Man Ray, erudito del dadaísmo y surrealismo
Por Leto Gómez:
La corriente dadaísta siempre ha estado de la mano con el surrealismo y más en el aspecto visual, ya que al unificarse permitió plasmar enfoques radicalmente distintos y profundos emergiendo nuevas técnicas de comunicación visual. Uno de los grandes precursores de estas dos vanguardias fue el fotógrafo estadounidense Emmanuel Radnitzky, mejor conocido como Man Ray.
Cabe mencionar que fue aficionado no sólo en el aspecto de la fotografía sino que también en la pintura, la escultura y el cine. Desde joven, al inicio de su carrera se mudó a la ciudad de Nueva York y empezó a frecuentar la galería de Alfred Stieglitz y a juntarse en ciertos círculos de artistas que ofrecía “La Gran Manzana”. Adquiere una cámara fotográfica para reproducir sus obras plásticas y junto con los artistas franceses Duchamp y Picabia creó el dadá neoyorkino; realizaron experimentos con todo tipo de soportes para la creación de diferentes obras u objetos artísticos. Posteriormente se fueron a París y, al ver que su arte no encontraba un mercado, Man Ray creó la famosa técnica fotográfica rayogramas, la cual consiste en obtener una imagen fotográfica sin el uso de una cámara, sino mediante la colocación de objetos por encima de una superficie fotosensible como una película o papel fotográfico y exponiéndolo a una la luz directa, plasmando así la silueta de cualquier tipo de objetos.
Man Ray mencionó lo siguiente: «Me rebelé contra mi cámara fotográfica y la tiré. Tomé cuanto me caía en la mano: la llave de la habitación del hotel, un pañuelo, lápices, una brocha, un pedazo de cuerda», y a partir de esos rayogramas juntó, convirtió y aprovechó la morfología de esos objetos para crear una composición dadaísta. A raíz de esto hizo varias series fotográficas con todo tipo de artilugios creando hasta cierto punto texturas y el famoso collage dentro de la imagen.
«Me rebelé contra mi cámara fotográfica y la tiré. Tomé cuanto me caía en la mano: la llave de la habitación del hotel, un pañuelo, lápices, una brocha, un pedazo de cuerda»
Gracias a que fue precursor de la técnica rayograma, se le abrieron muchas puertas en su carrera, y ese reconocimiento como artista fotográfico le dio oportunidad de realizar retratos a personajes importantes de su época. Al mismo tiempo, siguió con sus pinturas y esculturas; cuando el dadá se fractura, se sumergen en el mundo del surrealismo.
Las mujeres y los desnudos son recurrentes dentro de su trabajo. Cabe mencionar que gracias a la inspiración de su modelo y amante Kiki de Montparnasse nació una de sus obras más emblemáticas y reconocidas: Le Violon d’Ingres. Esta imagen refleja todo lo que es su arte, ya que se respira pintura por esa pose que nos traslada inmediatamente al artista Ingres, tan admirado por Man Ray, pero a su vez nos mete de lleno en ese juego de dobles lecturas, también conocido como figura fondo, y convirtió el cuerpo de la mujer en un gran violonchelo dibujando con tinta china esas «efes» en la espada. Lo más fascinante, desde mi punto de vista, es que une toda una cadena de asociaciones de concepto, inspiración, creación, diseño, fotografía y pintura en una sola imagen.
Otra de sus grandes obras es Glass Tears. En esta imagen se observa a simple vista a una mujer a la que se le están cayendo unas cuantas lágrimas, pero lo interesante de esta fotografía fue que con ayuda de un buen encuadre a detalle denota una gran síntesis gráfica, pues simplifica varios elementos en un significado completamente claro y único para el destinatario. Normalmente estos elementos no suelen estar en un mismo campo semántico, lo cual hace aún más interesante esta obra. A simple vista la imagen tiene dramatismo por el simple hecho de que está llorando la modelo, enfatizando y denotando principalmente ese sentimiento de tristeza puesto que captura la mirada de la mujer; sus ojos se direccionan hacia arriba, lo cual indica que la misma quiere contener la acción de llorar, pero, sin embargo, luce unas pestañas perfectas. También para darle más dramatismo a la imagen inclina su cámara en otro ángulo y, como buen artista visual, hace uso de las figuras retóricas en la imagen, ocupando principalmente la metáfora y la metonimia al sustituir la lagrimas con pequeñas joyas, y de igual forma ocupa la ironía, porque a pesar de que está llorando la modelo sigue tendiendo unas pestañas perfectas. Esta imagen dio como resultado una perfecta fotografía que posteriormente fue utilizada como publicidad para una mujer llamada Arlette Bernard, la cual buscaba promover una nueva máscara de pestañas que permitía a las señoritas “llorar en el cine, llorar en el teatro, reír hasta las lágrimas sin miedo a deshacer sus hermosos ojos y pestañas perfectas”, resolviendo al cien por ciento el mensaje visual que se pretendió transmitir en este caso a las mujeres para comprar y utilizar este producto.
En sus últimos años, Ray continuó explorando diferentes medios artísticos. Centró gran parte de su energía en la pintura y la escultura, pero tomó una nueva dirección y comenzó a escribir sus memorias; el proyecto le tomó más de una década en completarse, y su autobiografía fue finalmente publicada en 1965. Falleció el 18 de noviembre de 1976, en su amada París, dejando un gran legado como pionero del dadá y del surrealismo. Su aproximación se caracteriza por lo irracional y lo incongruente, provocando erotismo, belleza y escándalo. “La búsqueda de la libertad y el placer; eso ocupa todo mi arte”, dirá. Sus obras innovadoras se pueden encontrar hoy en día exhibidas en museos de todo el mundo, siendo recordado por su ingenio artístico y originalidad. Su amigo Marcel Duchamp dijo una vez que fue su logro tratar la cámara como se trataba el pincel, como un mero instrumento al servicio de la mente.
“La búsqueda de la libertad y el placer; eso ocupa todo mi arte”
Man Ray.