La tragedia de Venus y Adonis

Por Leonardo Páramo:

Artista: Tiziano
Obra: Venus y Adonis
Técnica: Óleo sobre lienzo
Fecha: 1554
Espacio: Museo del Prado, Madrid.

Tiziano de Cadore nació a unas millas de los Alpes, fue vástago de los Vecelli y a temprana edad mostro una afable inclinación a la pintura, por dicho motivo, fue enviado a Venecia con Gian Bellini, un reconocido pintor Veneciano para que instruyera al joven pintor. Tiziano demostró otorgar a sus pinturas una elegante y vivaz factura que, con el tiempo, hizo retumbar su nombre a lo largo y ancho de Europa. Acostumbraba, sin embargo, compenetrarse con las cosas vivas y naturales, imitarlas lo mejor que podía con los colores y emplear las tintas crudas o dulces, según lo que dictaba la naturaleza, sin hacer dibujo previo.[1]

Tuvo como influencia al maestro de la escuela veneciana Giorgio de Castelfranco, superándolo rápidamente en su técnica al fresco, por dicho motivo, Tiziano concluiría las decoraciones que Giorgione inició en las fachadas del Fondaco de Tedeschi. Esta inmaculada pieza al fresco representa la pasión no consumada de Venus por el afecto del bellísimo Adonis. De acuerdo con Ovidio, el tiempo volandero se desliza ocultamente y engaña, y nada hay más veloz que los años; aquél, hijo de su hermana y de su abuelo, que hace poco había sido engendrado, después en un hermosísimo niño, ya es un joven, ya es un hombre, ya es más hermoso que él mismo, ya gusta incluso a Venus y venga la pasión de su madre.[2]

Adonis, hermoso joven bañado en ambrosía y regocijante jubilo, asombró sobremanera a la diosa Venus, haciéndola cavilar, desear, amar, sentir una pasión penetrante y dolorosa, al mismo tiempo que su desprecio, lo volvía mayormente irresistible. En la composición de la pintura se observa un equilibrio entre los pigmentos que contrastan el escenario, naturaleza y personajes, mostrando una simetría que con maestría se refleja en toda la obra de Tiziano.

En este primer acercamiento podemos ver la rebosante figura de Venus desnuda, una figura que le añade beldad al profundo erotismo con que se entrega al placer de la vista y tacto. Adonis, por su parte, muestra firmeza y seguridad en conseguir concretar la encomienda de asesinar al jabalí salvaje, y sin ceder a las seducciones de Venus, continua con la misión. Se aprecia a los perros que acompañan en la cacería a Adonis, y a lo lejos a Cupido volcado en un árbol.

En este segundo acercamiento, Cupido está postrado en un árbol y al otro la aljaba donde guarda las flechas; personalmente esta interpretación la atribuyo a las fuerzas superiores de Adonis para educir a Venus con solo la vista, y Cupido, como símbolo del amor, no tenía nada que hacer ahí, de tal modo que lo desvela Shakespeare con los siguientes versos.

Si no tuviera ojos, sino oídos, mis
oídos adorarían esta íntima e invisible
belleza. Si fuera sorda, tus perfecciones
exteriores conmoverían todas las partes
sensibles de mi ser. Aunque careciese
de ojos y de oídos, y no pudiera ver
ni escuchar, todavía me inspirarías
amor por sólo el tacto.[3]

En este sentido, la portentosa imagen de Venus y Adonis estremece la relación entre el amor, la pasión y el deseo jamás concretado, ya que la tragedia acompañaría en la encomienda de Adonis y Venus quien más de una vez despreció a dioses, reyes y hombres, quedaría en un estado de deseo que jamás logró completar por el arquetipo de hombre que creó de Adonis.

Bibliografía:

OVIDIO. Metamorfosis. España: Cátedra 2012.
SHAKESPEARE, William. Obras completas de William Shakespeare. España: M. Aguilar. 1929.
Vasari, Giorgio, Vida de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos. El Ateneo. 1972.


[1]  Vasari, Giorgio,  1972, p. 124.
[2] Ovidio, 2012, p. 457.
[3] Shakespeare, William. 1929, p.2055.

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Leo Páramo

De la nobleza del corazón y de la mente

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