Lynch
Por Emiliano Peña.
Tras la noticia de la muerte del legendario David Lynch, mi primer impulso fue revisitar la película que me hizo enamorarme de su estilo: Blue Velvet, que es innegablemente la obra más accesible de su filmografía, ya que puede no contener una narrativa tan bizarra como Eraserhead o Lost Highway, ni ser tan convencional como The Straight Story o The Elephant Man, pero consigue un equilibrio perfecto entre ambos mundos.
La historia de Blue Velvet nos transporta al lado oscuro de los suburbios estadounidenses, comenzando con el descubrimiento de una oreja humana por Jeffrey Beaumont (Kyle MacLachlan), quien regresaba a su ciudad natal. Este hallazgo lo lleva a conocer a Sandy (Laura Dern), y a adentrarse en el mundo turbio y masoquista de Dorothy Vallens (Isabella Rossellini), una cantante de club nocturno controlada por el sanguinario Frank Booth (Dennis Hopper).
Dicho filme es, sin duda, una crítica a la corrupción y oscuridad que se esconde detrás de la aparente utopía de las afueras de la ciudad y el sueño americano, especialmente en el contexto de los años 80. Durante la administración de Reagan se vivió un renacimiento cultural y conservador que idealizaba los valores de los años 50; el optimismo era uno de sus principales pilares y se veía reflejado en campañas como “It’s Morning Again in America”. Cabe mencionar, que esta nostalgia ignoraba los problemas subyacentes de la época como la lucha a favor de los derechos de las mujeres o los casos de brutalidad policial. Lynch no permitió que tal fachada permaneciera intacta, pues desde el momento en que Jeffrey Beaumont encuentra la oreja la película desentraña los sombríos secretos detrás de las cortinas de los hogares perfectos.
La película inicia con un montaje que evoca al spot ya antes mencionado “It’s Morning Again in America”, con céspedes perfectamente recortados y verdes, flores brillantes y vecinos amigables ofreciendo una imagen de perfección y estabilidad. Algo que noté al verla en esta ocasión es que la corrupción de los suburbios en Blue Velvet no es una condena absoluta a los valores tradicionales, sino una exploración de su fragilidad frente a las fuerzas del caos y la penumbra.
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A simple vista, el final puede parecer una ironía, una falsa armonía donde los buenos supuestamente han ganado, pero tratan con una mera ilusión, un sueño… Sin embargo, recientemente comprendí que Lynch no está jugando con el cinismo, se trata de la victoria de los buenos, de cómo el mal nunca desaparecerá, pero, aun así, la bondad prevalece y, al final, gana. Los petirrojos que traen luz al mundo al alimentarse de los insectos representan que únicamente la empatía extrema puede combatir la oscuridad. El destino de Dorothy Vallens es el ejemplo más claro, pues a pesar de haber sufrido bajo el control de Frank Booth, ésta logra reencontrarse con su hijo, lo que no se percibe como un final completamente feliz; el verso “And I still can see blue velvet through my tears” es un recordatorio de lo que sufrió.
Una segunda teoría es que dicho personaje puede interpretarse como una alegoría de Estados Unidos a través de los ojos de la administración Reagan, su sufrimiento refleja los traumas que abarca la idealización de la América suburbana y su recuperación que, aunque marcada por el dolor, sugiere que hay esperanza en la lucha por la redención.
Aquí es donde el contexto personal de Lynch resulta fundamental para entender su visión, pues habiendo crecido en los años 50 le tocó vivir esa mezcla de belleza superficial e inquietudes latentes como la guerra fría. Su infancia en suburbios tranquilos fue marcada por ideales y valores tradicionales, esto lo expuso a la atmósfera de aparente perfección que se desmoronaba ante cualquier mirada.
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Hay una gran diferencia entre la visión de Reagan y Lynch, esta radica en su aproximación a la oscuridad, mientras que la primera la minimiza o ignora por completo, la segunda no sólo la reconoce, sino que la enfrenta de forma directa y no la trata como un defecto, pero sí como una parte inseparable del mundo y de la condición humana; la obra no desvincula la bondad de los traumas y conflictos que acechan bajo las fachadas de perfección. De igual manera, la honestidad brutal es otra cosa que diferencia la visión, pues la lucha contra el mal no es sólo una aspiración moral, es una necesidad existencial.
Me parece que enfrentar la adversidad es el tema central de Blue Velvet, pues por cada Frank Booth, puede haber cientos de Jeffreys, los cuales luchan por mantener la bondad y la humanidad.