Te vivo en mi recuerdo…
Por Alejandro Martín del Campo Glez:
El tiempo es un tren entre el pasado y el futuro sonorizado por música, ruidos y palabras que se vuelven fragmentos de una banda sonora perfecta que enriquecen una narración que puede relatar un cuento, una leyenda y, en este caso, una historia.
A su vez las narraciones tienen imágenes que cobran movimiento al recordarlas, que nos envuelven de una manera especial que nos hace vivir ese momento cada vez que cerramos los ojos o que soñamos despiertos.
Así como estas imágenes, los sonidos son guardados y empatados por nuestro cerebro en específico algo llamado memoria implícita que incluye el hipocampo, la neocorteza y la amígdala que llevan información por toda nuestra médula espinal repercutiendo en todo el sistema nervioso, y, ¿esto qué quiere decir? Que cada parte que integra nuestro organismo, cada parte que siente, toca o experimenta alguna sensación agradable o desagradable, se guarda en nuestra mente con la finalidad de crear una memoria individual de experiencias que asemejan películas viajando dentro del tiempo de una manera maravillosa…
Análoga e inevitablemente, al ver estas imágenes nuestra mente las empata impulsivamente hacia lo vivaz de aquel periquete. Nuestra capacidad de sentir nos vuelve y envuelve en aquel momento cargado de sentimiento; si el instante fue demasiado bueno, se ve reflejado inmediatamente en el presente haciéndonos sentir nostalgia por la experiencia pasada, pero, si fue demasiado malo, nos llena de alivio el ya no estar viviendo aquel episodio. Todo depende de cómo sea la carga sentimental, pero inequívoco es que cuando nosotros vemos estas imágenes por lo regular nos llenan de cierta energía que se puede interpretar como sentimiento.
Dentro de los mismos términos, podemos hallar en el pasado eso que es el amor inolvidable, el que fue sellado con fuego destinal e incomprensible, el que nunca se va… y todo esto es cierto, todo esto es verdadero. ¿Por qué? Porque simplemente lo que recibió nuestro cuerpo (comprendiendo que este en su generalidad guarda la información del recuerdo) fueron sensaciones, imágenes y sonidos de gran calidad, cantidad e intensidad que el cerebro logró captar de manera extraordinaria y con carácter y disposición, ya que el cuerpo experimentó lo que pocas veces en su vida: sentimientos y sensaciones que pueden fundamentar el amor (como la lujuria, la atracción y la fijación) y que complementan la otra mitad del individuo como una sola existencia o como otra ajena a la primera.
Todas estas narraciones, con imágenes y sonidos a la par, coexisten en un tiempo determinado, el cual se conserva en el plano terrenal, pero éstas hoy están fuera del presente e inexistentes en el futuro, tan sólo como recuerdos de una coyuntura distante a la realidad que se vive «en el hoy y en el ahora», son sólo momentos lúcidos en la divinidad de la memoria hasta que estos se ven eclipsados o suplantados por otros más intensos que forman parte de la actualidad del viviente.
El tiempo es un tren entre el pasado y el futuro que está plasmado con sellos de evocaciones del camino vivido en conjunto con el porvenir siempre incierto. Entonces, los recuerdos, abanico de la memoria, hacen que la vida sea un vaivén atemporal, entre ires y venires.
«Te vivo en mi recuerdo…»
Portada y pinturas por Ron Hicks.
https://www.instagram.com/ronhicksart/