4, 3, 2, 1… adiós, Paul Auster.

Good night, sweet prince!
And flights of angels sing thee to thy rest.

Hamlet, William Shakespeare

Por María del Carmen Rivero Quinto:

Paul Auster, autor mayor de la literatura norteamericana contemporánea y del mundo, murió el 30 de abril pasado. Cuando un escritor muere, se acrecienta nuestra orfandad, la soledad cava una oquedad más profunda y quedamos desamparados, puestos a la deriva, algo que Paul gustaba abordar en sus novelas, en un mundo lleno de incertidumbres y de embusteros que pretenden instalar en nuestras mentes verdades prefabricadas y mediocres.

La noticia viajó más rápido que la bala que la abuela materna del novelista disparó contra su abuelo para matarlo por un despecho y la familia se manifestó indignada, y con razón, de que les robaran el derecho íntimo y lastimero de anunciar su muerte. Desde el periódico local más modesto, la casa de cultura del estado menos conocido, hasta mandatarios y miles de páginas en redes sociales lamentaron tu partida, Paul. Excepto, claro, la academia sueca que te negó el mentado premio. Ningún lector medianamente interesado en la narrativa actual en inglés te desconoce. Desde esta columna lloro tu muerte, Paul, y pido a Ianvs el espacio para un obituario literario a manera de reconocimiento y despedida.

Fotografía: Spencer Ostrander, 2023.

De su voluminosa obra, quisiera hablar de lo menos comentado, su novelística de los años dos mil y su incursión en la poesía, el cine, el ensayo y el cuento, aunque sin un orden particular, pues de antemano sé que esta planificación premeditada carece de sentidoen la obra de un autor que conocía la inmanencia del azar y la prevalencia de su indeterminación. Es difícil, es imposible, amarrar predeterminadamente una escritura errática repelente a toda estructura prefijada y predeterminada. Por eso La invención de la soledad, La trilogía de Nueva York, El palacio de la luna, La música del azar, Leviatán o El libro de las ilusionesle valieron los premios Príncipe de Asturias de las Letras, Comandante de la Orden de las Artes y las Letras Francesas o The Man Booker Prize.

Influenciado por los simbolistas franceses, Paul Auster se inició en la poesía en 1967 y con apenas veinte años compuso su ideario poético, el fundamento de su novelística, la serie de aforismos tituladaNotes From a Composition Booken el que se lee: “El mundo está en mi cabeza. Mi cuerpo está en el mundo”.En esta declaración de la reciprocidad, Auster proclama la invención de los mundos posibles. A partir de ahí, otros poemarios, entre ellos Wall Writing, mi favorito, se sumaron a su inmensa obra literaria y cimentaron su poética al abordar sus temas:el amor, el béisbol, la memoria,la enfermedad, la soledad, la muerte y el azar. Estos dos últimos son sus predilectos, los grandes perturbadores del mundo, la parte constitutiva de nuestra condición.A ellos se suman los juegos con la propia identidad, pues parte de la anulación de la idea de verdad viene, precisamente, de cuestionarse por el propio yo, por el sí mismo, por el sujeto que al inventar su identidad inventa una realidad y una forma particular de verdad.

Fotografía: Arnold Newman, 1993.

Parafraseando a Charles Bukowski, Auster encontró lo que amaba y dejó que lo mataraen la escritura y el cigarro. Escribir y fumar se convirtieron en las dos improntas de su narrativa no sólo porque muchos de sus personajes son escritores, lectores o profesores de literatura, sino porque la escritura en sí adquiere un papel fundamental en varios de sus relatos, de tal modo que uno no logra determinar qué le están contando, si una historia sobre cualquiera de esos temas o si se trata de una escritura sobre la escritura que reconstruye el argumento de la novela o el mundo y las supuestas certezas que se tienen de la realidad.

En Viajes por el Scriptorium,un hombre que padece amnesia despierta en una habitación cerrada (Paul gustaba de las autorreferencias) de paredes blancas que sólo cuenta con una cama, una mesa, una máquina de escribir y montones de notas que él no recuerda haber escrito. Soberbia metáfora del acto de escribir, de sus vaciamientos y las páginas llenas de palabras que pueden no significar nada. Quiere saber por qué está encerrado ahí, por qué puede hablar y escribir, pero no reconocer lo que está escrito.

De igual modo, muchos de sus personajes, sobra decirlo, son fumadores como Auster lo fue, y para quien el humo del cigarro es una metáfora del cambio y la transformación; las vicisitudes de los personajes se asemejan a las variaciones del humo, siempre azarosas, y no un mero vicio.Fumar es el motivo de los guiones cinematográficos que Auster escribió,Smoke and Blue in The Face,Lulu on The Bridge o The Inner Life of Martin Frost, y en casi el total de su obra, los personajes piensan y deciden mejor con un cigarro entre los labios.

Cartel de la película basada en la novela La música del azar, 1993.

También se hizo personaje a sí mismo en A salto de mata, La noche del oráculo o sus dos volúmenes de memorias Viaje de invierno e Informe del interior, y con su identidad creó un objeto de la ficción e hizo de ésta un objeto de sí mismo en la novela policiaca Jugada de presión, escrita bajo un supuesto pseudónimo que no es más que la firma con sus dos nombres, Paul Benjamin. A estos libros se suma Tomboctú, en el que se autoparodia a través de la figura de un perro. En el tenor de lo biográfico, La llama inmortal de Stephen Crane es la voluminosa biografía que escribió sobre el autor de La roja insignia del valor.

En medio de tantas monumentales novelas, en un cuento no destinado a los niños, aunque su título así lo sugiera, Auggie Wren’s Christmas Story, se cuestiona los llamados bomberazos, ¡sí, Auster fue víctima de esta práctica por parte del New York Times!, pues el relato comienza con una petición de último momento para escribir un cuento que aparecería en la entrega del Día de Navidad. Falto de ideas y negado a hacerlo, el personaje sale a la calle hacia su tabaquería favorita y ahí Auggie se ofrece a resolver su problema, le dará la mejor historia navideña a cambio de una comida. El cuento me gusta porque la historia que el expendedor de cigarrillos le da al escritor es una trama policiaca tan propensa a suceder en Navidad que la petición se convierte en artilugio de la ficción.

El teléfono, el fijo, el aparato dactilar que usamosy gracias al cual los miembros de mi generación y los de las anteriores conocimos la intriga, el miedo, la expectativa, el ansia, la sorpresa, la zozobra, el equívoco y el contacto a distancia con un desconocido,también es objeto de controversias y de posibilidades en el mundo austeriano. Una llamada a un número equivocado es el origen de Ciudad de cristal, el germen de una travesura que deviene en una de las mejores novelas del autor. Preguntaban por un tal Paul Auster, detective, y terminaron provocando a uno de los mejores narradores contemporáneos, quien se cuestiona el valor de la identidad y la valía de los experimentos con la realidad.

Elegir una sola novela del autor o un puñado de ellas es imposible. Sus ficciones marcaron mi idea de la literatura y mi postura ante la realidad. Comprendí mejor lo literario mientras estudiaba la licenciatura porque leí a Paul Auster. Un hombre en la oscuridad, por ejemplo, es de mis favoritas y me enseñó que constantemente caemos en los abismos de nosotros mismos y que este abismarse sin fin puede tener los más diversos fondos, el insomnio, la soledad, la guerra, una fosa o una novela.

Invisible fue, durante mucho tiempo, mi novela favorita. Al joven estudiante de literatura aspirante a poeta a quien su destino se le presenta en la forma de una extraña pareja, él todo vestido de blanco, ella, de negro, le ofrecen la dirección de una revista literaria en Francia. La cuestión de nuevo es, con un pie frente al abismo de la incertidumbre, qué tan dispuesto está uno para despojarse de su nombre o hasta de su cabeza para obtener lo que desea. Eso me gusta de esta novela, la enseñanza del desprendimiento, del desapego, caras ideas del pensamiento oriental en la pluma de un escritor americano.

Este encanto duró hasta que leíSunset Park, para mí, su mejor novela de los años dos mil. En ella, de nuevo el juego de las cajas chinasen el queun joven irá cayendo en sucesivos abismos luego de abandonar los lazos del estudio y la familia para vérselas por sí mismo en otro lugar, consigue un empleo en una empresa que limpia casas que el banco ha desalojado y les toma fotografías a esas vidas ausentes, a esas presencias fantasmales. Milles no tiene ambiciones, vive con lo mínimo en un eterno presente, otra idea del pensamiento oriental, hasta que se enamora de Pilar, una menor de edad quien lo empujará al abismo que le faltaba conocer, el del amor. Es decir, Auster prepara a sus personajes en el proceso de la transformación mediante las puestas en abismo.

Este encanto duró hasta que leí 4, 3, 2, 1. En serio, ése es el título de la novela, una novela kilométrica, en serio: son más de ochocientas páginas. Una historia que cuenta hacia atrás la vida de Archibald Isaac Ferguson, quien nació el 3 de marzo de 1947, en serio, el mismo día que Paul, quién murió a los 77 años y gustaba del número siete. Una vida que desde su inicio toma cuatro caminos ficticios simultáneos e independientes y me hace pensar sobre cuál es el final de los finales de una vida o si todo el tiempo estamos sumergidos en una masa incesante de continuos finales y renovaciones, antes del desprendimiento último, otra clara idea del pensamiento oriental.

Fotografía: Agencia NDLA.

Aunque no es su único ensayo, pues recién iniciado como novelista escribió otros más sobre arte, Bloodbath Nationes el último que publicó y aborda los daños directos y colaterales del eterno conflicto del control de armas dentro de las fronteras de aquel país líder en armamento a escala mundial. El leitmotiv del texto es un recuerdo que también atraviesa varias de sus extraordinarias novelas. En un acto de despecho y venganza, la abuela paterna mató a su exesposo para aliviar una infidelidad. Este secreto familiar del que Auster siempre sospechó y del que buscó una explicación, esa bala que hirió a la familia por varias generaciones, atraviesa sus reflexiones sin caer en el lugar común de la recopilación de datos o la inserción de la nota roja, sino que enfatiza que la nunca bien regulada y siempre polémica ley sobre posesión de armas, que se escuda en enmiendas cuya interpretación se traduce en saldos rojos, deja un número mayor de muertos y heridos entre los sobrevivientes de ataques con armas de fuego y entre los familiares de los homicidas y los heridos.

A diferencia de las novelas de otro escritor mayor, Phillip Roth, con quien se le compara con frecuencia, que sí se suscriben en la categoría de novelas históricas, la narrativa de Auster se mueve más hacia el escurridizo terreno de las escrituras de lo íntimo, ya sea la autobiografía o la aún más esquiva autoficción en la que es imposible, y además no tiene caso hacerlo, distinguir cuáles son los hechos y dónde empieza la invención. Sin embargo, algunos relatos de Paul de los años dos miles suceden después del derrumbe de las Torres Gemelas, con Obama en la presidenciao tocan el temadel sueño americano y la crisis migratoria.¿Qué ficción es ajena a su momento, Ianvs?

Terminé de leer Baumgartner, tu última novela, Paul. ¡Ianvs, me pesa tanto decir esto! Tu canto del cisne, dicen unos, tu novela premonitoria, diría yo, tu testamento literario.El final me parece terriblemente cruel porque justo cuando pensaba que la narración terminaría con la muerte del héroe, tú le das un giro de tuerca a la historia, es decir, al orden natural de las cosas que están condenadas a morir, y prolongas su vida para prometer una nueva aventura… Pero no habrá siguiente aventura ni malva suficiente que sane esta herida. Un decir cuando leas esto, yo estaré muerto, pero recuerda que la ficción sigue, que, si lo necesitas, rebobina y vuelve a leer todo lo que escribídurantemás de cuarenta años, los que tú has vivido, como si este libro hubiera sido nuestro primer encuentro. Demasiado listo, Paul. Demasiado cruel.

Un día, escribiste, hay vida. Y luego ésta se termina o cambia por otra en la que tú ya no estás. Eso es un sinsentido, un absurdo, un insulto. Sin embargo, Paul, tú nos enseñas(te), ¡me resisto a hablar en pasado de él, Ianvs!, a ver el otro lado de lo pasional y aceptar que las cosas son. Por qué la vida, un día, deja de ser y por qué un día la otra vida, la de los que lamentamos tu partida, sigue sucediendo, abismándonos, embistiéndonos, sorprendiéndonos, hiriéndonos como esa bala.

Paul, mi compañía y mi maestro cuando yo era ¿más, menos? ingenua, una muchacha que iniciaba la licenciatura sin estar muy segura de lo que hacía, al igual que tantos de tus personajes, pero, al igual que ellos, encarando al señor vértigo de la incertidumbre, dejándome llevar por la música del azar e inventando soledades para sobrevivir en la habitación cerrada de la vida. Seguiré leyendo tus libros llenos de ilusiones. Te veré de nuevo en el palacio de la luna. Rompo en llanto. Gracias por tanto.

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