Yo hablo español

Por Félix Barquera

Yo tuve un sueño: ser políglota. Fue un sueño que tenía sin siquiera saberlo. Cuando llegué a la prepa ya conocía dos lenguas, el español (mi lengua materna) y el inglés, y al terminar ésta otras dos, el griego antiguo y el latín clásico; pero ese era el inicio del viaje.

En la carrera conocí y aprendí más profundamente las dos últimas, no puedo decir que las conozco así como las dos primeras, pero las conozco en mayor o menor grado. Dos lenguas llamadas muertas que se resisten a morir y tienen ya más de dos mil años de vida, con altibajos, pero sin desaparecer completamente.

Estas dos lenguas, el griego y el latín, tienen una historia muy grande y llevan consigo más que palabras y letras, tienen ideas, tienen personalidad y tienen identidad. La mayor identidad que ha dejado el latín ha sido su descendencia lingüística que desemboca en lenguas que hoy en día usamos y que siguen teniendo claros toques latinos. No por nada el latín fue usado por uno de los imperios más grandes: el romano. Más allá de lo que puedas encontrar actualmente en internet como «latino», este adjetivo se remonta a la identidad lingüística que tienen las lenguas respecto al latín gracias a éste.

No conozco las razones, pero el griego antiguo no ha tenido el mismo punch que el latín. El griego es más difícil, empezando por su escritura con un alfabeto diferente al que estamos habituados; y luego tenemos la pronunciación: cual mito, no se sabe si alguna de las pronunciaciones que tenemos es la real, pero todas son posibles. Hay tres pronunciaciones, para acortar, del griego antiguo, primero está la erasmiana, “etacista” o escolar, en segundo lugar está la “itacista”, y en tercero está la “restituta”. Si bien no tenemos una pronunciación base reconocida por todos en el mundo, hay partidarios para cada una de éstas y podemos estar seguros de que escribiendo sí nos entendemos todos.

La escritura es uno de los dones más grandes que nos ha dado la naturaleza, pues podrás no entender a un paisano del otro extremo del país, pero podrás entender el mismo lenguaje escrito que él; y si puedes lograr reconocer y asociar las raíces de algunas palabras, podrás incluso entender otros idiomas de una misma familia, como, por ejemplo, el español, el italiano y el portugués. El francés es un poco más raro, pero también podrías lograr entender algunas palabras en ese idioma. No por nada existe la materia «Etimologías grecolatinas del español» en la prepa, además de las optativas de griego y latín; son materias que te ayudan ampliar tu conocimiento de las lenguas, la formación de palabras, la derivación, la evolución y el parentesco lingüístico gracias al romanceamiento.

Conocer más de nuestras raíces lingüísticas nos da un panorama más amplio de lo que es el mundo. Bien dicen que los límites de nuestro pensamiento son los límites de nuestro idioma; por ello no debemos descuidar los idiomas y más en un mundo que cada vez rompe más las barreras entre países, sociedades y lenguas extranjeras.

Si todavía estás indeciso o piensas que porque vives en México y con el español basta, cabe pensar también en la identidad que nos ofrece el conocer otras lenguas. Aprender un idioma no sólo es conocer las palabras y la gramática del otro, es conocer su cultura, su forma de vida, su manera de pensar, de percibir el mundo. El ejemplo más claro está en las palabras más frecuentes de cada idioma. Por ejemplo, mientras que en el latín y el griego aprendes al inicio más vocabulario y usos sobre los dioses, sus atribuciones y actitudes, en el japonés ves sobre naturaleza, su estado, emociones y sentimientos. Todo esto lo digo, al menos, en cuanto a mi experiencia.

El español no es sólo una lengua, es el resultado de la combinación de otras más y, ya siendo español, de varios lugares, ya que éste se habla oficialmente en tres continentes y en cuatro tiene una influencia importante sobre las lenguas locales. Es la segunda lengua con más hablantes nativos, la cuarta por número de hablantes totales. La fortuna y belleza de una lengua como está es que no es «endémica», por así decirlo, no es de un solo lugar, no es de una sola cultura, es de muchos, de millones de personas y, sin embargo, nos podemos entender todos.

Conocer otros idiomas te puede proveer de una mejor imagen de lo que hablas, de la ubicación en la que estás, de quién eres en todo este mundo, y al mismo tiempo conocemos al otro, lo que nos es ajeno, lo que no vivimos ni experimentamos gracias a poder acceder a otra cultura a través de la literatura. Mi objetivo con ser políglota no era tan grande como ahora, se amplió conforme fui conociendo y descubriendo muchas cosas, especialmente a través de las lenguas. Pensaba más en ese conocer al otro, entender otras formas de expresión y lo que hay detrás de la nuestra. Si sabes otra lengua, sabrás lo que es tener conceptos semejantes, pero con variedades a la vez; como ejemplo, dada la proximidad de la fecha, pongo «enamorarse» y «to fall in love«, lo demás se lo dejo a ustedes para que lo descubran.

La Torre de Babel, pintura al óleo sobre lienzo de Pieter Brueghel el Viejo.
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Félix Barquera

fortuita, parlante, curiosa, atemporal, presente

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