The lost boys: vampirismo, necropolítica y pandemia
Por Héctor Fabián García.
The lost boys es una película que puede interpretarse como una apología del delito, pero también como un acto reflejo de cómo opera la necropolítica. Dicho filme tiene una narrativa transgresora con el vampirismo clásico al grado de trasladar a los chupasangres a un terreno marginal e impolítico, siendo estos seres parasitarios una enfermedad social que se propaga día con día de manera discreta y disimulada. Lo interesante de la película es precisamente la llegada de una familia citadina de apellido Emerson, al poblado en el que vive su abuelo. Santa Carla es una ciudad costera de California que es considerada la capital mundial de la muerte, una región con una alta tasa de delitos y de personas desparecidas.
Lo peculiar de esta primera premisa radica en que la población vive su vida de manera tranquila pese al alto índice de crímenes que aparentemente se viven día con día en esa zona. En otras palabras, las personas de ese poblado han normalizado el crimen, las muertes y el vandalismo; la gente del lugar vive anestesiada ante ese síntoma de violencia e inseguridad (algo no muy alejado de la realidad social y de salubridad que se vive en Ecatepec de Morelos, Estado de México).
La segunda premisa que me resulta interesante es la manera en que se retrata a la juventud, la cual porta un diseño de imagen subversivo con un estilo rebelde que evoca modas: punks, retro y heavy. Es una juventud que vive en una población rural, desahuciada y en el olvido (esto de inmediato me genera una reminiscencia de lo que se vive en varias zonas del Estado de México y otros lugares marginados del país), la oferta laboral es muy precaria y la juventud encuentra su diversión en las fiestas locales.
Un elemento constitutivo que me resulta interesante y de suma importancia son los hermanos Frog, dos imberbes que atienden una tienda de cómics y que de manera alienada viven totalmente conscientes de esa normalización de la violencia que los ciudadanos de esa región albergan en su diario vivir. Ellos “a diferencia de los demás pobladores” saben que existe una necropolítica que opera en el pueblo, o sea, los vampiros. Estos jóvenes hermanos son discretos, guardan silencio y operan de manera infrapolítica, es más, estos chicos se auto nombran «la resistencia».
Otro punto importarte a señalar es el personaje de Michael, hermano mayor de Sam Emerson, quien empieza a transformarse en vampiro. Su transformación puede ser interpretada como una constante lucha en contra de ese ejercicio de biopoder que se ha apropiado de su cuerpo buscando moldearlo individualmente para integrarlo a ese otro cuerpo parasitario que vive de los actos criminales, delictivos y deshumanizados. Su cuerpo ha sido infectado por esa enfermedad que azota a la población de manera agresiva, su transformación es gradual y hedonista, el desinterés paulatino con su núcleo social y familiar es el reflejo egoísta de una juventud deshumanizada por la falta de empatía hacía los demás.
Una novedad que tiene el guion de la película es la forma en que retratan a dos de los vampiros que encabezan el pequeño grupo de seres nocturnos: uno es un joven punk que es equivalente a un anarcoliberal dispuesto a reconocer la solidaridad que los individuos de su misma especie poseen, el otro vampiro líder es más peligroso aún, sobre todo por su condición liberal en términos clásicos, ya que éste no es un burócrata ni mucho menos alguien que pertenece a la alta sociedad, por el contrario, es un simple comerciante que tiene su negocio propio, es un «emprendedor» (dicho en términos modernos un liberal de clóset). No es casual que este último personaje sea el sujeto más peligroso, pues es un invasor discreto que accede a las viviendas con el permiso de quien habita en ellas, es la encarnación vampírica del capitalismo. Durante todo el filme dicho individuo se nos presenta como un sujeto ameno y solitario, este sujeto bien puede ser el símil del empresario individual y de aquel capitalismo liberal acuñado por Ayn Rand.
Por último, el final de la película es avasallador, ya que cada vampiro se confronta a una generación distinta: los infantes, los jóvenes y los ancianos “de manera colectiva” luchan contra esas manifestaciones pandémicas y parasitarias cargadas de ideología, cada uno de ellos poco a poco va aniquilando a esos intrusos que quieren apropiarse de sus cuerpos.