William Bouguereau: Las Oreadas
Por Alejandro Martín del Campo Glez.
A lo largo de la historia el hombre ha narrado, escrito y cristalizado en el tiempo parte de su concepción acerca de narraciones, pasajes, personajes o situaciones sobrenaturales, a veces de forma mesurada y otras con un talante excesivo, ocasionando que el arte pictórico se vea influenciado por erotismo, la mitología y la historiografía junto con el paisajismo y la naturaleza. Todo esto ha servido de numen para algunos artistas de gran envergadura que buscan englobar idilios oníricos que son plasmados a detalle en su máximum fulgor. Este es el caso de la pieza que lleva como título Las oreadas, que vislumbró al mundo en 1902, obra del burgués academicista William Bouguereau.
La definición del mythos
Antes de incoar la respetuosa glosa de la obra mencionada, debemos hacer un lacónico exordio y dar una mirada a algunos autores de la antigüedad para percibir lo que desde la perspectiva de William Bouguereau se nos quiso mostrar en tan bella pintura.
El Diccionario de mitología nos dice:“Oreadas: Ninfas de la montaña. Este nombre también se daba a la comitiva de las ninfas de Diana, porque esta Diosa se complacía en cazar por los montes R. oros, monte”.[1]
Así también otros grandes autores como Festo, Pausanias y Teócrito ahondan un poco más acerca del origen de las oreadas y su papel como ninfas:
Según Festo, creía que los que encontraban a las ninfas caían en demendencia: no obstante, en opinión de Pausianas, otros al encontrarlas adquirían el don de la adivinación. Las ninfas castigaban severamente los agravios que recibían. Therambo, por una calumnia que las supuso, fue metamorfoseado en pájaro. Otras, por el contrario, fueron castigadas por los grandes dioses. Juno privó á Eco de la facultad de hablar: Lara perdió la lengua porque Júpiter se la arranco. – Las Ninfas se juntan en tropel en derredor de una alta divinidad: las Musas eran las ninfas de Apolo; las Nereidas rodean á Nereo; las Oceanides forman la corte del viejo Océano; las Oreadas acompañan á Diana… — Recibían en ofrendas, según Teócrito, aceite, leche, corderos y miel, cuya preparación había enseñado á Aristeo; también frutas, un poco de vino, una cabra y un carnero.—Se las representa vestidas, medio desnudas o desnudas, llevando cañas, vasos y conchas; separadas o asidas de las mano; sentadas, á medio sentar o de pie…[2]
Pero en este otro fragmento del Diccionario universal de mitología o de la fábula llegamos a un punto donde converge el arquetipo de la mujer con la fábula…
NINFAS: Este nombre en su significado natural, nos da la idea de una recién casada, de una novia. Luego se le dio a las divinidades subalternas que se representaban bajo la figura de hermosas jóvenes. Según los poetas todo el universo estaba lleno de ninfas. Las había Uranias ó celestes, que gobernaban la esfera del cielo, otras terrestres o efigies. Estas se subdividían en Ninfas del agua o Ninfas de la tierra… Las Ninfas de la tierra eran también de muchas clases: a saber Ninfas de las montañas llamadas Oreades Orestiades á Orodemniades…
En fin se ha dado el nombre de Ninfas, no solamente a las damas ilustres, de las cuales se refería alguna aventura sino también a las simples pastoras, y á todas las hermosas que los poetas toman por objeto de sus versos.[3]
Con estas tres sucintas citas podemos discernir más profundamente lo que se refiere a una ninfa y una oreada para alcanzar la concepción de William Bouguereau en Las oredas.
William Bouguereau: Las oreadas
El cuadro que presentamos aquí nos muestra una captura de un suceso que en nuestra realidad podría resultar extraño, ya que podemos apreciar tres criaturas aturdidas ante un sinnúmero de mujeres flotando sin explicación alguna sobre una espelunca acuosa al alborecer en alguna montaña occidental. Por el gran detalle que contiene el cuadro en el acto plasmado podría ser la fotografía de alguna película de ciencia ficción, pero, sin embargo, se trata de una escena casual dentro de la fabulosa mitología griega.
En esta ocasión los protagonistas de la obra podrían ser esa terna de criaturas aturdidas que representan a los faunos, aquellos espíritus naturales de las llanuras, los campos y los bosques; éstos ilustran esta bella pintura desde el primer plano físico al estar en este llano terrestre al borde de esa gruta cristalina; pero, en segundo plano, atrás, tenemos a esas hermosas oreadas apareciendo en el amanecer para ir a obedecer a los mandatos de la diosa Diana. Si nos centramos en este punto, ellas son las verdaderas heroínas de esta exquisita pintura.
Los faunos de izquierda a derecha viendo de frente la pintura:
El fauno de la izquierda al parecer se encuentra en un estado de contemplación, ya que su postura es tranquila, mesurada y cómoda, mientras que el fauno de la derecha, por la posición que adopta, se manifiesta en la escena implorando ahincadamente la atención de las oreadas por la posición de sus manos, juntas, y su boca, abierta. En este mismo plano tenemos al fauno de en medio que denota estar patidifuso y eufórico por el movimiento plasmado en sus músculos al grado que toma del hombro a su ‘compañero’ como si quisiera acercarse a estas oreadas; a su vez este mismo fauno sirve de acoplamiento entre los dos faunos de al lado para conectar con la profundidad del segundo plano conformado por las oreadas. Estos tres faunos establecen firmemente la base en la que la pintura al óleo se basa, o sea, en piedra, tierra y pasto, que sirven como balance en la escena general.
Las oreadas
En este momento pasamos toda nuestra atención a estas hermosas mujeres que se encuentran en bullicio rebozando alegría, dicha y plenitud en una especie de carnaval aéreo y sublime. Este plano se conforma por una paleta de colores cálida con tonos ocre en pieles tersas, con cuerpos desnudos perfectos, extremidades torneadas prolijamente, bustos y nalgas bien delimitadas; cada una de estas oreadas aparece con un estilo de cabello singular que hace que les dé una personalidad única dentro del cuadro, y con caras divinas plasmadas con inocencia y sensualidad, ninguna igual a la otra. Todas las oreadas se encuentran en su jolgorio a excepción de una, la oreada que se encuentra en el centro de todas ellas, que es la única que se percata de que hay más público, como si percibiera que está siendo pintada por el maestro Bouguereau; además, es la única que luce el cabello largo sin ningún tocado o adorno. Cada oreada tiene su propia identidad que alardea de toda esta belleza al atrapar al espectador que se encandila de tal forma que pasa a ser parte de los embobados faunos, nos convertimos en ellos. El efecto es creado por la maravillosa técnica del artista que presume con gran soberbia cada pincelada gracias al detalle tan exquisito, digno de un academicista exigente.
Las oreadas salen de este subterráneo acuático para hacerse presentes en el amanecer, como si estuvieran en un campamento de verano. Aquí la camisa de fuerza de William Bouguereau parece haberse desatado, ya que da rienda suelta a su imaginación derrochando sensualidad en todo momento en un instante de éxtasis visual. Tal pareciera que observamos la belleza de la diosa Diana en diferentes ángulos, poses y posturas.
El paisaje que nos ofrece Bouguereau en esta obra es un paisaje totalmente natural boscoso, rural, bucólico y alejado de las nubes. El bosque junto con los árboles pasa ser el tercer plano que sirve para darle efecto de profundidad al cuadro. Estampa un cielo despejado que ayuda a dar ese pensamiento del infinito camino al Olimpo, el cual sólo las deidades y divinidades pueden cruzar por su propia condición. Por último y como toque final percibimos una discreta línea luminosa que simula el horizonte, en este mismo alborecer podemos observar a la Luna en su ciclo de cuarto menguante que viene a representación del fin de los ciclos lunares y que sólo es visible en las madrugadas y mañanas. Todo esto está relacionado con el concepto alquímico de la nigredo.
Bouguereau, las oreadas, los faunos y el cuarto menguante
El cuadro en su generalidad describe un fragmento de novela mitológica en el que las oreadas solaces disfrutan de la noche para encaminarse por las mañanas al magnifico Olimpo, donde servirán a su patrona Diana. El artista alsaciano nos sitúa lejos de la morriña taciturna eglógica para adentrarnos en unas carnestolendas alegóricas repletas de pieles y colores cálidos, donde la inocencia se contrapone al desbordante deseo instintivo mostrado por los faunos, una concluyente quimera vouyerista que plasma el final de una epopeya.
Esta obra bien puede ser una renovación de una de sus pinturas póstumas, El nacimiento de venus, en donde la diosa Venus y su sequito están presentes, pero ahora, en esta creación, personificadas por medio del espíritu incorpóreo de la diosa Diana y las oreadas, así como los tres tritones por medio de los tres faunos, haciendo así otra evocación fabulosa con diferentes actores, pero utilizando casi los mismos elementos. De igual forma Las oreadas es una forma de contraposición con los ángeles caídos del cielo, pero en una exégesis axiomática al izar a estas divinidades desde lo terrenal hacia lo celestial.
El estilo del cuadro juega con elementos del romanticismo, con influjo del neoclásico y evidente toque del art nouveau por las ondulantes figuras femeninas conjugadas con la naturaleza, las hojas y las flores más los elementos lúdicos y poéticos de William, a veces soportables, a veces no. En años posteriores sería una referencia discreta como precursor inconsciente del surrealismo y el expresionismo del siglo XX.
La luna en su cuarto menguante, y de acuerdo con los ciclos lunares, parece ser un presagio de una era que está a punto de terminar, y con ello el comienzo de un nuevo siglo. William Bouguereau lo plasma como símbolo de esa última etapa de su vida, ya que el cuadro se presentaría en 1902 y el artista moriría tres años después, en agosto de 1905.
Las ninfas estarán presentes o materializadas en el imaginario del colectivo humano de acuerdo con la inspiración o connotación que les demos, cada persona desde su singularidad tendrá siempre una ninfa presente, una oreada que se presenta en las montañas del idilio onírico de la mente.
ARAPMIALRO
Bibliografía:
- B.G.P. Diccionario universal de mitología o de la fábula. Barcelona: Imprenta de José Taulo, 1838.
- Carrasco, Juan Bautista. Mitología universal, historia y explicación de las ideas religiosas y teológicas de todos los siglos. Madrid: Imprenta y Librería de Gaspar y Roig, Editores, 1864.
[1] B.G.P., 1838, s.v. Oreadas.
[2] Carrasco, 1864, p. 631.
[3] B.G.P., 1838, p. 368