YA NO ESTOY AQUÍ Y EL BAILE DE LOS TERKOS

Por Joss Pérez:

Ya no estoy aquí fue escrita y dirigida por Fernando Frías de la Parra, se estrenó en 2019. Fue reconocida como mejor cinta en el Festival Internacional de Cine de Morelia. Está disponible via streaming en Netflix. Ha sido ovacionada por la crítica desde su estreno y continúa actualmente. La trama cuenta la historia de Ulises miembro de la banda Los Terkos, pandilla urbana que más que delinquir quiere bailar.

Ulises protagonista de la cinta, líder de Los Terkos se ve obligado a dejar su banda y país al verse involucrado, de manera circunstancial, en una balacera que amenaza la seguridad de él y su familia; así, al migrar de forma ilegal a Estados Unidos y llegar a Nueva York es que su verdadera tragedia comienza.

Un México Profundo

En el noroeste de México, en específico, en la ciudad de Monterrey, Nuevo León, surgió un movimiento de contracultura autodenominado Kolombia ¿cuál es la consigan? Bailar con el ritmo y la influencia de la cumbia, herencia de los países latinoamericanos; y ahí, en ese espíritu nace Ulises y Los Terkos. La cumbia colombiana, en un beat más lento, los hermana, cobija, abraza y los hace familia. En ese ritmo, ellos crean un nicho donde pueden ser. Crean su propio código de habla, de vestir, de sentir y de amar; es decir, crean su propia noción de pertenencia, sanan su orfandad y fundan una identidad que les da existencia en un México bañado por la violencia que desató la “guerra contra el narcotráfico” del expresidente Felipe Calderón.

Los Terkos junto con el movimiento Kolombia se convierten para Ulises en un lugar donde la violencia no habita, donde la única condición de posibilidad es bailar. Así, la película enmarca dos espacios narrativos: el primero es Monterrey y sus zonas marginadas que no escapan de la violencia que trae consigo la guerra contra el narco y el segundo, las calles y los edificios que recorre la banda de Los Terkos, espacios donde la violencia no entra, aunque nunca deja de amenazarlos y cuando la amenaza se materializa, los obliga a huir; siendo esto último, lo que sucede al protagonista. Cuando su espacio idílico es tocado por la violencia, ésta lo destierra, lo hace replegarse, ¿a dónde? A Nueva York.

Una vez que Ulises se ha establecido en Nueva York, lejos de su espacio de pertenencia, de su identidad; el personaje comienza una confrontación con él y con una ciudad que lo desprecia, que lo escupe, y si bien, su violencia ya no es sanguinaria, ésta no deja de ser desgarradora, porque Nueva York le exige algo que para él es ontológicamente imposible de lograr: no ser más un Terko; ello implica la negación de su identidad, misma que está arraigada a su cuerpo y a su baile. Es decir, Nueva York es más violento que Monterrey, porque la ciudad luz nulifica toda su noción de existencia. Es la aniquilación total de Ulises. Este es el vaivén con el que la trama se desvuelve y atrapa al espectador.

Ya no estoy aquí no solo proyecta esta identidad del movimiento Kolombia, sino, además, es una crítica a las políticas de seguridad del gobierno mexicano frente a estos grupos del crimen organizado. Paralelamente, es también crítica a las políticas deshumanizantes del gobierno norteamericano con los migrantes. En suma, Ya no estoy aquí no es la trama de un héroe, sino es la supervivencia de un sector social olvidado, y así como en Parasite, son los otros, las estadísticas, los seres sin nombre, sin rostro, sin voz que siempre sufren los estragos de la desigualdad social, pero está vez, estos otros, estos Terkos sí tienen algo: la música. Su cuerpo y su baile les da identidad.

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