El idilio de Beatriz y Dante

Por Leonardo Páramo:

Artista: Henry Holliday
Obra: Beatriz & Dante
Fecha: 1884
Técnica: Óleo sobre lienzo
Espacio: Walker At Gallery, Liverpool, Inglaterra.

Henry Holliday fue un pintor inglés que perteneció a la hermandad prerrafaelita junto con John Everett Millais, Dante Gabriel Rosseti, entre otros pintores. En esta obra titulada Beatriz y Dante, Henry Holliday se basó en el libro autobiográfico de Dante Alighieri La Vita Nuova. Para mencionado trabajo, Holliday viajo a Florencia, donde se sitúa el desarrollo del libro, para retratar lo más cercano a la representación del idílico evento de Dante y Beatriz. En este tenor, la escena fue mediante tres modelos que se encargaron de encarnar a Beatriz, aparentemente con semblante altivo, esquivando la mirada encantada de Dante. Esta obra pictórica se desenlaza en el puente Santa Trinidad de Florencia, Italia.

En esta primera imagen se muestra a Beatriz con un nobilísimo y recatado vestido color beige crema claro, y en ambos lados a dos mujeres con indumentos color bermejo y azul marino. Esta obra pictórica, pintada al estilo plein air, muestra la representación del encuentro de Dante y Beatriz transcurridos nueve años después de su primera aparición, en este acontecer, Dante, embriagado de terror y con la intención de encontrar un gentil saludo, exploraba los linderos de la felicidad que ocultaba por la supradicha de admirable mujer que poseía su mirada risueña, como los ojos que ven por primera vez la luz de la vida.

Continuando con el orden de ideas, Dante escribía el siguiente soneto donde describe su sentir:

Muéstrase tan hermosa y recatada
la dama mía sin un saludo ofrece
que toda lengua, trémula, enmudece
y los ojos se guardan la mirada.

Sigue su rumbo, de humildad nimbada
y al pasar ella su alabanza crece.
Desde los cielos descender parece
en virtud de un milagro presentada.

Tan amable resulta a quien la mira,
que por los ojos da un dulzor al seno
que no comprenderá quien no lo sienta.

Y hasta parece que su boca alienta
un hálito agradable, de amor lleno,
que va diciendo al corazón: “¡Suspira!”[1]

En este segundo acercamiento a la obra se le observa a Dante poco furtivo, penetrado por las inclemencias de su propia desdicha, al idealizar un amor que colocaba sobre el amor humano al creer que Beatriz era producto de un milagro. En este tenor, Dante hechizado por los efectos del Amor convertía en un idilio profundo la relación entre el sentimiento y la razón, de manera que, sobre humanizado por el sentimiento, no pudo objetar los estímulos de la idealización por Beatriz. Al ser esta pintura producto de la obra autobiográfica de La Vita Nuova, Dante escribía después de la muerte de Beatriz:

Venid para escucharme los lamentos,
almas piadosas, que piedad lo pide.

Lo que morir, por el penar, me impide
es que lanzo mis penas a los vientos.

Apelo al llanto en todos los momentos,
aunque el llanto a acudir no se decide.
Mi dolor no se pasa ni se mide
si lágrimas no bañan sus tormentos.

Venid para escucharme la llamada
a la dama que fuese a la morada
que su virtud celeste requería.

Venid para escucharme que abomino
de la presente vida y mi destino,
ya que me falta su presencia pía.[2]

Beatriz al morir dejó un vacío en Dante que fue de irreparable daño, considero que el mantener vivo el recuerdo desde su primer encuentro hasta pasados nueve años de la segunda aparición, entre cavilaciones y aflicciones, dejaron en Dante un ideal perdurable hasta después de su muerte, sin objetar el porqué un hombre con espíritu creativo cedió ante los idilios del amor, éste lo mantuvo con ilusiones. Por tanto esta exaltación por el sentimiento inspiró en Dante decenas de sonetos, y para otros esta visión del ideal que el humano se crea por otras personas resulta ser exquisito y fuente abundante de arte en múltiples dimensiones; aunque estas dolorosas experiencias dejan una marca saturnina, y forman parte de todo aquel corazón apasionado.

Bibliografía:

ALIGHIERI, Dante. La divina comedia y La vida Nueva. México: Porrúa, 2018.


[1] Alighieri, 2018, p. 364.

[2] ibidem. p. 371.

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Leo Páramo

De la nobleza del corazón y de la mente

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