MIGNONNES/CUTIES: ¿LA HIPERSEXUALIZACIÓN DE LA INFANCIA?

Por Joss Pérez:

Mignonnes es una película escrita y dirigida por Maïmouna Doucouré; este film es su debut como directora. La película está protagonizada por Fathia Youssouf, Médina El Aidi-Azouni y Maïmouna Gueye en los papeles principales. La película se estrenó en el Festival de Cine de Sundance el 23 de enero 2020 y ganó el Premio del Jurado de Dirección; el guion de la película fue elogiado por la crítica del Sundance.

Película premiada, alabada en uno de los festivales de cine más importantes en el mundo, y aun así polémica y rechazada por muchos espectadores, ¿por qué? La trama no solo es compleja sino delicada; es la historia de una niña musulmana senegalesa que está dividida entre dos lados contrastantes: los valores tradicionales y la cultura de Internet. El nombre de la protagonista es Amy. Ella vive en París con su madre y su hermano pequeño.

Amy es una niña de apenas 11 que atestigua el sufrimiento de su madre, la cual ha sido abandonada por su marido. El matrimonio de sus padres es uno polígamo y a raíz de ello, su padre decide no solo buscar una pareja nueva, sino además casarse y tener así una segunda esposa. La consecuencia a esta situación recae no solo en el inmensurable dolor de la madre de Amy, sino además en ella misma; es decir, tanto madre como niña atrapadas en una religión y tradición musulmana están condicionadas a aceptar esta nueva familia polígama.

Sin nadie con quién hablar y nadie quién le explique la realidad familiar, Amy sufre para sí un contexto filiar que la supera. Aunado a eso, como familia de migrantes, Amy padece también un choque cultural entre lo que su religión y paradigma le dicta frente a la realidad posmoderna y occidental de las infancias parisinas.

Amy a sus once años pareciera que vive un golpe de realidad que no comprende, pero además que nadie planea ayudarla a entender; así pues, su única válvula de escape es bailar, y justo es aquí donde Mignonnes incomoda, porque lo que Amy baila es una forma de reguetón. La película centra su foco no solo al drama de la vida de su protagonista, sino apela sobre todo a la incomodad del espectador; es decir ¿por qué a ti espectador te perturba ver a una niña bailar? ¿Por qué el baile es sugerente? ¿Qué lo hace sugerente? ¿Lo consideras erótico? Y si la respuesta es afirmativa entonces la pregunta siguiente es ¿por qué? ¿Por qué te descoloca que una niña de 11 años mueva las caderas, muestre sus piernas, pero si aceptas que lo haga una mujer de más de 20 años?

            La crítica de la película no está en las niñas de 11 años que bailen, sino en el espectador que mira, porque en su mirada las hipersexualiza. Te descoloca como espectador porque él mismo ha normalizado la sexualidad, pero además la ha hiperbolizado también. El consumo por el sexo ha rebasado las barreras de la infancia, los adultos ya no bastan; sino la voracidad por el sexo ha tocado a los infantes. Se reprueba que Amy baile reguetón, incluso se le considera indecente, pero la repulsión al baile de Amy no está en el baile, sino en él que mira, porque ese ojo que observa dota a cada movimiento del cuerpo una connotación sexual y erótica.

            Desde que el estreno de la película fue anunciado en Netflix las polémicas se desataron; por un lado, hubo parte de la audiencia que apeló a que el filme era una apología a la pedofilia y otros justamente aceptaban que es una crítica a la hipersexualización de los niños, al grado de que ya no permitimos que estos sean lo que son: niños. Sin duda, la crítica se intensificó por el cartel promocional del estreno, al grado de firmar un change.org. para que se bajara la película de la plataforma. Aún sigue disponible este sitio web.

Mignonnes tiene toda la intención de incomodar, porque en ello se abre la pregunta al porqué me siento mal viendo esto, qué está en mi paradigma que no logro visualizar. Ello no es más que una evocación a la reflexión y autocrítica. Por mi parte, la recomiendo porque mi mirada revela mis propias voracidades y con esto obliga a repensar las infancias, pero sobre todo a protegerlas de este consumo sexualizado.

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