LA TRAVESÍA DEL DOLOR DE AMAR

Por Jessica Ebauche:

El amor es el significado último de todo lo que nos rodea. No es un simple sentimiento, es la verdad, es la alegría que está en el origen de toda creación.

Leonard Cohen

El amor ha inspirado innumerables creaciones artísticas desde las culturas antiguas, como en la música, el cine, el teatro y, por supuesto, la poesía.

Dentro de la poesía, como desde la literatura y el arte en general, el amor puede ser visto desde diversos puntos de vista, como sería el amor filial (hacia la familia[1]), el amor correspondido, la tragedia en los amantes,[2] la idealización del ser amado u objeto que podría ser conceptualizado como un amor platónico, lo erótico o sensual del amor, y me gustaría resaltar en esto el tipo de amor que, a mi parecer, ha inspirado la mayor parte de la creación poética: el dolor en el amor, o el dolor de amar.

¿Cómo podría causar dolor el sentimiento más añorado por los seres humanos?

¿Y quién no tiene un amor?
¿Y quién no goza entre amapolas?
¿Y quién no posee un fuego, una muerte,
un miedo, algo horrible,
aunque fuere con plumas,
aunque fuere con sonrisas?

“Exilio”, en Las aventuras perdidas de Alejandra Pizarnik, 1958[3]

Un estado de dolor extremo conlleva un vaciado emocional a un cuerpo extenuado, pero también ese dolor tiene la función psíquica de defender al dolido[4] contra la locura o la muerte.

Juan David Nasio (en El libro del dolor y del amor, 1996) menciona que el dolor es como un sobresalto final que da testimonio de la vida y de nuestro poder de recuperación. No se muere de dolor. Mientras hay dolor, tenemos también las fuerzas disponibles y centradas para combatirlo y seguir viviendo.

El poeta busca darle algún sentido a ese dolor, materializarlo e incluso con la intensión casi perversa de compartirlo con otros.

Continuando con la idea de Juan David Nasio, quien nos habla sobre el dolor visto desde el psicoanálisis, el dolor mental o psíquico proviene de una lesión del vínculo con el otro.

Considero que el dolor tiene una fuente centrada en sí mismo, y que funciona como un espejo – percepción hacia adentro, el reflejo del ser u objeto – de ese estado de shock provocado por la ruptura o separación inesperada de la persona o de la pérdida de su amor.

Cuanto más se ama, más se sufre.

Yo te recordaba con el alma apretada
de esa tristeza que tú me conoces.
Entonces, ¿dónde estabas?
¿Entre qué gentes?
¿Diciendo qué palabras?
¿Por qué se me vendrá todo el amor de golpe
cuando me siento triste, y te siento lejana?

“Poema 10: hemos perdido aun este crepúsculo”, en Veinte poemas de amor y una canción desesperada de Pablo Neruda, 1924.

Sigmund Freud, fundador del psicoanálisis, habla también sobre el origen del sufrimiento en su texto El malestar en la cultura (1930), refiere que “desde tres lados nos amenaza el sufrimiento, desde el cuerpo propio, destinado a la ruina y a la disolución […]; desde el mundo exterior, que puede abatir sus furias sobre nosotros con fuerzas destructoras […]; por fin, desde los vínculos con otros seres humanos.”

Al poeta lo inspira el amor y el dolor de amar a otro. Es el poder de esa relación o vínculo lo que ha llevado a grandes creadores poéticos alrededor del mundo a darle diferentes tonos a un sentimiento universal, pero subjetivo, complejo y oscuro.

Tanto Nasio como Freud se cuestionan cómo protegerse de esta paradoja contra el sufrimiento que surge de una relación con el otro. Nos refieren que es el amor a ese otro. ¿Qué puede haber entonces más natural que amar para evitar el conflicto con el otro? El amor sigue siendo insoslayable para no sufrir.

Lo que duele al amar no es la pérdida de ese amor o de la persona amada, sino el hecho de continuar amando más intensamente que antes, cuando lo sabemos irremediablemente perdido. En fin, la ruptura interna es lo que da origen al dolor.

Y tú, ¿has sufrido por amor?


Podrá nublarse el sol eternamente;
Podrá secarse en un instante el mar;
Podrá romperse el eje de la Tierra
Como un débil cristal.
¡Todo sucederá! Podrá la muerte
Cubrirme con su fúnebre crespón;
Pero jamás en mí podrá apagarse
La llama de tu amor.

“Amor eterno” de Gustavo Adolfo Bécquer, 1867.

[1]  Un ejemplo de este tipo de amor lo está en los poemas: “Coplas a la muerte de su padre” de Jorge Manrique e “Hijo de la luz y de la sombra” de Miguel Hernández.

[2] Como serían los conocidos Romeo y Julieta de Shakespeare

[3] Incluido en «Poesía completa» Ed. Lumen 2014

[4] Al que siente el dolor y el amor

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