Rocket Science: más allá del arte del debate

Por Héctor Fabián García:

La cultura del debate en México es poco cultivada y practicada de manera académica al igual que la cultura política, jurídica y de la salud. Resta decir que la argumentación en nuestro país brilla por su ausencia, pues es difícil hablar de una formación argumentativa que derive del ejercicio filosófico y literario, el cual es igual de escaso en la mayoría de la población mexicana. Rocket Science es una de esas películas independientes que te enseña que ganar un discurso o un debate va más allá de un aula o un foro académico, competir sin comprender el trasfondo de los argumentos es formar parte de esos profesionistas automatizados que no analizan la implicación crítica de sus discursos y que muchas veces suelen defender a capa y espada posturas contradictorias.

En esta película el protagonista Hal Hefner es un joven tartamudo que, tras ciertos problemas familiares, conoce dentro de su colegio a una joven estudiante destacada que forma parte del club de debate político de nombre Ginny Ryerson. Esto lo lleva a formar parte de dicho club escolar, convirtiéndose ella en su mentora. No es raro que el joven al interactuar constantemente con Ginny Ryerson termine enamorándose perdidamente de su compañera. El enamoramiento de este joven es muestra de cómo el amor juvenil en ocasiones es el resultado de la atención que nos brindan ciertas personas, pues por lo regular esa carencia afectiva encuentra un acogedor respaldo en esa relación constate que tenemos con una persona, haciendo que nuestros deseos más inconscientes emerjan cuando se nos brinda cierta confianza. Cabe señalar que la joven Ginny utilizará al joven Hefner como un medio para sus fines personales.

Una escena que me parece cómica, pero al mismo tiempo reflexiva dentro de la película, es cuando el joven Hefner está en la biblioteca junto a un compañero suyo que está leyendo libros de filosofía y éste lo invita a formar parte de su club escolar. Diciendo lo siguiente:

-Leemos todo, menos a Hegel. Si es lo que crees.

Esto nos remite a que la labor del filósofo, a diferencia de la del abogado o la del político, es realizar un análisis introspectivo, abstracto, interno y aislado del mundo que lo rodea; así pues, la finalidad del filósofo no es ganar un simple debate o buscar el reconocimiento de los otros, sino plantearse problemas más abstractos que implican una reflexión más profunda e intentar comprender el trasfondo del problema para dar una respuesta a esta problemática. No es en balde que el joven filósofo al lado de Hefner esté leyendo la Summa Theologica de Tomás de Aquino, el cual, por cierto, tiene una estructura argumentativa muy lógica y formal. Este joven, con un toque de cinismo, se mofa de la situación trágico-sentimental del protagonista, el cual queda atónito ante el desinterés que presenta este joven filósofo al cuestionar su enamoramiento hacia la joven Ryerson.

Ésta es una película rara y, aunque el mensaje no es muy claro, el director Jeffrey Blitz en una entrevista sobre la película dijo que la tartamudez de Hal era una metáfora de su falta de dominio de la vida y el amor: «El protagonista no puede controlar esto que debería ser tan simple… Y gran parte de su vida es así». Una característica que se enfatiza mucho en el personaje es ver que los triunfos que le proporcionan satisfacción a su persona no deben necesariamente satisfacer las necesidades de los demás, más bien todo lo contrario, hacen que el protagonista se sienta satisfecho consigo mismo, aun a pesar de sus desdichas, pues como diría el buen Schopenhauer:

El hombre tiene que sobreponerse a la vida, tiene que saber que todos los sucesos y acontecimientos, alegrías y penas, no afectan a su más íntimo y mejor yo, y que por tanto todo es como un juego.[1]

Otro personaje interesante dentro del filme es Ben, el ex compañero de debate de Ginny, que pese a ser un gran orador abandonó la escuela secundaria para trabajar en una tintorería después de quedarse en silencio en medio del discurso y perder el trofeo del campeonato. Esta acción de renuncia ante un futuro prometedor que tiene una persona prominente me recuerda al filósofo Baruch Spinoza, quien tomó la decisión de exiliarse y rechazar una plaza en la Universidad de Heidelberg a cambio de conservar la libertad de ser un filósofo y teólogo crítico de sus contemporáneos, abandonando así esos círculos académicos y religiosos de su época para retirarse en soledad y dedicarse a pulir lentes en silencio.

El joven Hal, decidido, va en busca de Ben después de haber tenido un conflicto con Ginny para convencer a este joven de que debata junto a él, una vez que lo encuentra logra convencerlo de participar en el próximo campeonato de debate político y así poder superar su tartamudeo. Durante el torneo, Hal es interrumpido en medio de su discurso por el entrenador y un oficial de debate que descalifican a Hal y Ben con el argumento de que ninguno de ellos ha recibido educación formal. Ben está satisfecho con sus esfuerzos, pero Hal encuentra a Ginny antes de irse. El protagonista insiste en que algún día será su día, pero ella le dice que no fue fácil para ella traicionarlo mientras él se aleja, habiendo ganado así un sentido de confianza hacia su persona. Posteriormente decide pasar la noche en una playa cercana, y cuando su padre va a recógelo, Hal trata de decirle que la vida y el amor «no deberían ser una ciencia espacial», pero no puede decir las palabras «ciencia espacial» debido a su tartamudeo.

Todo lo que vemos durante el proceso de preparación de Hal pone en entredicho el ejercicio del debate como competencia, traduciéndolo así en un ejercicio terapéutico que le permite al protagonista poder curar la herida que lo tiene en conflicto consigo mismo, pasando de una actitud ciceroniana a un ejercicio socrático, en donde es más importante conocerse así mismo antes que querer conocer y convencer a otros. La película parece ser una crítica al sistema de competencias y a la meritocracia, al tiempo que es un mordaz golpe al altruismo de los oradores que manipulan su discurso pomposo para hacer de la oratoria y la argumentación un canto de sirenas sin el más riguroso análisis crítico. Es evidente que hoy en día muchas personas asumen opiniones como argumentos, dejando de lado el análisis autocrítico de sus creencias y emitiendo así discursos meramente someros; he ahí la relevancia de la película, pues el saber debatir es un arte en el sentido en el que exige al orador ser autocrítico de sí mismo; pero más importante aún es conocerse a sí mismo para forjar un discurso crítico, disciplinado, lógico y riguroso.

Ficha técnica
DirecciónJeffrey Blitz
ProducciónSean Welch
GuionJeffrey Blitz
MúsicaEef Barzelay
FotografíaJo Willems
MontajeYana Gorskaya
ProtagonistasReece Thompson
Anna Kendrick
Nicholas D’Agosto
Vincent Piazza
Aaron Yoo
Jonah Hill
PaísEstados Unidos
Año2007
GéneroDrama
Comedia



[1] Safranski, Rüdiger. Schopenhauer y los años salvajes de la filosofía. Madrid: Alianza editorial. p. 204.

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