Memorias no son modas del posconflicto

Por Yessika María Rengifo Castillo:

La memoria es la forma en que seguimos contándonos a nosotros mismos nuestras historias.

Alice Munro1

Clínicamente la memoria ha sido catalogada como la habilidad que tiene el cerebro de recuperar y retener sucesos que tejen la vida de los seres humanos. Lo ideal sería que todos los acontecimientos que posee la memoria fueran placenteros, pero no siempre es así; hay hechos que son tan dolorosos que en ocasiones terminan convirtiéndola en la peor pesadilla.  

Una de esas pesadillas que ha acompañado al territorio colombiano por más de sesenta años es la violencia, que se resume en el desplazamiento, el asesinato y la desaparición forzada como elementos que debilitan y deshumanizan constantemente a la nación. En medio de todo esto, la memoria es un agente indispensable que se niega a olvidar, olvidar aquellos momentos que el raciocinio del ser humano se perdió y fue capaz de segar la vida de su semejante, pero sin pasar por alto que se cicatrizan las heridas con el perdón y un nunca más a esos actos inhumanos. 

Desde ese escenario, la memoria no es solamente un evento de Colombia, porque globalmente voces como las de Andrea Huyssen en su libro En busca del futuro perdido. Cultura y memoria en tiempos de globalización, mediante un ejemplo, establece cómo a partir del Holocausto no se elimina el pasado, y los traumas de éste son esenciales en diferentes situaciones de conflicto y violencia, entre el pasado y el presente que se instaura en la edificación de memorias nacionales: 

Los debates sobre la memoria nacional siempre están atravesados por los efectos de los medios globales y por su foco en temas como el genocidio y la limpieza étnica, la migración y los derechos de las minorías, la victimización y la imputación de responsabilidades. Por más diferentes y específicas de cada lugar que sean las causas, eso indica que la globalización y la fuerte revisión de los respectivos pasados nacionales, regionales o locales deben ser pensados de manera conjunta; lo que a su vez lleva a preguntar si las culturas de las memorias contemporáneas pueden ser leídas en general como formaciones reactivas a la globalización económica (2002: 21).

Entonces, la memoria no deberá ser abordada como un asunto nacional porque es el resultado de eventos locales y globales acompañados de la inteligencia emocional que los hace agrios o dulces en el camino de la vida. Es decir, el accionar de los individuos es el reflejo de lo que han vivido desde la interculturalidad. Entiéndase bien que el proceso de interculturalidad es el intercambio en sectores sociales, económicos, culturales y políticos del accionar humano.

Según Grimson, se establece que la interculturalidad no es un fenómeno singular, porque está acompañado de diferentes factores que determinan la calidad de vida de los individuos; en sus palabras: 

El contacto entre culturas donde se abarca un conjunto inmenso de fenómenos que incluyen la convivencia en ciudades multiétnicas, proyectos empresariales, el turismo, los medios masivos de comunicación, entre otros, se incluyen dimensiones cotidianas, a veces personales, de extrañamiento frente a la alteridad, desigualdades sociales, así como dimensiones políticas, grupales y estatales, de reconocimiento e igualdad (2001: 16).

La idea es que la interculturalidad requiere de un proceso de intercambio y reconocimiento socioculturales de los sujetos.

Al recorrer las investigaciones del Grupo de Memoria Histórica (GMH) se encuentran apartados que hacen alusión a la memoria como vínculo de resistencia en tiempos de crisis como éste:

Rompiendo todos los cánones de los países en conflicto, la confrontación armada en este país discurre en paralelo con una creciente confrontación de memorias y reclamos públicos de justicia y reparación. La memoria se afincó en Colombia no como una experiencia del posconflicto, sino como factor explícito de denuncia y afirmación de diferencias. Es una respuesta militante a la cotidianidad de la guerra y al silencio que se quiso imponer sobre muchas víctimas (2013: 13).

Este argumento corresponde muy bien a que la memoria es y será los cantos que las víctimas de los conflictos sociales han encontrado como medio de perdón y no olvido ante la deshumanización. Lo que indica que es un medio de justicia y reparación ante actos como éste: 

Una noche que íbamos con mi novio para mi casa, nos salió un grupo de nueve hombres. Se identificaron como paramilitares. A él lo amarraron y a mí me empezaron a desnudar a la fuerza y a golpearme muy duro. Me decían que siempre iba a ser una prostituta de la guerrilla y me insultaban, me decían cosas horribles. A él también le decían que era guerrillero, que por eso andaba conmigo. Después de estar desnuda, empezaron uno por uno a penetrarme, todos me golpeaban la cara, arrancaron mi cabello, me metieron sus penes por la boca y en un momento empezaron a meterme sus pistolas en mi vagina. Después de que cada uno hizo conmigo lo que se le ocurrió, me llenaron de arena y piedras en mi vagina y me dijeron que yo nunca me iba olvidar de ellos. Que me iban a dejar viva solo para que recordara que nunca debía meterme con guerrilleros. Que todo eso me pasaba por guerrillera, por ser una prostituta cochina (GMH, 2013: 308).

Se insiste, las memorias que se hacen para recordar no son ecos de alegría siempre. La insistencia es la reparación y la justicia como un arrullo de esperanzas ante las víctimas o seres humanos que merecen memorias que no sean modas de posconflictos, sino llamados a reivindicaciones en los campos socioculturales o la memoria pensada:

Sin cambiar de forma o tamaño en él cabían, milagrosamente, todos los recuerdos de una vida, revelando, acaso, un misterio. La memoria no era acumulación material que acabaría reventando por simple cantidad añadida las frágiles paredes del sello. La memoria cabía en el objeto porque era idéntica a su dimensión. La memoria no era algo que se encimaba o entraba con calzador a la forma del objeto; era algo que se destilaba, se transfiguraba con cada nueva experiencia. Carlos Fuentes 2

Para finalizar, la memoria siempre estará acompañada del lenguaje y la imagen que hacen de los relatos senderos de vidas, o en palabras de Huberman:

En cada producción testimonial, en cada acto de memoria los dos –el lenguaje y la imagen– son absolutamente solidarios y no dejan de intercambiar sus carencias recíprocas: una imagen acude allí donde parece fallar la palabra; a menudo una palabra acude allí donde parece fallar la imaginación (2004: 45).

Referentes bibliográficos

Grimson. A. Interculturalidad y Comunicación. Bogotá: Norma, 2001.
Grupo de Memoria Histórica. ¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad. Bogotá: Imprenta Nacional, 2013.
Huberman. D. Imágenes pese a todo. Memoria visual del Holocausto. Barcelona: Paidós, 2004.
Huyesen. A. En busca del futuro perdido. Cultura y memoria en tiempos de globalización. México: Fondo de Cultura Económica, 2001.

Cibergrafía

Imagen tomada de. https://invdes.com.mx/salud/quimicos-disenaron-sustancias-capaces-de-aumentar-la-memoria-en-el-cerebro-2/

1 Escritora, novelista y cuentista canadiense, autora de Las vidas de las mujeres (1971), Las lunas de Júpiter (1982), El amor de una mujer generosa (1998), Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio (2001) y Demasiada felicidad (2009).
2 Escritor, ensayista y novelista mexicano nacido en Panamá, autor de La muerte de Artemio Cruz (1962), Aura (1962), Cambio de piel (1967), Terra Nostra (1975), El naranjo (1994) y La silla del Águila (2003).

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