la historia: una mirada breve a María Paz Guerrero

Por Yessika María Rengifo Castillo:

Todo el mundo tiene que aprender, nadie nace sabiendo.

Harper Lee[1]

Cuando se habla de la historia se acude a los legados sociales, culturales, económicos, políticos, entre otros, que transcienden la vida de los seres humanos, una transcendencia que en ocasiones no suele ser integral o armónica, pero paradójicamente se convierte en un abanico de hechos que hacen de los individuos víctimas o héroes de contextos.

En palabras del filósofo Rüsen (2009 [1994]), la historia se consagra como una experiencia social que adquieren los sujetos, con la finalidad de reafirmar sucesos del tiempo:

La ‘cultura histórica’ contempla las diferentes estrategias de la investigación científico-académica, de la creación artística, de la lucha política por el poder, de la educación escolar y extraescolar, del ocio y de otros procedimientos de memoria histórica pública, como concreciones y expresiones de una única potencia mental. De este modo, la cultura histórica sintetiza la universidad, el museo, la escuela, la administración, los medios, y otras instituciones culturales como conjunto de lugares de la memoria colectiva, e integra las funciones de la enseñanza, del entretenimiento, de la legitimación, de la crítica, de la distracción, de la ilustración y de otras maneras de memorar, en la unidad global de la memoria histórica (p. 2-3).

Es decir que, la historia es un campo multidiverso que permea a la humanidad.

Se siente, en efecto, la necesidad de mencionar que la historia tiene como objetivo acudir a la conciencia como un planeta memorístico de situaciones que develan sucesos locales y universales, ayudando a comprender el actuar y el sentir de las personas. Desde la voz de Sánchez Costa seria:

Gracias a la conciencia histórica, el sujeto puede descubrir la consistencia de su identidad […]. La conciencia histórica es, por tanto, la aprehensión de la temporalidad, por la que distinguimos entre pasado, presente y futuro y, por tanto, podemos orientarnos en la existencia. El motor de la conciencia histórica es la memoria, que permite el recuerdo y la clasificación temporal de las vivencias (2009, p. 276).

Entonces, la historia son acontecimientos que permiten una construcción memorística de eventos nacionales e internacionales de la humanidad, logrando establecer la identidad de los seres humanos.

En esas líneas históricas, aparece el analfabetismo como las características que tienen algunos individuos de no acceder a procesos de lectoescritura y de relaciones matemáticas básicas, ubicándolos en un estado de desigualdad y de vulnerabilidad social.

Frente a ese escenario se añade a Infante, que cita a un grupo de expertos que en 1962 definió la alfabetización: 

Se considera alfabetizada a la persona que posee los conocimientos teóricos y
prácticos fundamentales que le permiten emprender aquellas actividades en
que la alfabetización es necesaria para la actuación eficaz en su grupo y
comunidad, y que posee un dominio suficiente de la lectura, escritura y
aritmética como para seguir utilizando los conocimientos adquiridos al servicio
de su propio desarrollo y del de la comunidad (1991, p. 62).

Es decir que las personas alfabetizadas acceden a herramientas de lectura, de escritura y de matemáticas como elementos esenciales para un desarrollo personal y colectivo. Sin embargo, estos procesos no suelen ser utilizados a cabalidad por la falta de acceso al sistema educativo.

Como una reflexión a ese panorama, Guerrero (2005) afirma que:

Dada la ausencia del libro, no porque no haya libros, sino porque no se lee vivimos un analfabetismo funcional que está llevando a una gran mayoría de la población a experimentar un tiempo vacío, deshumanizado, despersonalizado y lleno de hastío porque la gente no le encuentra sentido a la vida. Ninguna meta profesional ni de vocación humanista puede alcanzarse así de fácil si no se ha desarrollado una vocación lectora. Muchos profesionales se lamentan de no tener éxito en su profesión, y por lo regular son siempre aquellas que no han hecho de la lectura su proyecto de vida.

Esto lleva a decir que el problema ya no es sólo de las personas que carecen de procesos educativos, sino de los analfabetos funcionales que tienen acceso al conocimiento, pero su falta de motivación frente a las situaciones locales e internacionales garantiza seguir sumidos en el mundo de la ignorancia.

Paralelamente a este escenario, la poesía se sigue consolidando como un universo de hechos que declaman posturas críticas y propositivas de lectores y de escritores frente al mundo. Es así como uno de los pioneros en Latinoamérica que no sólo se dedicó a la creación poética sino también a un estudio permanente de ésta es Octavio Paz, quien la define así:

La poesía es conocimiento, salvación, poder, abandono. Operación capaz de cambiar al mundo, la actividad poética es revolucionaria por naturaleza; ejercicio espiritual, es un método de liberación interior. La poesía revela este mundo; crea otro. Pan de los elegidos; alimento maldito. Aísla; une. Invitación al viaje, regreso a la tierra natal. Inspiración, respiración, ejercicio muscular. Plegaria al vacío, diálogo con la ausencia: el tedio, la angustia y la desesperación la alimentan. Oración, letanía, epifanía, presencia. Exorcismo, conjuro, magia. Sublimación, compensación, condensación del inconsciente. Expresión histórica de razas, naciones, clases. Niega a la historia: en su seno se resuelven todos los conflictos objetivos y el hombre adquiere al fin conciencia de ser algo más que tránsito. Experiencia, sentimiento, emoción, intuición, pensamiento no dirigido (2004, p. 13).

Lo que acontece es que la poesía son capítulos de esa dualidad de la vida y de la muerte que habitan los seres humanos.

Se ha llegado al momento de hacer un breve recorrido por voces como la de la maestra y poeta colombiana María Paz Guerrero,[2] quien presenta su segundo libro Los Analfabetas bajo el sello de edición La Jaula Publicaciones en el año 2020. El poemario fue ilustrado por la artista Alejandra Hernández, como herramienta esencial de la poesía, la memoria colectiva y la historia del país. En versos la autora presenta los sucesos violentos que han permeado la historia de Colombia a tal punto que, se menciona a México como el país que ofrece el mítico lugar de Comala que podría ser originario de la crueldad y de la injusticia que años atrás presentó Juan Rulfo[3]. Y posteriormente, la poeta instaura a sus lectores en un bus lleno de pasajeros, la ciudad habitada por indígenas y el ruido del tráfico de las calles, declamando ese contraste violento en Colombia o Latinoamérica que desafortunadamente nos sigue acompañando.

Además, estos poemas son un rescate permanente de una memoria colectiva en acciones como el payaso anunciando ventas de almuerzos en las calles con el megáfono, el paseo en el Metrocable, tapar los huecos de la calle con una cobija, entre otros eventos como la descuartización de cuerpos, los hijos de los campesinos que son víctimas fáciles de grupos subversivos y hechos macabros que han ocurrido en las comunas.

Finalmente, el poemario es una reflexión sobre los seres humanos sometidos al analfabetismo desde el dominio político, la educación alienada y colonialista y la violencia de Colombia. La invitación es a leer a María Paz Guerra como un referente de la poesía colombiana que en palabras suyas seria:

«La poesía es un hueso de la historia».

Referencias bibliográficas

Guerrero, G. Lectura, escuela y literatura. Docencia. 2005. apud Díaz Román, Yanet Olinda. Analfabetismo funcional según tipo de texto en estudiantes de quinto de secundaria de una institución educativa de Ventanilla. 2012. Universidad San Ignacio de Loyola, tesis de maestría, https://repositorio.usil.edu.pe/server/api/core/bitstreams/31291433-9330-4184-b264-58d1bbc19dae/content. Consultado el 16 de enero de 2023.

Infante R., M. Isabel. Investigación sobre analfabetismo funcional en algunos países de América latina. CREFAL, 1991, https://crefal.org/rieda/images/rieda-1991-14-2/articulo4.pdf. Consultado el 16 de enero de 2023.

Paz, Octavio. El arco y la lira. Fondo de cultura económica, 1994.

Rüsen, Jörn. “¿Qué es la cultura histórica?: Reflexiones sobre una nueva manera de abordar la historia”. Traducción de F. Sánchez Costa e Ib Schumacher, 2009. Füssmann, K., Grütter, H.T., Rüsen, J. (eds.). Historische Faszination. Geschichtskultur heute, 1994.

Sánchez Costa, Fernando. “La cultura histórica. Una aproximación diferente a la memoria colectiva”. Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 2009.

Cibergrafía

Imagen tomada de: https://www.infobae.com/america/colombia/2022/04/16/maria-paz-guerrero-sentir-la-poesia-en-los-huesos/
Imagen tomada de: https://articulo.mercadolibre.com.co/MCO-591419460-los-analfabetas-maria-paz-guerrero-_JM

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[1] Fue una escritora estadounidense nacida en Monroeville, Alabama, el 28 de abril de 1926. La autora fue conocida dentro del mundo literario por su novela Matar a un ruiseñor en 1960, obra ganadora del Premio Pulitzer al año siguiente.
[2] Nació en Bogotá el 3 de mayo de 1982. Estudió literatura en la Universidad de los Andes y literatura comparada en la Universidad de la Sorbonne-Nouvelle Paris. En el 2018 publicó el libro Dios también es una perra (editorial Cajón de Sastre). Su obra reflexiona sobre la violencia en Colombia, la escritura y el pensamiento, con un ritmo desenfrenado que da cuenta de la actualidad caótica. Actualmente es profesora del departamento de Creación Literaria de la Universidad Central.
[3] Fue un escritor, guionista y fotógrafo mexicano, perteneciente a la Generación del 52. Es considerado uno de los escritores hispanoamericanos más importantes del siglo XX.

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