Una mirada taciturna

Por Jessica Ebauche:

Un día mientras hacía un paseo por el área de poesía de una librería me encontré con la portada de un texto en donde un hombre muy elegante, un Dandy por excelencia, portaba un peinado perfecto, dos anillos auténticos, traje, corbata y un bastón. Ese hombre se llamó Salvador Novo, y justo en ese momento inició mi travesía por la poesía mexicana, más allá del concurrido Octavio Paz.

Tuvo múltiples profesiones, entre ellas narrador, editor, dramaturgo, empresario y desde luego poeta. Fundó junto a Xavier Villaurrutia la revista Ulises. Durante años se dedicó a redactar artículos periodísticos sobre México, siendo cronista de la Cuidad de México, ensayista e historiador de la vida cotidiana. 

Himno del dolor convergente, en XX poemas, 1925.

La hipotenusa del pasado
me resistió la tirantez
y atornilló su latigazo
en mi cateto vertebral.
sagesse! 
no a ver ángulos con la vida;
las heridas abren así.

Paralelamente a esos trabajos, dedicó gran tiempo a la poesía, siendo vanidoso al seleccionar él mismo los poemas que publicaría en cada texto.

Su texto Poesía, del Fondo de Cultura Económica, incluye los poemas de la edición original de 1961, dando un recorrido por poemas desde su etapa adolescente hasta la madurez, donde se percibe la fuerza y experiencia que fue consiguiendo con el tiempo. 

Formó parte del grupo de intelectuales Los contemporáneos, siendo uno de los principales personajes que difundió las nuevas formas de arte en México, especialmente por la innovación al usar laironía y tocar temas osados como el suicidio y el erotismo.

Llevo el alma… en Poemas de la adolescencia (1918-1920)

Voy ajeno a mí mismo.
Un anhelo jocundo de difundirme en todo; un ansia de cantar me hace escuchar la música unánime del mundo y comprender que soy una gota en el mar. 
Una sed de horizonte se sacia en mis pestañas, un vesperal aliento viene a mi frente a ungir… ¡Sí, a veces me parece, corazón, que te engañas, y que es preciso y bueno que queramos morir!

Nació en 1904 en la Ciudad de México, dentro de una familia que apreciaba la educación y el buen gusto, hijo del español Andrés Novo Blanco y de la mexicana Amelia López Espino. Vivió su infancia entre su ciudad natal y Torreón. Estudió en la Universidad Autónoma Nacional, optando por abandonar la carrera de derecho y tomando la carrera de lenguas, formándose como maestro.

Durante esos años formó parte del Instituto Nacional de Bellas Artes. También publicó, en 1947, una de sus crónicas más importantes: Nueva grandeza mexicana, que le valió ser reconocido como el cronista de la Ciudad de México, por la precisión de su obra.

En 1953 estrenó el teatro de La Capilla de Coyoacán con la obra El presidente de Heredia, población donde vivió y tuvo gran actividad literaria y artística. 

AMOR, en Espejo, 1933.

Amar es este tímido silencio
cerca de ti, sin que lo sepas, 
y recordar tu voz cuando te marchas 
y sentir el calor de tu saludo. 
Amar es aguardarte 
como si fueras parte del ocaso, 
ni antes ni después, para que estemos solos 
entre los juegos y los cuentos 
sobre la tierra seca. 

Amar es percibir, cuando te ausentas, 
tu perfume en el aire que respiro, 
y contemplar la estrella en que te alejas 
cuando cierro la puerta de la noche.

Su segundo poemario titulado Nuevo amor fue publicado en 1933, y es considerado como un texto destacado ya que los poemas que lo conforman son más románticos y creativos. Esta obra fue traducida al francés, portugués e inglés. 

Este, en Nuevo amor, 1933.

Este perfume de tu carne
no es nada más que el mundo que desplazan y mueven lso globos azules de tus ojos.
Qué remoto era el aire infinito que llenó nuestros pechos. 
Te arrancaré de la tierra por las raíces ebrias de tus manos 
Y te he bebido todo, ¡oh fruto perfecto y delicioso!
Ya siempre cuando el sol palpe mi carne
He de sentir el rudo contacto de la tuya.

Fallece el 13 de enero de 1974, y concluiremos esta breve ofrenda con su propia concepción.

Hoy no lució la estrella de tus ojos, en Nuevo amor, 1933.

Hoy no lució la estrella de tus ojos. 
Náufrago de mí mismo, 
húmedo del brazo de las ondas, 
llego a la arena de tu cuerpo 
en que mi propia voz nombra mi nombre, 
en que todo es dorado y azul como un día nuevo 
y como las espigas herméticas, perfectas y calladas. 
En ti mi soledad se reconcilia para pensar en ti. 

Toda ha mudado 
el sereno calor de tus miradas 
en fervorosa madurez mi vida. 
Alga y espumas frágiles, mis besos 
cifran el universo en tus pestañas, 
-playa de desnudez, tierra alcanzada 
que devuelve en miradas tus estrellas.

Si te gustó, ¡Espero nos puedas compartir!

Un comentario sobre “Una mirada taciturna

  • el 25 octubre, 2020 a las 7:38 am
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    Muy Espléndido! mi favorito es «Breve romance de ausencia»
    gracias J.Ebauche:

    Respuesta

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